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Hacia un nuevo paradigma económico
Este sábado se celebra en Cervera (Lérida) una jornada catalano-balear de Justicia y Paz que lleva como lema «Comprometidos con una cultura ecológica integral». Va a ser una jornada de todo el día en la que voy a tener una intervención titulada «Hacia un nuevo paradigma económico» (cap a un nou paradigma econòmic).
Si estáis por allí estoy seguro de que van a ser unas jornadas muy sugerentes para quienes asistamos a ellas.
Aquí tenéis el programa.
Donald Trump y la economía
Artículo publicado en la revista Cresol, Any 18, núm. 137, Març-abril 2017, pág: 30-31
A nadie deja indiferente el nuevo presidente de los EE.UU. Mientras que algunos ven en él una especie de advenedizo del que solamente cabe esperar males que van a destrozar el sistema económico vigente, otros tienen grandes esperanzas depositadas en él. En este artículo quiero analizar algunas de las medidas económicas que ha propuesto, sabiendo que estamos hablando no de políticas realizadas, sino de una declaración de intenciones sobre lo que quiere hacer que no se ha concretado todavía y de la que por tanto es difícil prever sus consecuencias.
Quizá las medidas más llamativas a nivel internacional han sido sus propuestas de poner trabas al comercio internacional y cambiar totalmente una política estadounidense que, hasta el momento, respaldaba sin aparentes fisuras el mensaje de la Organización Mundial de Comercio y del Fondo Monetario Internacional a favor de una liberalización mayor del comercio. Trump ha dejado a un lado acuerdos comerciales como el TIPP (con Europa y todavía en teórica negociación) o el TPP (con Asía y otros países americanos ya firmado), quiere renegociar el acuerdo de libre comercio de EE.UU., Canadá y México (NAFTA), ha acusado a China de manipular el valor de su moneda (el yuan) y ha amenazado con elevar aranceles a las importaciones para garantizar la producción nacional (especialmente las chinas y mexicanas). Al mismo tiempo, va a imponer trabas y aranceles a las empresas norteamericanas que operen fuera del país, para obligarlas a que vuelvan a producir en EE.UU.
Todas estas medidas se encuadran en una realidad percibida no solo en EE.UU. sino también en otros países ricos: que la globalización y la liberación del comercio no está beneficiando a los trabajadores de estas naciones. La deslocalización de la producción de muchos bienes hacia otros países con salarios más bajos para aprovechar sus ventajas competitivas, acaba beneficiando a unos pocos, pero perjudicando a la mayoría de las personas sencillas que trabajan en estos sectores. Cabe preguntarse si estas medidas proteccionistas van a lograr el objetivo deseado de una manera eficaz. Por un lado porque pueden darse represalias en otros países que reduzcan las exportaciones estadounidenses de modo que se deje de importar, pero también de exportar a otros países y esto acabar siendo más negativo que positivo. Por otro lado, no solo se necesita crear empleo, sino empleo de calidad, por lo que un entorno de trabajadores con pocos derechos, puede llevar a que ese empleo creado en EE.UU. sea precario y de mala calidad.
Con respecto a las cuentas nacionales, las medidas que ha sugerido son, por un lado, un incremento de gastos en presupuesto militar y de infraestructuras al mismo tiempo que quiere reducir gastos en otras partidas, especialmente las sociales. Al mismo tiempo, quiere reducir impuestos, en especial en los tramos superiores de las rentas así como a las empresas. Del mismo modo, propone una amnistía fiscal para repatriar dinero estadounidense que está en estos momentos en paraísos fiscales. Aunque cree que el crecimiento económico que esto va a generar puede compensar la bajada de impuestos y permitir reducir la deuda pública y el déficit del Estado, históricamente esto no ha sucedido en EE.UU. y la reducción de impuestos ha resultado siempre en una bajada de la recaudación lo que ha provocado una elevación del déficit público.
Hay otras propuestas que no tengo espacio para abordar aquí, pero que Donald Trump espera que logren crear al menos 25 millones de empleos en EE.UU. En conjunto, su estrategia se basa en un mensaje sencillo: que sea atractivo para las empresas y los inversores ganar dinero sin salir de EE.UU, porque si esto es así, si se puede ganar dinero sin salir de EE.UU., las empresas e inversores invertirán en el país y eso permitirá crear nuevos puestos de trabajo. Las medidas que conducen a proteger el mercado local y a bajar los impuestos a las ganancias y a las rentas altas, tienen esta pretensión. Seguramente, muchos de los electores que se han decantado por Donald han entendido este mensaje sencillo y creen sinceramente que Trump es la persona adecuada para llevarlo adelante.
Si a esto unimos ese sentimiento generalizado de que son ideas que van en contra de la corriente principal de la economía, sustentada por aquellos que más se benefician de la misma y que está condenando a muchos a la pobreza al tiempo que incrementa las desigualdades, Trump ha sabido aglutinar este sentimiento postulándose como la persona que va en contra de las élites que defienden el actual sistema y estas han corroborado esta impresión, avisando en repetidas ocasiones sobre la ineficacia de las medidas económicas de Donald y poniéndose en su contra (el “stablishment” que apoyaba a Clinton y que profesa una animadversión compartida con Trump) .
Sinceramente, creo que las medidas que propone Trump no son las adecuadas para luchar contra una manera de organizar la economía que trae una serie de problemas de desigualdad, medioambientales y de insatisfacción generalizada, que provocan la aparición y popularidad de personas como Donald. Pero pienso que la alternativa de dejar todo como está y seguir potenciando una globalización que produce mucho crecimiento económico, pero mal repartido y a costa de muchas personas y del medio ambiente, no es la opción viable y puede traer más políticos que prometan soluciones sencillas a problemas complejos. Necesitamos políticos sensatos y con vocación hacia el bien común que incorporen en sus discursos las ideas económicas emergentes que estamos trabajando muchos economistas, para no oscilar entre el mantenimiento de lo que hay y soluciones radicales que pretenden romper con todo, sino que aporten cordura y sensatez para cambiar un sistema que da muestras de debilidad y de final de ciclo.
Presentación del libro «La sociedad del escándalo» de Bernardo Pérez Andreo
El próximo miércoles 21 de diciembre a las 19:30 en el salón Bona Gent, en Cirilo Amorós 56 de Valencia, se presentará el libro «la sociedad del escándalo» de mi amigo Bernardo Pérez Andreo.
Estás todos invitados a la presentación de este magnífico libro.
La economía evoluciona pero aquí nada cambia
Os invito a la conferencia que impartiré en Sevilla el próximo 2 de Abril. En ella daré una sesión doble matinal con el título «La economía evoluciona pero aquí nada cambia. Del enfoque agregado al enfoque de la privación». Durante la primera parte hablaré de cómo a pesar de que la economía cambia, para algunos todo sigue igual. En la segunda, explicaré como cambiar esta realidad modificando el enfoque que le damos a la economía.
Espero que todos los sevillanos y aquellos que estéis por ahí vengáis a oírme. La conferencia tendrá lugar en la Parroqia de San Pío X (C/Madre de Misericordia s/n), en horario de 10:00 a 14:00.
La inscripción es gratuita pero tenéis que hacer una inscripción a la dirección de correo electrónico asociacionpsur@gmail.com
A qué le damos valor en la economía actual
Os presento un artículo en el que muestro cuáles son las cosas valiosas en la economía actual y como estas son no solo las que nos llevaron a la crisis, sino que siguen siendo las que están marcando las sendas por las que intentamos salir de ella.
Creo que puede ser muy ilustrativo para aprender algo más sobre la economía actual.
Lo podéis encontrar en: http://hdl.handle.net/10637/7179
Su referencia es:
“A qué le damos valor en la recesión actual” (2012) en Los valores culturales ¿factores de desarrollo humano? Documentación Social, Revista de Estudios Sociales y de Sociología Aplicada, Enero-Marzo 2012, nº 164, Pág: 103-121. Cáritas Española Editores
Proverbios y crisis financiera
Seguimos instalados en una de las crisis financieras más importantes de los últimos dos siglos.
Muchos pensamos en los posibles caminos para salir de ella y construir una economía diferente. ¿Puede la sabiduría bíblica ayudarnos a comprender qué es lo que pasa y hacia donde tenemos que encaminar nuestros pasos?
El siguiente artículo que se titula «Proverbios y crisis financiera» y que escribí en 2009 para la revista Moralia Puede daros una idea de lo que este libro bíblico nos puede aportar para entender nuestra realidad actual y lo que está sucediendo en nuestra sociedad.
Puedes leerlo o descargarlo en http://hdl.handle.net/10637/7129
La deuda pública en España
Artículo publicado en Noticias Obreras, Nº 1587, Enero de 2015, pág: 19-26
Además de mi artículo se incluyen intervenciones de los principales partidos políticos de ámbito nacional
Desde el año 2007 hasta estos momentos la deuda pública española se ha incrementado de una manera exagerada. Entre 2007 y 2013 se ha multiplicado la cifra de la deuda por más de 2,5, siendo los años 2009 y especialmente el 2012 los dos en los que el crecimiento de esta deuda ha sido mayor. Esto ha supuesto que su valor se acerque a la producción anual de nuestro país (se espera que se alcance este valor o bien en 2014 -no contamos con los datos todavía- o bien en 2015).
Esto ya nos muestra dos realidades de estos últimos años que es necesario indicar. La primera es que a pesar de las políticas de austeridad practicadas, no hemos dejado de tener déficit y nuestra deuda pública se ha incrementado mucho. La segunda es que la partida de pago de intereses por esta deuda no solo no se ha reducido (como muchas otras partidas) sino que se ha multiplicado también por algo más de 2,5 alcanzando una cifra en 2013 de 38.000 millones de euros aproximadamente. Podemos afirmar, por tanto, que la única partida en la que la austeridad no ha llegado ha sido precisamente el pago de intereses de la deuda y que además, ha crecido muchísimo.
Lo primero que habría que contestar es el porqué de este incremento de la deuda, ya que sin conocer cuáles han sido las causas para que esta aumentase tanto, no podemos realizar un análisis certero de este tema. Los motivos son varios y la mayoría están relacionados (al igual que sucedió en otros momentos históricos parecidos) con la gran recesión económica que hemos vivido. Ya que a pesar de ser una crisis de claro origen privado, los problemas financieros y económicos han acabado deteriorando los resultados presupuestarios del sector público. Pasemos a un más análisis detallado.
Las principales causas de un incremento de la deuda son o bien desajustes entre los ingresos y los gastos públicos, es decir, el déficit anual del Estado. O bien cualquier otra clase de endeudamiento que no esté directamente derivado del presupuesto del Sector Público. Pues bien, en nuestro caso se ha dado una combinación de estos dos elementos. Comencemos por los gastos. Los gastos del sector público se han incrementado estos últimos años especialmente (si exceptuamos la partida ya nombrada de los intereses de la deuda) por el subsidio de desempleo y por las pensiones. Es por ello que desde el gobierno hablan de que el gasto social se ha incrementado (ambas partidas están incluidas en este gasto social).
