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Archivo de la categoría: Por una economía altruista

¿Cuánto es lo suficiente? Medir nuestras necesidades

Os invito a la conversación que vamos a tener el próximo domingo 5 de Abril entre las 18:00 y las 19:00.

Esta vez el tema girará en torno a cómo delimitar qué y cuánto es lo suficiente para llevar una vida digna.

Os remito, como siempre, un artículo de introducción al tema para quienes queráis participar en la conversación y para quienes no queráis o no podáis y os interese leerla.

Además, os propongo a quienes participaréis y a quienes no lo hagáis una breve reflexión que utilizaremos en la conversación. Los resultados de la misma nos pueden ayudar a la conversación.

Recordad que podéis invitar a quien queráis, la entrada y la participación es libre sin ninguna restricción. El enlace para este próximo domingo es el siguiente: https://eu.bbcollab.com/guest/48b289d30a1741f7b177fd0c9fbf19f4 (Este enlace valdrá para todas las próximas conversaciones de domingo)

¿CUÁNTO ES LO SUFICIENTE? MEDIR NUESTRAS NECESIDADES

Ante la racionalidad economicista que nos ofrece un camino de progreso en el que tener más siempre es estar mejor, la racionalidad de lo suficiente nos dice que el estilo de vida económico debe centrarse en lograr lo suficiente para llevar una vida digna y conformarnos con ello para poner nuestras energías en llevar una vida plena y canalizar nuestras ansias de mejora por cauces que no sean el de poseer más. El problema que se plantea con frecuencia es cómo medimos lo suficiente, porque hay personas o familias que dicen necesitar más que otras.

En este breve artículo vamos a introducir este tema para entender dónde está la clave de lo suficiente y cómo esto influye, no solo en el nivel de vida al que aspiramos sino también en la satisfacción que recibimos por las cosas de las que disfrutamos, en nuestras exigencias ante la vida, en nuestra disposición ante la gratuidad y la gratitud y, en esencia, en nuestra capacidad para llevar una vida plena.

Para entender y medir lo suficiente tenemos que diferenciar entre necesidades y deseos o apetencias (refiriéndonos siempre a las materiales o económicas, es decir a aquellas que se cubren con bienes y servicios, normalmente a través del mercado). Las necesidades son (desde el punto de vista económico): “Carencia de las cosas que son menester para la conservación de la vida” (RAE) y pueden ser “básicas” o “sociales y de la condición”. Las primeras podemos identificarlas como aquellas que precisamos para sobrevivir, es decir, para no morir de hambre, de frío o calor, de cansancio, de una enfermedad fácil de curar, etc. Es decir: alimentarse, refugiarse del frío y el calor, sanar de las enfermedades para las que tenemos cura, descansar, etc.

Las necesidades sociales y de la condición, son aquellas que no siendo necesarias para la supervivencia, las precisamos para poder vivir dignamente en el lugar que habitamos y para poder desarrollar nuestra profesión (un automóvil, un ordenador, conexión de wi-fi, etc.) Por último, los deseos o apetencias son aquellas cosas que nos gustan, que deseamos poseer o disfrutar de ellas, pero que ni nos son imprescindibles para nuestra supervivencia, ni precisas para vivir dignamente en nuestro entorno, ni indispensables para desarrollar nuestro trabajo remunerado.

Cuando hablamos de lo suficiente para vivir, lo primero que hay que tener en cuenta son las necesidades básicas. Estas son las mismas para todo el mundo aunque su dotación y concreción es diferente según la persona, el lugar en el que vive, la edad que tiene, el tamaño de la familia, etc. Así todos tenemos que comer pero no tiene que comer lo mismo una persona que mida dos metros y pese cien kilos que otra que mida un metro sesenta y pese cincuenta. Tampoco hay que refugiarse igual del frío y el calor si vives en el ecuador o si vives dentro del círculo polar ártico. Las circunstancias determinan la dotación de unas necesidades que son comunes a todo el mundo.