Tanto una partida como la otra no dependen de la voluntad del gobierno de turno, sino de la situación económica el primero y de la cantidad de jubilaciones y de la cuantía de las mismas el segundo. El incremento de personas que han engrosado las filas del paro en estos últimos años ha provocado un incremento elevado del pago por subsidios de desempleo. Sin embargo, este crecimiento se ha frenado en los últimos años debido, sobre todo, al agotamiento de esta prestación por parte de aquellos que llevan ya mucho tiempo desempleados. En cuanto a las pensiones ha habido una gran cantidad de personas que se han jubilado en el último lustro y un gran porcentaje de ellas que lo han hecho con la pensión máxima o con pensiones elevadas, lo que ha llevado al incremento del gasto en estas dos partidas.
Sin embargo, el elemento que más ha influido en este aumento del déficit ha sido el descenso de la recaudación por impuestos. Las bajadas de impuestos que se realizaron en época de bonanza han resultado letales cuando la crisis ha arreciado fuerte. Los ingresos se han reducido en una cuantía superior a lo que ha sucedido en otros países europeos. Si a ello unimos que nuestro punto de partida era también el de una recaudación inferior a la que tienen la mayoría de los países de la Unión Europea, nos encontramos con una carencia de ingresos públicos que nos hace estar siete puntos por debajo de la media europea de los 15 países más ricos (un 34% del PIB en España y un 41% en la UE de los 15) mientras que en 2007 esta diferencia era tan solo de tres puntos (38% a 41%).
En cuanto a los otros factores ajenos al déficit que han influido en el incremento de la deuda, ha habido uno que ha sido clave y que hizo que 2012 fuese el año de toda la historia moderna de España en el que más se elevó el déficit público: el rescate bancario. En él socializamos deuda privada a través de prestar fondos a los bancos intervenidos (para que pagasen sus deudas al sector privado) con dinero que tuvimos que pedir en los mercados internacionales. Es decir, transformamos deuda privada en deuda pública.
Todo ello nos dibuja un panorama poco esperanzador en cuanto a la situación de la deuda. Ya que con la escasa recaudación que tenemos, con las promesas de bajadas de impuestos, con una conciencia social poco favorable al pago de impuestos y con una situación de crisis que aunque parece que ya ha tocado fondo (y esto es positivo) no se percibe un despegue rápido en un breve espacio de tiempo, no parece muy factible luchar contra el déficit si no es a través de reducciones del gasto público.
Ante esta situación cabe preguntarse qué dice la Doctrina Social de la Iglesia sobre este tema. Para ello, creo que lo mejor es recordar unas líneas la Encíclica Centesimus annus (35) sobre esta cuestión: “Es ciertamente justo el principio de que las deudas deben ser pagadas. No es lícito, en cambio, exigir o pretender su pago, cuando éste vendría a imponer de hecho opciones políticas tales que llevaran al hambre y a la desesperación a poblaciones enteras. No se puede pretender que las deudas contraídas sean pagadas con sacrificios insoportables. En estos casos es necesario —como, por lo demás, está ocurriendo en parte— encontrar modalidades de reducción, dilación o extinción de la deuda, compatibles con el derecho fundamental de los pueblos a la subsistencia y al progreso” Es evidente que esta frase está escrita pensando en la crisis de la deuda externa que se dio a finales del siglo XX, pero creo que las afirmaciones que en ella se contienen son aplicables también a nuestro caso.
La cuestión clave se centra en saber si una deuda tan elevada como la que estamos teniendo en nuestro país que supone un pago de intereses cercano al 4% del PIB, está provocando situaciones de necesidad y está condenando a parte de la población española a situaciones de pobreza y exclusión que se podrían evitar en el caso de que esta deuda no existiese o fuese más reducida.
Parece evidente que si la única solución que se aplica a este problema es la reducción del déficit a través la reducción del gasto público, la deuda resulta incompatible con una atención a las personas y una mejora del cuidado de quienes están peor. Esto provocaría (como de hecho ya está sucediendo) que las desigualdades se incrementarán más y más. La causa principal es que estos recortes se están dando en políticas que benefician a todos, mientras que se incrementa el gasto en partidas que benefician a los más pudientes como los intereses de la deuda (que se abonan a los prestamistas, que son quienes tienen dinero para financiar y, por tanto, un nivel económico alto).
De este modo, cabe plantearse otro tipo de políticas que puedan lograr el mismo fin sin perjudicar a la población. Por un lado, deberíamos lograr un nivel de pago de impuestos que fuese, al menos, similar a la media de la UE de los 15. Con ello el déficit público se reduciría muchísimo sin necesidad de tocar el nivel de gasto. Esto supondría un cambio del sistema impositivo que debería realizarse no solo a nivel nacional, sino también a escala internacional. Si no se hace así, las grandes empresas y fortunas tienen medios legales para evitar pagar impuestos en nuestro país. Este cambio debería lograr que las rentas altas y las grandes empresas pagasen, al menos, lo que les corresponde y no pudiesen eludir estos pagos por medios legales y, en una segunda instancia, que viesen incrementados sus tipos impositivos para cumplir con la progresividad que indica nuestra constitución para los impuestos en España.
En segundo lugar, cabe preguntarse si se podría rebajar el tipo de interés medio de nuestra deuda que estaba en noviembre de 2014 a un 3,4%. Evidentemente esto puede hacerse por el camino que se ha realizado hasta ahora, llevar a cabo las medidas que nos exigen los prestamistas internacionales para que estos sigan confiando en nosotros y prestándonos más barato. Sin embargo también existen vías alternativas.
Por ejemplo cambiar los estatutos del BCE y permitir que preste directamente a los Estados con un coste igual al que se presta a los bancos privados. Cuando Mario Draghi ha intentado comprar deuda pública de los estados europeos (lo que podría aliviar el peso de sus intereses) se ha encontrado con muchas resistencias, especialmente desde el Bundesbank. No obstante, parece no tener demasiado sentido que acepte deuda pública como garantía de devolución de los préstamos que realiza a los bancos privados y no se esté dispuesto a comprar esta deuda. La compra de la deuda por parte del Banco Central o el préstamo directo a los Estados al mismo tipo al que presta a los bancos supondría un ahorro de hasta 30.000 millones de euros en España que también sería un alivio para las finanzas nacionales. Debemos plantearnos si son las empresas privadas quienes tienen que beneficiarse de los tipos y préstamos del BCE para tener ganancias privadas, o deben beneficiarse los Estados para que obtengamos ganancias públicas.
En tercer lugar cabe preguntarse si una deuda de esta clase es sostenible. Ya no estoy hablando desde el enfoque del bien común (como he hecho hasta ahora) sino desde un enfoque exclusivamente económico. ¿Es posible que en una situación como la actual se garantice la devolución y el pago de intereses durante mucho tiempo si no se cambia nada y todo se confía a las políticas de austeridad? Algunos economistas creen que no va a ser posible y lo que estamos haciendo es ahogando las posibilidades de crecimiento para no lograr finalmente el objetivo deseado. No hay más que ver qué sucede con Grecia.
En cuarto lugar, podría generarse una inflación controlada que permitiese que la cuantía de la deuda se redujese en un lustro. Cuando suben los precios, el valor del dinero disminuye, por lo que el valor de la deuda también se reduce. Esto supone que aunque se deba lo mismo, en un breve espacio de tiempo con ese dinero se pueden comprar menos cosas, lo que supone una reducción efectiva de mi deuda. Evidentemente, esto no se puede hacer con un estatuto del Banco Central Europeo que le obliga a mantener la inflación por debajo del 2% anual. Pero es algo que se ha hecho en otros momentos históricos y que ha permitido rebajar la presión de la deuda en algunos países.
La limitación de espacio me impide profundizar más en estas políticas o aumentar el catálogo de las propuestas. Solamente quiero incidir en que el problema de la deuda viene originado, en gran parte, por la estructura financiera de la que nos hemos dotado. La construcción de un entramando financiero cuyas políticas intentan defender, sobre todo, a los financiadores de la actividad económica, una estructura del BCE que impide aplicar determinado tipo de soluciones, unos paraísos fiscales que permiten eludir el pago de impuestos, una estructura de impuestos que beneficia a los más pudientes y una manera de solucionar los problemas de posibles impagos cuyo peso recae siempre en el deudor y nunca en el acreedor, nos llevan a estos problemas que se van convirtiendo en estructurales.
Las soluciones van, por tanto, más allá de las medidas presupuestarias (que también). Deben dirigirse a cambiar la estructura de la que nos hemos dotado para que esta busque realmente el beneficio de las personas y no solo garantizar el beneficio económico a quienes pueden generarlo.
Conferencia presentación capítulo del informe FOESSA «España en el entorno internacional»
Aquí tenéis el vídeo de la presentación que se realizó en el Salón de Actos de la antigua Universidad en Valencia el pasado noviembre en el que presenté el capítulo «España en el entorno internacional» del VII Informe FOESSA, en el que participé como autor. En un breve espacio de tiempo podéis conocer un resumen del capítulo.
Para prepararse al curso sobre «nuevas economías»
Recupero ahora un documento que puede venir bien para preparar el curso de la UIMP de este verano. En él resumo algunas de las propuestas que realizan los distintos pensadores en este campo sonbre como avanzar hacia una nueva economía al servicio de las personas. Si no lo leísteis en su momento, ahora es la ocasión de hacerlo. Podéis descargaros el artículo en el siguiente enlace:
http://www.foessa2014.es/informe/uploaded/documentos_trabajo/05022015093847_6233.pdf
Los salarios bajan, la demanda se debilita
Artículo publicado en la Revista Noticias Obreras, nº 1563, Septiembre 2014, páginas 13 y 14
El pasado Junio, nuestro ministro de economía Luis de Guindos le quitó importancia al hecho de que los salarios estuvieran bajando (y perdiendo su capacidad adquisitiva) de cara a la recuperación de la demanda en nuestro país y por tanto, de la recuperación económica. Su argumentación ha sido repetida con frecuencia y se basa en dos puntos clave: que una rebaja de salarios es buena porque mejora la competitividad de nuestros productos en el exterior y que la recuperación económica no tiene por qué provenir de un incremento de la demanda interna, sino del impulso de la oferta, es decir, de la mejora de la confianza de las empresas que les lleve a invertir y a generar más empleo.
Pues bien, voy a analizar estos dos argumentos para aportar un poco de luz en el debate y poner las cosas en su sitio. En primer lugar, hay que decir que el argumento de que una bajada de salarios incrementa la competitividad, puede ser cierto si esta bajada de salarios se traduce en una reducción de los precios del producto y el resto de variables se mantienen constante. Dicho de otra manera, la competitividad se incrementará si conseguimos vender más barato el mismo producto.
Siendo esto cierto, también lo es que la bajada de salarios no es la única manera de lograr incrementar la competitividad. También se puede conseguir reduciendo el margen de beneficios empresariales. Claro que esta opción suele ser tabú… En la medida que la prioridad son, precisamente, las ganancias de los accionistas de una empresa, rebajar éstas para reducir los precios suele ser algo que, sencillamente, escandaliza y no se contempla. Pero existen otros sistemas para reducir los precios de los bienes, como son todos aquellos que derivan de incrementar la productividad. Si los mismos trabajadores consiguen producir más en el mismo tiempo, el coste de producción también se reduce y con ello se logra un margen para la reducción de precios. El camino del incremento de la productividad parece, desde el punto de vista de la mejora de la sociedad, una senda más aconsejable por las repercusiones económicas que tiene a largo plazo que la simple bajada de salarios.
Además de estas propuestas, el incremento de competitividad por la reducción de salarios viene forzado, con frecuencia, por un entorno internacional en el que existen países en los que los salarios son exageradamente bajos. Nosotros exigimos a estos países que produzcan los bienes que nos venden cumpliendo una serie de requisitos técnicos. Si los productos no cumplen estos requisitos, no se pueden vender en nuestro país. Sin embargo, no les exigimos ninguna clase de condición social en la producción, las exigencias sociales se consideran trabas al comercio internacional mientras que las exigencias técnicas no lo son porque protegen a los compradores de bienes defectuosos o que no cumplan bien su cometido.
Vuelve a darse aquí una cuestión de prioridades. La nuestra son los ciudadanos de nuestro país, por eso exigimos requisitos técnicos para que no se electrocuten utilizando un secador del pelo (por ejemplo) pero nos dan igual las condiciones sociales de quienes producen ese secador porque lo que queremos es que nos lo vendan lo más barato posible (para así poder comprar más cosas con el mismo salario). Los trabajadores de los otros países no nos importan, lo que queremos es máxima calidad a mínimo precio.
Es evidente que esta cuestión se resolvería exigiendo unos mínimos sociales y salariales para las empresas productoras de igual modo que se exigen mínimos técnicos para producir un determinado bien. Esto se podría hacer tanto a nivel nacional como a nivel internacional. Si se pusiese en práctica esta manera de afrontar el mercado, la bajada de salarios no sería necesaria para una mejora de la competitividad y las políticas de producto deberían centrarse en otros aspectos.
Por último, también podríamos mejorar nuestra competitividad generando inflación y logrando que nuestra moneda se depreciase. Si bien este sistema no es sostenible a largo plazo y si no se controla cuidadosamente puede generar problemas económicos grave, aplicado de una manera razonable y temporal puede traer buenos resultados. Nuestra pertenencia al euro y una política monetaria basada en baja inflación y en el mantenimiento del valor de la moneda para no perjudicar al sector financiero que trabaja con ella, hacen que esta clase de políticas no se contemplen en la actualidad.
Por otro lado tenemos la argumentación sobre quien va a ser quien genere empleo y recuperación económica. La idea de que produciendo más y mejor, va a llevar a que haya personas que compren esta producción y que, por lo tanto, hay que insistir en la oferta y no en la demanda, ha sido demostrada como falsa por los hechos y por los teóricos. Es necesaria una demanda que compre lo que se produce. La recuperación no puede venir solamente por el incremento de la producción si esta no la compra alguien. Para ello necesitamos, o bien que haya otros países que compran esos bienes que producimos y que por tanto permitan esa mejora económica, o bien que la mejora de la confianza se traduzca no solo en mayor producción sino también en un nivel más elevado de compras por parte de los nacionales, o bien que el incremento de la producción se traduzca en un aumento de los salarios y de las rentas de las personas para que estas puedan también comprar lo que se produce.
Parece evidente que, si los salarios no aumentan y las rentas de la clase media se reducen, los dos últimos supuestos no se darán con demasiada facilidad, lo que nos puede llevar a que tengamos que confiar solamente en la demanda exterior para afianzar nuestra recuperación. La demanda debe ser tenida en cuenta en cualquier circunstancia económica al mismo nivel que la oferta ya que la economía consiste precisamente en esto, el intercambio precisa de productor y comprador, de oferta y demanda. Si una de las dos falla, no se realiza el intercambio… Pensar que una economía nacional puede funcionar de una manera boyante con una demanda débil y con una mayoría de personas con bajos salarios, no parece que sea realista…
Tertulia en el programa El Faro de TV Mediterráneo
El martes 30 de Septiembre de 2014 participé en una tertulia de un programa que se denomina «El Faro» de TV Mediterráneo (cadena de televisión de ámbito autonómico de la Comunidad Valenciana) hablando de un informe sobre pobreza en la Comunidad Valenciana que acabamos de publicar. Mi participación se circunscribe a la primera media hora de programa.
Os recomiendo que lo veáis (los que no sois valencianos no os asustéis porque comience en valenciano, solamente se hace en esta lengua la presentación, el resto es en español). Sobre todo porque en él se ve claramente las reacciones que se dan en la sociedad cuando se habla de este tema (no en todos los tertulianos claro está).
En un primer momento todos están de acuerdo con la gravedad del problema.
Después comienzan a buscarse peros para quitarle hierro, que si las familias compensan, que si las maneras de medirlo no son demasiado exactas, que si ya ese están haciendo muchas cosas para remediarlo, etc.
Al final se busca algo para desviar la atención y dejar a un lado este tema que parece no interesa, en este caso fueron las multas por mal aparcamiento del ayuntamiento de Valencia.
No dejéis de verlo, es muy educativo.
El enlace es el siguiente: http://webtv.tvmediterraneo.es/video/?videoId=e-547
¿Hemos superado la crisis?
Artículo publicado en el boletín nº 26 de primavera de 2014 de la «Asociación Resurgir» de Huelva en su página 7
Crónica del encuentro de profesionales cristianos en Huelva
¿Hemos superado la crisis? Esta es una pregunta recurrente ante la que parece que no hay una única respuesta. Ante los mensajes optimistas del gobierno, que siempre (sea cual sea el color del que manda) va a intentar mostrar la cara más amable de su gestión, existe una población que mira a su alrededor y no ve grandes signos que justifiquen el optimismo desbordado que emana de unos políticos inmersos en una campaña electoral. La oposición, por su parte, se debate entre decir que no es oro todo lo que reluce (y pagar caro su pesimismo ante una población ávida de buenas noticias) y sumarse al carro de la recuperación para explicar que ellos podrán gestionarla bien. Ante esta realidad, quiero ofrecer un análisis sosegado y prudente sobre lo que está pasando en la economía para intentar responder a la pregunta que encabeza este artículo.
En primer lugar hay que señalar que en toda crisis (ya sea esta personal, económica, social o política) hay un momento en el que se toca fondo, en el que ya no se puede ir a peor. En la actual situación parece que hemos llegado a ese punto, que estamos en el punto inferior de la crisis. Si en lugar de estar en lo más hondo, siguiese incrementándose el paro, continuase reduciéndose el Producto Interior Bruto y creciendo la pobreza y las desigualdades durante mucho tiempo, nuestro panorama sería realmente muy desalentador. Pero todos los indicadores nos hacen pensar que esto ya no va a pasar, que realmente estamos en un punto en el que no vamos a ir a peor, y esto parece una buena noticia.
Realmente, después de siete años de un desempleo creciente y con unos niveles de crecimiento económico ridículos, parecía que era la hora de llegar a este punto. Si observamos al anterior gran crisis que tuvimos en nuestro país (la de los años setenta) esta fue la cantidad de años que necesitó la economía para comenzar a crear empleo mientras que los años de muy bajo crecimiento o decrecimiento fueron solo cuatro. Sería pues deseable que, si se confirma lo que todos los indicios parecen mostrarnos, estemos en la base del comienzo del despegue hacia una etapa de mejora económica.
Sin embargo, los datos macroeconómicos siguen sin ser demasiado buenos. Estamos en un panorama de bajadas de precios que no ayuda a la recuperación (si los precios bajan se aplazan las compras no necesarias, se compra menos y la economía no avanza), la deuda pública es más alta que nunca, el déficit estatal sigue siendo algo, el crecimiento económico se recupera pero sigue siendo muy bajo y se sigue destruyendo empleo a pesar de las cifras de paro registrado del mes de abril (que reflejan el crecimiento de la semana santa como las de diciembre reflejaron el de las vacaciones navideñas).
Sin embargo, estas malas cifras no han sido óbice para que hayamos recuperado la confianza de los prestamistas/inversores internacionales. Esto, además, es un motivo de alegría para algunos y una prueba del éxito de las políticas gubernamentales. Y digo esto, porque desde el principio, el principal objetivo de todas las políticas económicas del gobierno español (comandado por la Unión Europea) ha sido este, que los prestamistas/inversores internacionales no perdiesen y volviesen a invertir en nuestro país. Es evidente que esto se ha logrado. Por un lado, muchas de las deudas que se tenían con ellos, ahora se tienen con el Estado. Este pagó a los prestamistas/inversores con el dinero público y ahora es él a quien se le debe el dinero. Por otro, los precios han bajado tanto en España que los prestamistas/inversores extranjeros vuelven a ver atractivo comprar o financiar en España a precios de ganga para vender en un futuro no muy lejano logrando (eso esperan al menos) pingües beneficios.
Además, los prestamistas/inversores internacionales han disipado sus dudas iniciales. Cuando comenzó la crisis tenían una gran desconfianza en nuestro país y en el resto de la Unión Europea, pensaban que se podían tomar decisiones para solventar al crisis que fuesen en contra de sus intereses y que les hiciesen perder dinero. Ahora ya saben que esto no ha sido así, que de los posibles caminos que se podían tomar para superar la mala situación, se tomó aquel que menos problemas les suponía y con el que iban a minimizar las pérdidas. No solo eso, sino que han conseguido garantizar que esto va a seguir siendo así durante los próximos años lo que les permite volver a financiar con seguridad y garantías.
Los cambios que ha propiciado esta crisis y sobre los que se ha asentado la incipiente recuperación, han ido encaminados a que los inversores-prestamistas sigan teniendo un entorno favorable para materializar en beneficios sus negocios financieros con el mínimo riesgo. Cabe preguntarse, con toda legitimidad, si este era el camino más adecuado, si la refundación del capitalismo de la que habló Nicolás Sarkozy cuando comenzó esta crisis es esto: un mundo más fácil para aquellos que se dedican a las finanzas.
Y también cabe preguntarse por aquellos que están asumiendo los costes de esta situación desastrosa. Sabiendo que los niveles de empleo previos a la crisis de los años setenta tardaron veinte años en volverse a alcanzar ¿Podemos esperar un ritmo rápido de recuperación en nuestro país? Y si avanzamos pero muy poco a poco ¿Qué va a pasar con todos aquellos que siguen en una situación crítica? ¿No siguen ellos estando en crisis y hundiéndose a pesar de la situación general?
Conference in the Society for International Development. Final Summary
On 14 April 2014, SID NL welcomed Enrique Lluch Frechina, Professor of Economics and Economic Ethics at the University CEU Cardenal Herrera, to give a lecture about the diverse solutions citizens put into practise in times of crisis. He mainly addressed the current economic situation in Spain. The discussion was moderated by Sandra Rottenberg, Board Member of SID NL and Director of “De Globaliseringslezing”.
Introduction
Before beginning his lecture, Enrique Lluch Frechina was asked by Sandra Rottenberg about a comment he made earlier about statistics. According to Frechina, the criteria of national statistics are often changed by the government, so that poverty and inequality are masked. In 1988 the government finished with a research on poverty and inequality on mandatory demand of the European Union, yet Spain changed all the criteria in this survey. While working with this data Frechina experienced a lot of problems since it was so inconsistent. Therefore, Frechina accumulates his own statistics with the FOESSA foundation, to map social injustices and exclusion. According to the data he collected, the national available income per capita has decreased with almost 15 per cent. Youth unemployment has risen to around 55 per cent of the population. There are approximately 1.8 million families in Spain whereby no family member is employed. To give an indication of the future prospects, the last crisis in the 1970’s took Spain 20 years to recuperate from.