En esencia estas necesidades son objetivas, podemos contabilizarlas y decir cuál es el coste de las mismas dependiendo del lugar en el que se vive y hallar así el mínimo suficiente para cubrirlas. De hecho existen instituciones en diversos países que contabilizan estos mínimos necesarios para una familia. Pongo un ejemplo de una Universidad de Reino Unido que tiene un observatorio que realiza estas medidas: https://www.lboro.ac.uk/research/crsp/mis/ Es evidente que los criterios de contabilización son discutibles, como todo en esta vida, pero estos institutos realizan una buena aproximación a este mínimo vital.

En cuanto a los deseos o apetencias, son bienes y servicios que queremos disfrutar, y que son buenos por si mismos (ir al cine, salir de excursión a la montaña, ver teatro, escuchar música…) pero que no son imprescindibles para llevar una vida digna. Por ello, cuando hablamos de lo suficiente, estos no van a estar incluidos en ello. Podríamos considerar una cantidad mínima que nos permitiesen acceder a algunos de ellos e incluirlo en el mínimo suficiente. Pero esta cantidad, sería pequeña y limitada. Solo para permitirnos disfrutar de algunas apetencias.

La clave para entender la medición de lo suficiente está en las necesidades sociales y de la condición. Porque estas son subjetivas, no puede hacerse un listado objetivo como en las básicas, dependen de cada persona o familia y lo que es una necesidad para unos puede no serlo para otros. En esencia, que una apetencia o deseo se convierta en una necesidad social y de la condición para una persona o familia depende de varios factores.

1.- Externos o sociales. Son aquellos que no dependen de nosotros, que nos obligan a considerar algo como necesidad aunque nosotros no lo queramos. Tener wifi, contar con un teléfono móvil se convierten en necesidad social porque montamos la sociedad de manera que quien no los tiene queda excluido de poder desarrollarse normalmente en muchos campos.

2.- Autoinducidos porque son propios del lugar, de las circunstancias familiares o personales y de la profesión que se realiza. Quien viven en el campo siente como necesidad un vehículo propio para desplazarse pero otras personas que viven en el centro de la ciudad pueden no necesitarlo porque utilizan el transporte público. Para un profesor universitario un ordenador portátil puede ser una necesidad mientras que mucha gente vive muy bien sin tenerlo. Una familia numerosa con varios niños puede necesitar una casa más grande, etc. La diferencia esencial con los anteriores es que estos dependen de las opciones que tomamos en la vida. Somos nosotros quienes determinamos estos factores.

3.- Derivados de las propiedades o de las adicciones. La cantidad de propiedades que se tiene generan necesidades si no se utilizan como fuente de ingresos (en cuyo caso son un capital puesto al servicio de generar rentas), porque toda propiedad genera gastos, seguros, mantenimiento, reparaciones y otros. Una casa, un barco, una autocaravana, una mascota, un automóvil… Todos ellos generan gastos que se convierten en necesidades si queremos conservar nuestra propiedad. Las adicciones (tabaco, drogas, ansiolíticos, alcohol, etc) también me generan la necesidad de mantenerlas. Estos factores también dependen de mis opciones vitales, como los anteriores.

La clave de lo suficiente está en el coste de las necesidades básicas en cada lugar, pero las diferencias de unos a otros se basan, sobre todo, en la cantidad de necesidades sociales y de la condición que se tienen. Cuanto mayores son estas, lo suficiente para vivir bien se incrementará y viceversa. Un ejemplo que nos puede servir para comprender esto está en los jóvenes de hoy. Cuando le pido a mis alumnos o a mis hijos que vean cuáles son sus necesidades sociales y de la condición, siempre son superiores a las que yo tenía a su misma edad (teniendo las mismas características básicas de edad, condición económica y ocupación). Esto supone que para alcanzar los mismos niveles de felicidad y satisfacción con su vida, los jóvenes de hoy tienen que poder acceder a más bienes y servicios de los que necesitábamos nosotros a su misma edad.

Este elemento afecta al nivel de satisfacción de las personas porque para alcanzar un mínimo algunos necesitas más ingresos que otros y esto depende de sus circunstancias personales y familiares, pero esencialmente, de cuáles son sus necesidades sociales y de la condición. A esto hay que añadir otro elemento que es el nivel de exigencia que nos conecta con la capacidad para la gratitud. Las personas que tienen más necesidades sociales, reclaman el derecho a cubrirlas, de modo que si no les alcanza para ello, se consideran insatisfechas. Esto suele tener una relación estrecha con una vida centrada en uno mismo, con aquellas personas que siempre tienen claro lo que les gusta, lo que quieren, lo que necesitan para vivir y lo exigen a los demás y a la sociedad. Alcanzar ese nivel de vida y lograr que todo vaya como a ellas les gusta es la base sobre la que construyen su felicidad. Si no lo logran, su insatisfacción se eleva.