Individual Solutions
The number of people receiving government support has more than doubled in the period between 2007 and 2011. Depending on the autonomous community, families receive between 300 and 658 Euros of (public) support. Gas and water as well as public transport prices have gone up, while people have lower or even entirely lost their incomes. Families are often the main ‘institution’ to provide for the unemployed. Many people, often with ages above 30 are moving back in with their parents.
Older people who had good salaries their entire life are now receiving pensions that are proportionally bigger than most incomes. This distribution of wealth seems not only inefficient, since these retired people already have enough money, it is often perceived as unfair. The employed of this generation have to work more to make these pensions available in times of crisis. Many are not even building up pensions for themselves. The solutions that are put into practice by Spanish people are unsurprising; people acquire several temporal jobs, or keep their old job under worse conditions and lower wages. Furthermore, informal labour is on the rise and people stop buying luxury goods.
The migration to other countries, even overseas to Latin America is often mentioned as an individual solution to the crisis. However, there are no clear statistics since the government does not differentiate between natives or naturalised Spaniards. This is why, according to the statistics, Ecuador is the fourth biggest migration-destiny, (Ecuador can hardly be labelled a vibrant economy as it is one of the poorest countries in Latin-America). The (native) Spaniards who do migrate are often qualified and education, albeit they do not leave the country in large numbers as was the case in the 60s and 70s.
Contrary to our expectations, alternative economic strategies such as responsible local consumption, cultivation of own food, becoming self-sufficient, creating barter structures, time banks or social money, assembling in consumption groups, switching to bike transportation or buying goods on second hand markets are not yet very popular among Spanish people. Yet, a change in mentality is underway.
To conclude
Frechina is very critical about the strategies Spanish people pose as solutions, though there are some positive changes. A minority is finally recognising the problems of the poorest groups in society. Government policies that do not address the growing inequality are starting to receive more criticism. Moreover, a minority is using ethical banks and are starting to buy in a more conscious and responsible way. According to Frechina most importantly, Spanish people realise that living with less is not a big problem if you can meet your basic needs. To have more goods does not automatically imply that one has a greater welfare; therefore relational goods are gaining importance as a way to measure welfare. Needs and desires should be distinguished, goods that represent status should be reconsidered. Businesses should take more social responsibility and should care less about profits for shareholders.
Discussion
Sandra Rottenberg mentioned the Spanish immigrants from the 1960s and 1970s that came to the Netherlands and who were actually worse off than the Spaniards that stayed in their home country. Furthermore, because Spain is a rural society, people are more rooted in the village they live in. According to Rottenberg this is why the Spanish are not so willing to emigrate.
When asked about the general atmosphere, Frechina answered that in Spain most people do not show frustration. However, people have decided to stop reading newspapers, stop watching the news and they have lost interest in politics altogether. The bad news in the media leaves a negative impression of politics which results in despondency. The government appears to be positive because the economy is growing once more and the investors are returning. Yet, Spanish people are still left without jobs.
Does it appeal to Spanish people that they are part of the European Union? Spain receives the most European students, yet Frechina thinks this is because of the beach and the “fiestas”. But the actual European feeling is only vivid amongst educated people. The support people used to have for Europe has vanished. Frechina also informed that although education is free, since last year students do have to pay if they remain longer in school than necessary, which is disadvantageous to the poorest.
A question from the audience was if alternative economy approaches such as the “Vivir bien” ideology of indigenous populations in Ecuador and Bolivia serve as an inspiration to Spaniards. To a minor extent they do, yet the focus is very different. The “Vivir bien” economy comes from Marxist, indigenous and ecological currents. It is very mixed, they are especially thinking about the rights of the natural resources. A similarity between the “Vivir bien” and the Spanish approach is the rejection of the thought that “having more is our only goal”. Acknowledging economic growth as the main goal promotes selfish behaviour of the human being. This is contrary to the way we educate our children, since being selfish is usually taught to be a negative characteristic.
So why have Spanish people chosen individual strategies over social and political movements that might have a bigger chance of addressing the root of the problem? Of course there is the 15-May Movement –the Spanish equivalent of the Occupy Movement-, but it had little or no impact. There was no desire to form a political party. People are worried about personal problems and find it hard to see their problems generalised in legislation.
On a last note, Frechina once again stressed the need for people to be aware that “having more” is not a sustainable path to the future since it brings out the selfish part of humanity.
Qué podemos aprender de una economía como la española
Vídeo que resume la conferencia que impartí en Amsterdam el pasado 14 de abril invitado por la Society of International Development y que se titulaba learning from a stagnating economy
Lampedusa, una vergüenza
Artículo publicado en Cresol, nº 117, noviembre 2013, pág: 20 y 21
Si quieres acceder al texto completo, puedes hacerlo en http://www.revistacresol.com/–lampedusa,-por-e.-lluch.html
Conferencia «Nuevos modelos de economía»
El próximo Jueves 26 de Septiembre, con motivo del 50 aniversario de Cáritas Diocesana de Teruel y de Albarracín, impartiré una conferencia en el salón de actos de la CAI en Teruel (C/ Joaquín Arnau, 3) que se titulará: «Nuevos modelos de economía» En la que describiré por qué hay propuestas que quieren modificar la manera en la que organizamos nuestra economía y cuáles son las principales propuestas que hay en este momento.
La charla será a las 20:00h y espero que quienes seáis de esta bonita ciudad y provincia, podáis acercaros a escucharla.
Hacia dónde dirigir el sistema financiero
Artículo publicado en Noticias Obreras, nº 1550, Agosto de 2013, pág: 12-13
Para casi todos aquellos que hayan observado con cierto detenimiento la venida de esta crisis y su evolución, parece evidente que debemos modificar la estructura de nuestro sistema financiero global. Este va a ser el tema del presente artículo, sugerir una serie de medidas que creo que serían positivas para lograr este objetivo. Voy a dejar a un lado el asunto del Banco Central Europeo, del euro y de su política monetaria. Parece bastante evidente que su organización y estructura no colaboran en exceso en la superación de la crisis, pero no voy a tratarlo en este artículo sino que voy a centrarme en otros aspectos del sistema financiero.
En primer lugar, pienso que uno de los grandes problemas con los que nos encontramos es el carácter sistémico de muchas de las entidades financieras. El gran tamaño que han adquirido durante los últimos años debido a fusiones, absorciones y políticas diversas de reducción de número de entidades e incremento programado de su tamaño, ha hecho que sea muy problemático dejar caer una entidad financiera. Si se hace, hay peligro de que caigan las otras el lo que podríamos describir como un efecto dominó. Esto provocaría que el Estado no tuviese suficientes fondos para garantizar los depósitos de las entidades quebradas lo que llevaría al colapso total del sistema. Por ello, el Estado se ve en la obligación de rescatar la entidad con problemas.
La solución a este problema pasa, desde mi punto de vista, por limitar el tamaño de las entidades financieras. Debemos buscar un sistema financiero que tenga una competencia real y que no trabaje como un oligopolio (pocas empresas con gran poder de mercado). De este modo, si alguna entidad financiera lo hace mal, se puede dejar que esta caiga garantizando sus fondos a los depositantes y no serían necesarias intervenciones estatales. Además, aumentaría la competencia y los grandes préstamos podrían seguir dándose a través de la costumbre de cooperación entre varios bancos para repartir riesgos (comportamiento habitual en los bancos)
Otro de los problemas observados durante la gestación de la crisis ha sido el número de intermediarios que había entre el prestamista último y quien recibía la financiación. Me contaba una amiga que trabaja en banca privada cómo antes de la crisis le había garantizado a una señora mayor que su dinero estaba en un producto seguro. Para ello había adquirido renta fija de una prestigiosa entidad bancaria suiza. Esta había utilizado esos fondos para prestar a otra entidad inglesa (también prestigiosa) que a su vez había adquirido otro producto financiero en Estados Unidos con el que se había financiado a una entidad que había utilizado este dinero para realizar un préstamo hipotecario de alto riesgo. Si contamos, desde la señora mayor (prestamista última) hasta quien recibe el préstamo hipotecario hay cinco intermediarios (incluyendo mi amiga y el producto financiero estructurado) Cuando la crisis financiera estalló, esta señora se quedó sin su dinero prestado de una manera (teóricamente) segura y mi amiga no sabía como explicárselo… En una opción inteligente, la empresa en la que trabaja mi amiga decidió no volver a realizar operaciones en la que hubiesen más de dos intermediarios entre el prestamista y el receptor del préstamo. Creo que esta política debería generalizarse y resultar en una norma de obligado cumplimiento que mejoraría la gestión financiera y la transparencia (de la que voy a hablar a continuación)
Otro de los problemas que tenemos en nuestro sistema financiero es que desconocemos, con frecuencia, hacia donde dirige la entidad los fondos que le dejamos. Como lo único que parece preocuparnos es el rendimiento que esta nos ofrece, nos despreocupamos del destino final de nuestros fondos. Ello puede provocar situaciones como que estemos financiando de una manera indirecta a entidades cuya actuación vaya totalmente en contra de nuestras convicciones o de aquello por lo que estamos luchando. Por ello, debemos lograr mejorar la cultura financiera y concienciar a los clientes para que exijan a sus entidades transparencia, de manera que no les dejen el dinero si estas no son capaces de explicarles cuál es el destino final del mismo o cuáles son los criterios de financiación que aplican a sus operaciones… Lograr un sistema financiero en el que se priorice el conocimiento del destino de lo prestado en lugar del rendimiento es una de las labores de cultura financiera más importantes a realizar.
Los productos derivados son otra de las cuestiones que creo habría que abordar. Se trata de productos financieros en los que no se presta a nadie, sino que se pretende asegurar un riesgo. Por ejemplo, compro dólares para dentro de tres meses fijando el precio y la cantidad comprada hoy. Cuando llega la fecha, si el precio de mercado es inferior al de compra, el vendedor ha ganado ya que puede comprar los dólares en el mercado y vendérmelos a mi más caros. Por el contrario, si el precio de mercado es inferior, soy yo el que gano pudiendo comprar los dólares y venderlos el mismo día más caros ganando una plusvalía. Con frecuencia ya no se hace ni esto. En el primer caso yo le pago al vendedor la diferencia para que tenga ya las ganancias y viceversa.
Estos productos resultan en una manera fácil de ganar dinero (si aciertas claro) y además de utilizarse para proteger un riesgo, también se hace para adquirirlo. De hecho, la negociación de esta clase de productos se ha incrementado mucho en las últimas décadas. Mi opinión es que no deberíamos prohibirlas pero sí asimilarlas a las apuestas, que fuesen las casas de apuestas quienes las gestionasen y que pagasen, consecuentemente, el impuesto sobre el juego. Esta medida incrementaría la recaudación del sector público pero, sobre todo, reduciría la utilización incorrecta de este tipo de productos.
Por último, no me resisto a añadir dos medidas de una manera telegráfica. Por un lado deberíamos acabar con los paraísos fiscales, es decir, con aquellos lugares en los que el dinero no tiene que pagar impuestos o estos son tan reducidos que impulsan a las grandes fortunas y empresas a asentarse en ellos. También creo que ante el problema de la falta de financiación a proyectos empresariales reales deberíamos subir los impuestos a la adquisición de activos financieros. Creo que la pregunta clave es ¿Por qué si compramos pan pagamos IVA pero si compramos una acción no? La adquisición de productos financieros debería ser gravada al igual que sucede con los productos de consumo. Con ello el crédito a la economía real recuperaría atractivo y se reduciría la gran cantidad de inversiones meramente financieras que se dan en la actualidad.
¿Por qué es importante el sector financiero para una economía?
Artículo publicado en el Noticias Obreras, Nº 1.549, Julio 2013, Pág: 12 y 13
Dar crédito, esta expresión tiene un doble sentido en nuestro idioma. Por un lado está el literal, es decir, dejar a alguien un dinero para que lo utilice a cambio del pago del pago de un interés, que viene a ser el alquiler por poder utilizarlo durante un tiempo. Pero también tiene un sentido figurado que significa que confiamos en una persona o en un mensaje. Damos crédito a algo o a alguien cuando creemos que es de fiar, cuando consideramos que hay algo que nos asegura su veracidad, cuando sabemos que podemos depositar en ello nuestra confianza. Este dar crédito es lo que hay detrás de un sistema financiero sano. Para que funcione de una manera correcta necesitamos que una sociedad en la que exista confianza y fiabilidad. Sin ellas, un sistema financiero no funcionan.
Pero ¿por qué es importante que el sector financiero funcione bien para una economía? Muchas son las causas que podríamos aducir aquí, pero me voy a centrar en las más importantes. La primera es que el sector financiero incluye al Banco Central que es quien emite la moneda de un país. Es importante tener una moneda estable que nos sirva para realizar los intercambios. Cuando se pierde confianza en el sistema financiero, la moneda deja de ser apreciada y se puede producir un alza de precios tal, que las personas dejen de confiar en ella y se vuelva a utilizar el trueque para intercambiar los productos. Aunque el trueque es positivo en algunas situaciones particulares, no es factible en una economía compleja, se necesita alguna forma de dinero que facilite los intercambios. De hecho, hasta los mismos esquemas de trueque existentes en la actualidad, tienen alguna forma de dinero (aunque sea en vales por hora de trabajo) que realiza esta función.
La siguiente importante función del sistema financiero es que nos permite ahorrar. El ahorro es importante porque gracias a él podemos, por un lado, reservar dinero para realizar compras grandes en el futuro (una casa, un automóvil, un viaje), por otro guardar para tener unos fondos que nos permitan afrontar gastos imprevistos o una futura bajada de ingresos (desempleo, jubilación) y por último invertir en un negocio o en educación para tener más ingresos en el futuro. El sistema financiero nos facilita ahorrar con seguridad, sabiendo que no vamos a perder nuestro dinero. El entramado financiero, los bancos, el sistema en su conjunto y el respaldo público nos permiten tener una mayor seguridad de que nuestros ahorros no se van a perder.
Otra función importante es la de facilitar las actividades económicas. El hecho de profesionalizar la intermediación financiera, permite que aquellos que quieren montar un negocio o una actividad económica para ganarse la vida, puedan lograr el dinero que necesitan pidiéndolo prestado y pagando unos intereses aceptables. Lo mismo sucede con aquellas familias que quieran comprar una vivienda o cualquier otro bien caro y todavía no tengan los suficientes ahorros para hacerlo. La posibilidad de poder pedir prestado este dinero con unas condiciones que no sean abusivas y que les permitan afrontar los pagos posteriores que tienen que realizar, es deseable en nuestra sociedad y nos permite disfrutar de bienes cuando los necesitamos aunque no tengamos suficiente dinero para hacerlo.
Se pueden resumir estas ventajas en que la existencia de intermediarios financieros, que reciben el dinero de los ahorradores y lo canalizan hacia los prestatarios, hace que se reduzcan los riesgos y se incrementen las posibilidades. Un ejemplo nos permitirá entender esto. Si yo quiero comprar una casa y con mis ahorros no tengo suficiente para hacerlo, en el caso de que no existiesen los intermediarios financieros (como un banco) me sería difícil encontrar a alguien dispuesto a pagarme la cantidad que yo necesito en el plazo temporal que yo deseo. Los bancos y los intermediarios financieros facilitan esto. Ya no es necesario encontrar a esa persona, el banco recibe fondos de varios ahorradores en diferentes combinaciones y con ellos puede prestarme en las condiciones que son mejores para mi. Por lo tanto, todos ganamos, los ahorradores, los que piden préstamos y el mismo intermediario financiero que recibe unos ingresos por el servicio prestado.
Por todo ello un sistema financiero que funcione correctamente y unos intermediarios financieros que realicen bien su función, son imprescindibles para el correcto desarrollo de una economía compleja. La capacidad de invertir, de poner en marcha nuevos proyectos, de ahorrar para el futuro… necesitan de este buen funcionamiento del sector financiero. Cuando este no existe, aparece la figura del usurero que aprovecha su riqueza para prestar a los necesitados a unas condiciones leoninas que les imposibilitan la devolución de lo logrado y el pago de los intereses debidos.
El problema se da, cuando estas funciones no se cumplen bien, cuando el sector financiero no garantiza estas ventajas a la sociedad. Esto puede darse cuando no se controla bien la emisión de la moneda y la depreciación de su valor lleva a una inflación galopante que dinamita todo el sistema financiero. Pero también se da cuando el sistema financiero y sus instituciones olvidan su función que tienen de estar al servicio de las personas y de la economía y, en lugar de reducir riesgos y ayudar a cumplir los objetivos de personas e instituciones, los riesgos se incrementan, se realizan actuaciones movidos únicamente por el afán de lucro de quienes son propietarios del dinero y pasan de estar al servicio del resto de la sociedad, a que ésta tenga que amoldar sus actuaciones a lo que desean quienes prestan en los mercados financieros.
La crisis financiera ha tenido mucho de esto ya que las prácticas que se llevaron a cabo en los años de bonanza nos abocaron a una falta de confianza generalizada, y las soluciones que se están arbitrando no parece que estén llevando a que el sistema financiero cumpla bien su función benéfica para la sociedad en su conjunto. Por ello parece que es momento de realizar una reforma del sistema en su conjunto que permita que este cumpla bien su cometido final. En el próximo número daré una serie de indicaciones que sugieren hacia dónde podría ir este cambio del sistema financiero y cuáles podrían ser sus principales medidas.
PARA ENTENDER QUÉ PASÓ CON LAS PREFERENTES
Artículo publicado en la revista Icono Junio 2013, páginas 10 y 11
Una historia local
Recuerdo que hace un tiempo mi padre me vino a consultar sobre un producto que le habían ofrecido en su oficina bancaria. Le habían propuesto que sacase dinero de sus depósitos para ponerlo en un producto denominado “preferentes” en el que le iban a dar un rendimiento mucho mayor sin demasiado riesgo. Quería saber qué de verdad había en esto. Le expliqué de una manera sencilla que las preferentes eran una especie de acciones de la caja de ahorros (esto no es muy riguroso pero es fácil de entender) y que podía perder todo su dinero o pasar a ganar poco, ya que los rendimientos que daban dependían de la marcha del banco.
Mi padre no quería riesgos sino seguridad para su dinero así que volvió al banco, le dijo a la directora que declinaba su ofrecimiento y que, desde su punto de vista, estaba engañando a la gente ya que las preferentes no eran productos seguros. Evidentemente, no todas las personas de mi población tienen un economista en la familia, ni todas consultan estas cosas con alguien que sepa un poco sobre ellas, por lo que algunas pasaron sus pequeños ahorros de siempre a las preferentes y, cuando se dieron cuenta de que habían perdido su dinero se sintieron estafadas y descargaron su ira contra la directora de la oficina (hubo hasta amenazas verbales y momentos muy tensos).
¿Por qué sucedió esto?
El análisis de esta estafa a pequeños ahorradores que compraron un producto que no entendían pensando que era seguro nos lleva a tres causas que confluyeron en ella:
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Las cajas de ahorro querían expandirse y prestar más para ganar más y no tenían financiación para hacerlo. Este era un buen sistema para conseguirlo
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Los directores de las sucursales bancarias trabajan por objetivos, de modo que la alta dirección les puso un objetivo de colocación de preferentes entre sus clientes y ellos se vieron obligados a cumplirlo para no perder su trabajo o su puesto. Además, muchos de ellos no entendían bien qué era ese instrumento financiero, solo leían la información de venta que les venía preparada e intentaban alcanzar las cifras de venta que les venían dadas.
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El ahorrador se veía atraído por la alta rentabilidad que le ofrecían con las preferentes. Pensaba que esto le iba a llevar a ganar más y además estaba engañado con respecto a la seguridad que tenían. Por ello prefería sacar su dinero de los depósitos atraído por estos rendimientos superiores.
¿En qué nos equivocamos?
No voy a entrar en los puntos uno y dos, ya que estos hablan de la responsabilidad que tuvieron las cajas de ahorro a la hora de comercializar estos productos. De ello se ha hablado mucho y no es este el foro para insistir en este aspecto sino en el nuestro, en el de los clientes de una entidad bancaria. Se nos ha metido en el fondo de nuestro ser que el objetivo del dinero que tenemos en el banco es el de lograr el máximo rendimiento posible. Por ello miramos los intereses que nos dan y si estos son bajos y tenemos algún amigo o familiar que nos dice que gana más, nos sentimos mal, nos parece que estamos haciendo el tonto con nuestro dinero y no le estamos sacando el rendimiento que podríamos. Esto hace que, cuando nos ofrecen un producto financiero con el que podemos ganar más, nos ceguemos y pensemos que por fin ya vamos a ganar lo que nos merecemos.
Exigir transparencia y ética
Sin embargo no es esto lo que nos va a llevar a darle el verdadero sentido a la actividad bancaria y financiera. Benedicto XVI nos ha llamado a construir una estructura ética de los mercados financieros y los clientes podemos participar en esta labor. Para ello, debemos exigir transparencia a los bancos para que nos informen hacia donde dirigen el dinero que les dejamos. Así, podríamos elegir el banco o el producto, no por el rendimiento que este nos da, sino por a quien se le va a prestar nuestros ahorros.
Esto también supone que dejemos en un segundo plano el criterio del rendimiento. Si sabemos que con nuestro dinero el banco está financiando causas justas o proyectos positivos para la sociedad, podemos estar dispuestos a recibir menos rendimiento porque esto supone que, a su vez, se le está cobrando menos a quien se le presta. Así, ganaremos nosotros, aunque no tanto; ganará el que pide prestado, porque le saldrá más barata la financiación; y saldrá ganando la sociedad porque se potenciarán proyectos positivos para ella. Esta exigencia de transparencia y ética con la amenaza de llevar el dinero a otro banco, será nuestra colaboración a una regeneración ética de los mercados financieros y nos inmunizará ante posibles estafas futuras amparadas en unos rendimientos superiores.
La permanencia en el Euro y su coste social
Artículo aparecido en Desigualdades y Derechos Sociales, Análisis y Perspectivas 2013, pág: 56-65, Cáritas Española Editores, Madrid, ISBN: 978-84-8440-556-6
Podéis encontrar el texto completo de la publicación en: http://hdl.handle.net/10637/9440
Cuando uno lee artículos y libros que hablaban sobre la moneda única en los años previos y contemporáneos a su implantación en la Unión Europea1 puede sorprenderse al ver previstos los actuales problemas de la eurozona con una exactitud asombrosa. La descripción que aparece en ellos sobre por qué podía considerarse que Europa no es una “zona monetaria óptima” y cómo esto podría provocar disfunciones como las que estamos observando en la actualidad, nos muestran que lo que está pasando estaba dentro de las posibilidades que se barajaban previamente.
Esta constatación hace que exista una corriente de opinión que se plantee seriamente si es conveniente mantenerse en el Euro o abandonarlo y seguir una senda nacional como la que se llevaba con anterioridad. Ante esta la corriente principal del pensamiento (representada por nuestros gobernantes en toda Europa) pone al euro como la prioridad de nuestra política económica común y no se plantea en ningún caso abandonarlo.
Este artículo pretende partir de las ventajas que han llevado a la implantación del Euro. Una descripción detallada de las mismas nos permitirá saber qué es lo que ha motivado el entusiasmo de multitud de estadistas ante este proceso de integración económica2. En segundo lugar se verán los problemas que genera la manera en la que hemos articulado esta moneda única, refiriéndonos tanto a la organización económica derivada de la Unión Monetaria Europea (UME) como al papel que juega en la misma el Banco Central Europeo (BCE). Por último, ante estas dos realidades contrapuestas (ventajas y desventajas) y la situación de crisis social que estamos viviendo con un claro incremento de la pobreza, la privación y las desigualdades en nuestros países, se introducen las opciones que tenemos para afrontar esta difícil situación
Ventajas del euro
A la hora de describir las ventajas que tiene el euro para la Unión Europea, creo que el Banco Central Europeo (2008:13) las sintetiza de una manera muy clara:
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La rebaja de costes de cambio de divisas y de aseguramiento de riesgos ligados a estas
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La eliminación de barreras a la libre circulación de personas, bienes, servicios y capitales, así como el fomento de la competencia dentro de la UE
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La transformación de los mercados financieros y de los resultados macroeconómicos del conjunto de la Unión Europea
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El incremento de las transacciones y de la inversión entre países de la Unión Europea
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La importancia de la moneda a nivel internacional en la medida que se incrementan los flujos financieros en euros
Todo ello se consigue a través de una política de mantenimiento de los precios y de lucha contra la inflación que es el principal objetivo de la política monetaria del BCE: “la estabilidad de precios es la contribución más importante que la política monetaria puede ofrecer para conseguir un entorno económico favorable y un elevado nivel de empleo” (BCE, 2004: 10)3
Resulta evidente que la estabilidad de precios se ha conseguido en la Eurozona durante los años de implantación del Euro. Su tasa de inflación solo superó el 3% en 2008 (Eurostat, 2011:84) y ello, además, se ha conseguido con unos tipos de interés oficiales bajos4 que favorecieron, a su vez, el alto nivel de endeudamiento que se dio durante los años previos a la crisis. Sin embargo, no es tan evidente que esta política de estabilidad de precios esté consiguiendo un entorno económico favorable y un elevado nivel de empleo, y si no, a la realidad que observamos día a día me remito para justificar esta afirmación.
Si se analizan con más profundidad las ventajas que se han defendido para justificar la moneda única, podemos observar como la práctica totalidad de ellas se centran en el sector financiero y en la mejora del entorno empresarial. Sin embargo, la moneda única no se pone al servicio de ningún objetivo social. La moneda única no pretende mejorar las condiciones de vida de los que peor están, ni asegurar un nivel de vida digno para toda la población de la Unión Europea, sino mejorar el funcionamiento del sistema financiero de modo que se traduzca en incremento de la inversión en estos mercados y asegurar una mayor competencia entre las empresas europeas.
Problemas de la moneda única
Desde el momento en el que se plantea la posibilidad de crear una moneda única para la Unión Europea, se abre un amplio debate sobre las consecuencias que esto podría tener sobre las economías de los países que se sumasen a la misma. Desde el principio se ve que no todo son ventajas en este proceso. Sus principales inconvenientes se agrupan en tres dimensiones: la pérdida de la autonomía para realizar determinadas políticas, la estructura del Banco Central Europeo y la falta de condiciones para que la Eurozona se considere una “Zona monetaria óptima”
Pérdida de autonomía
Los dos principales costes en los que incurre un país cuando entra en una moneda única son que pierde la posibilidad de actuar sobre su tipo de cambio y de tener una política monetaria autónoma. Esto supone que el país renuncia a la posibilidad de realizar devaluaciones competitivas de su moneda que le permitan abaratar sus exportaciones e incrementar sus ventas en el exterior para compensar, así, la falta de demanda interna y el incremento del desempleo. Aunque a largo plazo, esta política puede no tener grandes consecuencias, a corto sí que puede evitar una reducción elevada de la producción que lleve a unos niveles de desempleo elevados (De Grauwe, 2003: 35-37)
En cuanto a la política monetaria, renunciar a ella impide que el Estado en cuestión pueda realizar una política expansiva para estimular la demanda y lograr mejorar el crecimiento y el empleo o una contractiva cuando el crecimiento provoca problemas de sobrecalentamiento de la economía. Del mismo modo, impide el señoreaje, es decir, la financiación del sector público a través de emisiones de dinero, que puede bajar, en un determinado momento, el nivel de deuda y el montante de intereses que tiene que pagar el Estado.
Esta pérdida de instrumentos de política económica por parte de un Estado puede llevarle, en el caso de que tenga una situación de contracción de la economía sufrida solamente por él y no por el resto de los países que tienen la misma moneda, a que sufra una contracción económica exagerada con unos altos niveles de desempleo que no pueda ser compensada a través de estas políticas. Ante esta realidad el Estado puede realizar una política fiscal expansiva incrementando su déficit, confiando en que el mercado financiero único le permita encontrar fácilmente financiación barata. Sin embargo, si los mercados no confían en el país (por la circunstancia que sea), la prima de riesgo que tiene que pagar puede incrementarse mucho5 y llegarse a cerrar los mercados financieros (como le sucedió a Grecia) dando al traste con sus intentos de recuperación económica.
El Banco Central Europeo
El mandato que tiene el Banco Central Europeo es el de lograr la estabilidad de precios, teniendo en cuenta el crecimiento económico y el desempleo siempre que estos no vayan en contra de su principal objetivo (BCE, 2004: 9-10). Ahora bien, cuando se decidió qué modelo de Banco Central se seguía para organizar el BCE, se optó por el modelo alemán de un BCE que priorizase la estabilidad de precios y que además fuese independiente de la política, frente a otro modelo (el de la Reserva Federal Estadounidense, por ejemplo) en el que el grado de independencia del poder político es menor y tiene como objetivos añadidos la estabilización del ciclo económico, el mantenimiento del empleo y la estabilidad financiera (que era el mayoritario en los países de la UE). Por ello, ante problemas económicos graves, la actuación del Banco Central Europeo se centra en mantener baja la inflación, sacrificando cualquier medida que no ayude a este fin.
El hecho de que los gestores del BCE sean independientes, no dependan del poder político y no tengan unos órganos de control y fiscalización fuertes dificulta mucho quitarlos de su posición en el caso de que no lo hagan bien o cambiar el modo de funcionamiento de la institución. Ello nos lleva a una institución difícil de reformar y que está marcando la manera de realizar política económica en la eurozona. De hecho, como afirmaba De Grauwe (2003: 163) “Es difícil ver cómo los políticos europeos pueden continuar apoyando una institución a la que han delegado un gran poder y sobre la que tienen muy poco control. Los conflictos entre el BCE y los gobiernos europeos se incrementarán cuando se perciba que el BCE hace poco o nada para evitar recesiones y un incremento del desempleo”6
¿Una zona monetaria óptima?
Los desequilibrios que se dan en uno de los países de la Unión Europea y que no se dan en otro, podrían compensarse a pesar de la pérdida de las políticas anteriormente nombradas, si existiesen dos condiciones que convertirían a la eurozona en lo que se denomina una “zona monetaria óptima”:
1.- Flexibilidad de salarios y movilidad laboral
2.- Transferencias fiscales en el área que compensaran los desequilibrios.
Ante unos desequilibrios económicos entre unas regiones y otras de la eurozona, la movilidad laboral permitiría que aquellos trabajadores que no encontrasen empleo en una de las naciones del área euro, se fuesen a otros países que sí tuviesen posibilidades de emplearlo, lo que reduciría el porcentaje de desempleados en el Estado con problemas. Además, la flexibilidad salarial permitiría que sus salarios se redujesen, gracias a lo cual recuperaría competitividad perdida y podría generar de nuevo empleo (a costa, evidentemente, de unos salarios inferiores).
La Eurozona no cumple este requisito. A pesar del incremento de emigrantes (especialmente jóvenes y formados) que está abandonando nuestro país, la cuantía total de esta emigración no es significativa. Además, si tenemos en cuenta que la Unión Europea en su conjunto tiene más inmigrantes de fuera de la propia UE que de dentro (Eurostat 2011: 150), no podemos más que confirmar que la movilidad internacional dentro de las fronteras de la UE no es la norma ni lo más habitual entre sus ciudadanos.
Del mismo modo, los salarios no son tan flexibles como para recuperar en un corto plazo la competitividad perdida. A pesar de los intentos para lograr una mayor flexibilidad en nuestro país, los niveles salariales no se bajan con tanta facilidad como sería necesario según esta teoría. A esto hay que añadir que, si bien es verdad que se recupera competitividad para poder vender más barato al extranjero, también lo es que unos menores salarios reducen la capacidad adquisitiva de los trabajadores nacionales y esto lleva a estrechar la demanda interna acrecentando su recesión.
Por otro lado, se encuentran las transferencias fiscales dentro de una zona monetaria. Tal y como muestran Sala i Martín y Jeffrey (1998) la política fiscal única de Estados Unidos y su capacidad para transferir dinero de unos estados a otros, es la que logra que los problemas económicos de uno de ellos no sean tan elevados como podrían serlo de no existir estas transferencias. Sin embargo, en la Unión Europea no existe un sistema fiscal único ni un mecanismo de transferencias o de pago de impuestos a la administración central de la UE tan desarrollado como en EE.UU7. Estos autores defienden que es más útil un sistema progresivo de impuestos (que rebaja las aportaciones al gobierno central cuando un Estado tiene graves problemas) que las transferencias que este pueda recibir del gobierno central.
Por otro lado, compensar este trasvase de rentas a través de un sistema financiero integrado que lleve a que las regiones que están en buen momento financien a las que lo están pasando peor, no tiene por qué funcionar siempre. Mientras que en momentos buenos estas financiación pueden ser suficientes, en otros, la prima de riesgo se eleva en exceso ahogando a los Estados con problemas (Eichengreen, 1998).
Hacia dónde podemos avanzar
De todo lo hasta aquí analizado, podemos deducir que las consecuencias perniciosas que está teniendo esta crisis sobre los sectores más desfavorecidos de la población española (y de muchas otras zonas de la eurozona), se ven incrementados por la estructura que configura la moneda única y la eurozona. Por un lado, esta no ha podido evitar la llegada de la crisis. A pesar de haberse logrado la estabilidad de precios en estos años, esta ha tenido un claro origen financiero que el Sistema Europeo de Bancos Centrales ha facilitado (incrementando la cantidad de dinero de la economía, no controlando el riesgo de los mercados financieros y no poniendo coto a las exageradas subidas de precios de los activos financieros e inmobiliarios).
Por otro lado, la capacidad de reacción de la estructura sobre la que se asienta la moneda única es limitada y produce un desempleo elevado en los países que más problemas tienen8 junto con desequilibrios financieros (intervenciones, prima de riesgo) y una falta de crecimiento preocupante.
Reafirmar lo que ya tenemos
Ante esta situación caben varios tipos de estrategias. La primera es la que se está aplicando en líneas generales en estos momentos. Su fundamento es que la estructura de la moneda única es correcta, que nos ha dado muchos beneficios y va a seguir dándolos en el futuro9, que “La Eurozona no puede decepcionar a los mercados”10 y que, por lo tanto, queremos seguir priorizando el euro como el más importante horizonte de la política Europea.
Esta postura lleva a mantener todo tal y como está y a buscar medidas que intenten que el sistema financiero europeo no se venga abajo del todo. Para ello se inyectan fondos a las entidades financieras y a los Estados con problemas (siempre teniendo mucho cuidado de que estos préstamos no produzcan inflación) y se imponen gravosos programas de ajuste que lleven a que estas entidades e instituciones limiten sus déficits y garanticen su futura viabilidad financiera.
Es evidente que estas políticas tienen un elevado coste social ya que este es el sacrificio necesario para lograr los objetivos deseados. Las reducciones de gasto y los incrementos de ingresos recaen sobre los trabajadores y sobre aquellos que no ganan su dinero en los mercados financieros.
Tender hacia una zona monetaria óptima
Otra posible salida (que es compatible en parte con la anterior) sería la de intentar acercarse a lo que se denomina una zona monetaria óptima. Para ello caben dos caminos: actuar sobre los mercados laborales a través de una flexibilización de los salarios y de un incremento de la movilidad de trabajadores entre países o centralizar la política económica en un gobierno europeo que tuviese una fuerte capacidad de redistribución gracias a un elevado presupuesto.
En cuanto a los mercados laborales, puede ser relativamente sencillo flexibilizar salarios para lograr que estos tengan capacidad de descender. Sin embargo, mejorar la movilidad de los trabajadores no es tan sencillo. Como demuestra la experiencia estadounidense (Eichengreen, 1998) la movilidad laboral no depende solamente de cuestiones legislativas. Un único mercado laboral puede tener barreras que impidan la movilidad, por lo que las medidas estatales tienen difícil hacer alcanzar avances significativos en este campo.
Con respecto a construir un gobierno con una capacidad presupuestaria suficiente para llevar adelante redistribuciones de renta eficaces a nivel europeo, parece bastante alejado del horizonte de la UE en estos momentos y difícil de conseguir a corto plazo.
Cambiar las prioridades y la estructura de la moneda única
Otro de los caminos sería cambiar las prioridades de la Unión Europea para orientarlas hacia los ciudadanos (y en especial a los más desfavorecidos) en lugar de hacia el mantenimiento de los mercados financieros. Ello se traduciría en un cambio del modelo de Banco Central Europeo, para que este priorizase entre sus objetivos la lucha contra el desempleo y la consecución de un mayor crecimiento, aceptando niveles superiores de inflación (sin provocar claro está, episodios de hiperinflación) e incorporando entre sus objetivos la lucha contra la inflación inmobiliaria o financiera.
Habría que acabar con los apoyos al sector financiero y utilizar estos para garantizar los depósitos de los ciudadanos de aquellas entidades que cayesen por sus problemas. Esto supondría, por lo tanto, un ajuste brutal del sistema financiero en el que aquellos que mayores inversiones tienen en él, perderían una gran parte de su dinero y solo quedarían aquellas entidades que han realizado políticas más conservadoras y menos arriesgadas. Al mismo tiempo habría que cambiar la regulación de los mercados financieros para garantizar que no se volviesen a dar los altos niveles de endeudamiento y de riesgo que se asumieron antes de la crisis.
Deberíamos aceptar la posibilidad de quiebra, de renuncia a una parte o a la totalidad de la devolución de la deuda por parte de los acreedores o de financiación directa por parte del BCE, a cambio de unos planes de ajuste que impidiesen futuros déficits elevados. La diferencia esencial con los planes observados en la primera estrategia es que el principal ahorro se daría por la eliminación del pago de intereses lo que permitiría reducir el déficit sin afectar a la demanda agregada y sin altos costes sociales. Del mismo modo, los prestamistas deberían dejar de ser los acreedores preferentes del sector público, esto sería una medida que también impediría al sector público endeudarse excesivamente ya que las instituciones financieras se lo pensarían dos veces antes de financiarlo con excesiva alegría.
Todo ello debería complementarse con una profunda unión fiscal y financiera (que fuese más allá de la unión bancaria aprobada hace poco). Comentar todas las implicaciones legales que debería tener este cambio de prioridades excede la amplitud de este artículo, pero sí que podemos afirmar que precisaría de un elevado grado de consenso a nivel de la eurozona para poder ser realizado.
Salir del euro
La última estrategia es la ruptura con el euro. Esta busca conseguir la independencia para plantear de una manera nacional, aquellos objetivos que no se consiguen de una manera conjunta. Esta posibilidad, una vez pasado el desastre financiero que podría suponer en un primer momento (Definida por Eichengreen, 2010:22 como “la madre de todas las crisis financieras”) permitiría al país tener su propia política monetaria, económica y de tipo de cambio que le llevase a lograr aquellos objetivos que la nación se plantease. Sin embargo, si esto rompiese al mismo tiempo la Unión Europea, se acabaría con todas las ventajas no económicas de la misma que han sido reconocidas por el premio nobel de la paz que acabamos de recibir y que han garantizado más de medio siglo de paz en los países incorporados a la misma.
Conclusión
La moneda única en Europa tiene unos objetivos claros que vienen bien definidos en los tratados de la UE y en los reglamentos y directivas pertinentes. Los principales gobiernos de la Eurozona también parecen compartirlos. Para lograrlos se dejan a un lado otras metas y por ello las políticas practicadas tienen estos costes sociales tan elevados. Se está dispuesto a asumirlos en la medida que no están dentro de las prioridades actuales.
Solamente si se cambian los objetivos prioritarios de la moneda única, se podrán establecer reformas que busquen mejorar la situación social en la UE. Ello supondría, claro está, sacrificios que recaerían sobre otros sectores, en especial el financiero, y sobre los países más ricos de la UE.
En este pequeño artículo he pretendido explicar los mecanismos que rigen en nuestra moneda única y porqué los ajustes planteados tienen estos elevados costes sociales. También he intentado esbozar algunas estrategias posibles ante la situación actual. Pienso que la política a practicar depende de las prioridades que nos marcamos y de qué estamos dispuestos a sacrificar. En estos momentos, se está dispuesto a asumir costes sociales para que la situación de los financiadores no empeore demasiado. Dejo a la opinión del lector la decisión sobre qué priorizaría él y qué clase de estrategia seguiría para mejorar la difícil situación en la que nos encontramos.
Bibliografía
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(2008) Boletín Mensual, 10º Aniversario del BCE, Frankfurt, BCE
Blanchard, Olivier Jean; Muet, Pierre Alain (1998) “La competitividadpor medio de la desinflación: valoración de la estrategia macroeconómica francesa” en Lecturas sobre unión económica y monetaria europea. Áreas monetarias óptimas. Evidencia empírica en Europa, Pág: 105-154, Madrid, Ediciones Pirámide
Calvo Hornero, Antonia (1999) “Los efectos económicos de la UEM: el efecto anticipación y el efecto sistémico” en Peinado Gracia, Mª Luisa (coord) Los mercados financieros españoles y la UEM, pág:47-69, 1ª Edición, Madrid, Editorial Cívitas.
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Eichengreen, Barry (1998) “¿Es Europa un área monetaria óptima?” en Lecturas sobre unión económica y monetaria europea. Áreas monetarias óptimas. Evidencia empírica en Europa, Pág: 21-52, Madrid, Ediciones Pirámide
(2010) “The Breakup of the Euro Area” en Europe and the Euro, Alberto Alesina and Francesco Giavazzi, editors, Pág:11-51, National Bureau of Economic Research- The University of Chicago Press, http://www.nber.org/chapters/c11654.pdf
Eijffinger, S. y de Haan, J, (2000) European Money and Fiscal Policy, Oxford, Oxford University Press
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Institute For New Economic Thinking (2012) Breaking the Deadlock: A Path Out of the Crisis, http://ineteconomics.org/sites/inet.civicactions.net/files/ICEC_Statement_23-7-12.pdf
Mundell, R (1961): “A theory of Optimal Currency Areas”, American Economic Review, 51
Sachs J. and Wyplosz, C. (1986): “The Economic consequences of President Mitterand”, Economic Policy, 2
Sala i Martín, Xavier; Sachs, Jeffrey (1998) “Federalismo fiscal y áreas monetarias óptimas: enseñanzas para Europa de la experiencia de EE.UU” en Lecturas sobre unión económica y monetaria europea. Áreas monetarias óptimas. Evidencia empírica en Europa, Pág: 155-189, Madrid, Ediciones Pirámide
1En la bibliografía se puede encontrar la referencia a alguna de estas publicaciones
2Para hacerse una idea de esta confianza, se puede acudir a dos publicaciones que se realizaron en el año 2001, financiadas por el ministerio de economía y por algunas importantes empresas privadas, que nos dan una idea de este entusiasmo por la moneda única de autoridades y responsables económicos de nuestro país (El país, 2001 y Cinco días, 2001)
3El Banco de España ofrece una relación de las ventajas de la estabilidad de precios que puede encontrase en el siguiente enlace: http://www.bde.es/bde/es/areas/polimone/politica/Los_beneficios_d/Los_beneficios__33560642abac821.html
4Que alcanzaron un máximo de 4,75% en 2000 pero que desde entonces han tendido a la baja y se hayan en cifras mínimas en este momento http://www.ecb.int/stats/monetary/rates/html/index.en.html
5Tal y como preveía Antonia Calvo en 1999 (Calvo, 1999:65) y como hemos experimentado en nuestro país durante los últimos años
6Traducción propia
7Hay que tener en cuenta que el presupuesto de la UE ronda el 1% del PIB de la Unión, mientras que el presupuesto de EEUU multiplica por treinta, aproximadamente, este porcentaje.
8Para ver las cifras del desempleo acudir a: http://ec.europa.eu/eurostat/product?code=une_rt_a&mode=view
9Ver las declaraciones al respecto emitidas por Mariano Rajoy en dos momentos distintos del año 2012: El presidente se contiene: El gran ganador es el Euro” ABC, Sábado 30 de Junio de 2012, pág: 20 y Gobierno de España, La Moncloa, “El presidente lanza un «mensaje contundente» en defensa del euro, lo más importante que han hecho los europeos juntos en muchos años”http://www.lamoncloa.gob.es/Presidente/Actividades/ActividadesNacionales/2012/160512declaracionrajoy.htm
10Declaraciones de Ángela Merkel aparecidas en la noticia de la agencia EFE recogida por la sección de noticias económicas de Univision: http://dinero.univision.com/economia-y-negocios/noticias-economicas/article/2012-09-17/merkel-improbable-autoridad-bancaria-lista-enero
Entrevista en egunon Bizkaia
El programa Egunon bizkaia de radio popular me hizo una entrevista el pasado lunes día 3 de diciembre.
Estuvimos unos minutos hablando sobre economía y sobre cómo podemos afrontar la situación que tenemos desde unas claves más humanas y más éticas.
Si os interesa, podéis escucharla en el siguiente enlace:
https://www.box.com/s/0gda2408d5foiw1qapkx
¿Es útil el rescate?
¿Es útil el rescate? esta es la pregunta más importante que nos hacemos cuando escuchamos hablar de los rescates. La experiencia con otros países rescatados parece hablarnos de la inutilidad de un rescate, pero conviene matizar esta primera impresión.
Para saber si es útil caben dos preguntas que nos guiarán ¿Qué clases de rescate existen? Y ¿A quién benefician y perjudican cada una de ellas?
Dos clases principales de rescate
Los rescates más habituales son de dos clases principales. La primera es la que se denominaría perdón o condonación de la deuda. Por ella, son los propios deudores los que rescatan al endeudado perdonando la totalidad o parte de la deuda. De esta manera, no se le presta más dinero al prestatario, sino que se le exime de pagar la totalidad o una parte de lo que debe.
Hay que diferenciar esto de una simple quiebra o situación de impago. En esta última es el deudor quien decide no pagar sus deudas, mientras que en el perdón, es el acreedor quien toma la decisión y libera a quien le debe dinero de sus obligaciones.
La segunda clase es la ya descrita en la entrada “¿Qué es un rescate?” por la cual el deudor recibe dinero de una tercera entidad para que pueda hacer frente al pago de sus deudas y de los intereses que estas generan. Esta aportación suele tener también forma de préstamo aunque con unas condiciones más favorables a las anteriores.
Las condiciones para que se de el rescate
En ambos casos, aquellos que toman la decisión de perdonar o de volver a prestar a unos tipos de interés inferiores, exigen unas condiciones a quien ha sido rescatado. En el primer caso trata de aceptar un propósito de enmienda y pedir una penitencia: te perdono porque has demostrado que no quieres que se vuelva a repetir esta situación y porque estás poniendo medidas para que así sea. Se trata, por tanto, de condiciones que buscan que el deudor no se vuelva a encontrar en la misma situación en el futuro.
Sin embargo, las condiciones que se imponen en el segundo caso pretenden garantizar que el nuevo préstamo sea devuelto. Es decir, el mensaje para los rescatados es: te presto dinero para que atiendas a tus obligaciones pero a condición de que pongas las medidas pertinentes (que son las que yo te digo) que garanticen que me podrás devolver en un futuro lo que te estoy prestando ahora.
Los beneficiados y perjudicados por las dos clases de rescates
En el primer caso, el claramente beneficiado es el rescatado ya que se queda sin la obligación a la que tenía que hacer frente y puede volver a comenzar sin cargas añadidas. Sin embargo los acreedores quedan doblemente perjudicados ya que, por un lado no cobran el dinero que les era debido y, por otro, pierden la posibilidad de cobrarlo en un futuro. En cuanto a las condiciones, en la medida que están destinadas a no volver a encontrarse en esta mala situación y esto se puede hacer sin cargas añadidas (ya que ha sido eximido de la obligación) no deberían ser perjudiciales para el rescatado (aunque pudiesen ser duras), sino todo lo contrario.
En el segundo caso no sucede esto. Los primeros beneficiados son los acreedores ya que gracias a la intervención de un tercero logran cobrar lo que sospechaban podría convertirse en un impago. El deudor sale beneficiado en la medida que las condiciones del nuevo préstamos son mejores que las del anterior, aunque con frecuencia esta medida solamente sirve para incrementar la deuda del rescatado. Por ejemplo, si antes debía 100 y se tenía que pagar 6 de intereses, ahora se debe 106 (que es lo que le han prestado para atender a estas deudas) y tiene que pagar intereses sobre esta cantidad. En cuanto a las condiciones, estas son impuestas por el nuevo acreedor que solamente quiere con ellas garantizarse el pago futuro de su rescate, lo que no garantiza necesariamente que sean positivas para el rescatado.
¿Es útil el rescate?
Parece evidente que un rescate será útil si mejora la situación real del rescatado, esto es, del deudor. Cuando se rescata a alguien a través de una liberación de sus obligaciones, parece evidente que esto es así. La condonación o perdón de la deuda tiene este primer efecto positivo. Si además, esto viene acompañado de una batería de medidas elaboradas por el deudor y destinadas a mejorar su desempeño económico de modo que no se vuelva a dar la situación que ha dado lugar al rescate, no cabe más que pensar que el rescate ha sido útil.
Ahora bien, cuando el rescate deja más endeudado al rescatado (aunque sea a unos tipos de interés inferiores y a un plazo mayor y por tanto tenga que pagar menos anualmente) y las medidas que se toman solamente pretenden garantizar que siga devolviendo lo que debe y pagando los intereses, no tiene por qué ser tan positivo. El hecho de que la prioridad en este caso no sea el rescatado, sino que el resto de implicados no pierdan, puede llevar a que las medidas no tengan resultado positivo para quien, en un principio, debería ser el mayor beneficiado. La utilidad del rescate en este caso, queda en entredicho.
A propósito de la tasa de transacciones financieras
Artículo publicado en Las Provincias el Martes 16 de Octubre de 2012 en la página 26
España y otros diez países de la Unión europea han decidido poner una tasa de transacciones financieras a las compras de bonos, acciones y productos derivados en la Comunidad Europea. Creo que aunque no hayan sido todos los países de la Unión Europea ni los grandes centros de finanzas mundiales los que hayan tomado esta medida, que a pesar de las pegas que tiene y a la espera de la concreción de la misma, podemos estar de enhorabuena por esta decisión. Varios son los motivos que podemos argumentar para justificar esta alegría. El primero podría clasificarlo como ético. Mientras que cada vez que compramos una barra de pan para comer tenemos que pagar un porcentaje de su precio en concepto de impuestos, no sucede lo mismo cuando adquirimos una acción o un bono del tesoro o cualquier instrumento financiero. Parece cuanto menos peculiar, que tengamos que pagar impuestos si adquirimos algo que necesitamos para vivir, pero que no tengamos que hacerlo si compramos un producto financiero para intentar ganar dinero con él. ¿Por qué por las cosas que son necesarias se paga impuestos y las que son para beneficiarse de ellas y por tanto innecesarias, no? Si además consideramos que comprar pan lo tienen que hacer todos, hasta los que tienen muy pocos recursos económicos (o son pobres si queremos decirlo de otra manera más sencilla) y quienes adquieren activos financieros suelen haber cubierto sobradamente sus necesidades básicas y lo hacen con sus ahorros o sus excedentes de dinero, la cosa parece todavía más injusta.. Aunque existen razones prácticas para negarse a este impuesto, desde el punto de vista ético los argumentos en contra de esta tasa son, cuanto menos, endebles.
El segundo motivo es recaudatorio. Durante el año 2011, según los datos de la bolsa (Bolsa de Madrid (2012) Estadísticas, Mayo de 2012, http://www.bolsasymercados.es/esp/publicacion/revistaOnLine/index.htm) el volumen de contratación total en España fue de trece billones doscientos sesenta y uno mil trescientos veinte millones de euros. Ello quiere decir que de mantenerse esta contratación y el tipo que se ha anunciado, un 0,1% (siempre que se aplicase a todas las compras, cosa que no está clara en estos momentos) se lograría una recaudación de más de 13.000 millones de euros. Tal y como está la situación económica, no está mal del todo… Si la contratación se redujese a causa de este impuesto un 30% (el precedente de Francia parece que apunta en esta dirección) la recaudación seguiría incrementándose en unos 9.000 millones de euros. Podría suceder que a causa de este impuesto los beneficios financieros se redujesen y bajase, como consecuencia de esto, la recaudación de impuestos por esta vía, pero está por ver si esto realmente sucede (podría no suceder) y cuál sería la reducción de recaudación (previsiblemente menor que el aumento por este impuesto).
El tercer motivo ya fue apuntado por el premio nobel James Tobin cuando hizo una propuesta de una tasa de este estilo (que era para las transacciones en divisas y no para los activos financieros). Este impuesto no perjudicaría a la actividad económica real, sino tan solo a la velocidad y cantidad de transacciones financieras. En la medida que esta rapidez y la enorme fluidez han generado una gran volatilidad estos últimos años claramente negativa para la marcha, no solo de los mercados financieros, sino de la economía en general, no podemos más que concluir en que incorporar esa arena (como la definía el mismo Tobin –Eichengreen, Barry; Tobin, James; Wyplosz, Charles (1995): “ Two Cases for Sand in the Wheels of International Finance” http://www.jstor.org/stable/2235326-), en el engranaje de los mercados, puede hacer que estos sean más lentos y cumplan mejor sus funciones apoyando el desarrollo de la economía y no causando inestabilidad innecesaria.
Dicho esto creo que precisaríamos de varias mejoras para que se cumpliesen los objetivos de este impuesto de una manera más plena. La primera es que opino que el porcentaje de la tasa es demasiado reducido. Un 0,1% es una tasa realmente baja (comparando con la compra del pan por la que pagamos un 4% y no nos sirve para ganar dinero sino tan solo para vivir). Creo que deberíamos ir, al menos, a la tasa que propuso Tobin en su momento de un 0,5%. Esto podría suponer que la recaudación fuese, no tan solo de 9.000 millones, sino que alcanzase al menos 20.000 millones anuales (considerando una bajada de negocio de al menos un 60%) siempre y cuando, claro está, se gravasen todas las compra-ventas de estos activos las hiciese quien las hiciese.
El segundo elemento que quiero añadir es que, con la libertad de capitales que tenemos instaurado en nuestros países, podría suceder que quienes adquieren estos productos financieros se fuesen a hacerlo a otros países que no aplican esta tasa con lo que evitarían el pago del impuesto. Creo que ante esta posibilidad caben dos clases de medidas. La primera el impulso para que se generalice este impuesto (lo mismo que sucede con el Impuesto sobre la Renta o el IVA o impuesto sobre las compras). Es decir, intentar que esta idea se acepte por parte de todos los países de la UE y también en las otras plazas financieras mundiales, esto además, igualaría las condiciones de competencia entre las distintas plazas financieras. Si esto no fuese posible, tal vez deberíamos volver a poner trabas a la libre circulación de capitales para evitar que el dinero se fuese a aquellas naciones que no quieren implantar esta clase de tasas y que tienen, pues, ventajas artificiales para competir en los mercados financieros.