Sin embargo, aquellas personas que logran reducir sus necesidades sociales, cuando alcanzan lo mismo que las otras lo viven, no como un derecho a lo necesario, sino como una suerte de poder disfrutar de lo prescindible, de aquello que son sus apetencias o deseos. Ello les hace que puedan ser felices con mucho menos y que cuando tienen lo que las otras consideran lo mínimo imprescindible, ellas lo vivan con mucha satisfacción desde el agradecimiento por disfrutar de aquello que no merecen y a lo que no tienen derecho. La gratitud es más fácil de vivir cuando se necesita menos, cuando no se precisa que las cosas sean de una determinada manera para sentirse bien, cuando se piensa que se tiene derecho a menos, cuando lo que recibimos es añadido a lo que precisamos para vivir. Teniendo lo mismo que otras personas se puede vivir más agradecido, más feliz, más satisfecho por tener aquello que no se merece, que no se esperaba o que le han regalado otros. Es más fácil así llevar una vida en plenitud y utilizar las energías de mejora en unos campos distintos al económico.

PARA REFLEXIONAR

Esta vez os pediría reflexionaseis sobre cuáles son vuestras necesidades sociales y de la condición. Aquellos que os suméis a la conversación, estaría bien que hubieseis utilizado previamente a ella cinco o diez minutos para pensar en ello. Quienes no os incorporáis, esta reflexión os puede ayudar a vivir desde la racionalidad de lo suficiente.

 

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Necesidades, deseos y apetencias

Aprender a diferenciar entre necesidades, apetencias y deseos es el tema que trata este audio que se emitió en el programa «Misión es posible» de Radio Popular de Bilbao

http://www.ivoox.com/necesidades-deseos-apetencias-audios-mp3_rf_22632610_1.html

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Cambiar el estilo de vida económico

Programa de radio en el que hablo sobre la necesidad de cambiar un estilo de vida económico que no nos lleva a mayor felicidad y que no colabora en la conservación de nuestro planeta.

Aquí tenéis el programa que se emitió en Radio Popular de Bilbao

http://www.ivoox.com/cambiar-estilo-vida-audios-mp3_rf_22634752_1.html

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La economía como excusa para la relación

Artículo publicado en la revista ICONO, año 219, Nº 8 Septiembre, Pág. 26-2717_9 la economía es relación_Página_1

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Ir a la panadería, al mercado, a la peluquería, a la carnicería… Son actividades económicas que históricamente han tenido un componente importante de relación con los demás. Tendemos a comprar y realizar nuestros intercambios económicos en lugares que estén cercanos a nuestro hogar y que suelen repetirse: vamos habitualmente al mismo supermercado, a la misma librería, al mismo médico… Esto ha resultado siempre en que nuestras compras y nuestros intercambios económicos han tenido un importante elemento relacional, es decir, hemos conocido a las personas que nos venden las cosas que necesitamos y nos hemos relacionado con ellas en el momento de la compra. Les hemos saludado, les hemos preguntado como les iba y, con frecuencia, hasta se ha establecido una pequeña conversación.

Te llaman por tu nombre

Este conocimiento supone que cuando entras a una de estas tiendas te llaman por tu nombre y se interesan por ti. La relación va más allá de la compra y del simple intercambio ya que con frecuencia se pregunta por la familia, se comenta lo último que ha pasado en el pueblo, en la ciudad o en el país. La compra tiene su tiempo y parte de ese tiempo se pasa relacionándose con la persona que se tiene delante. En este marco, se establece una relación de confianza, de interés mutuo, en el que quien vende intenta satisfacer las necesidades de la persona que tiene delante porque la conoce, porque es su vecina, porque tiene una relación con ella que, aunque no sea profunda porque no son familia o amigos, le lleva a preocuparse por ella, a querer lo mejor para la persona que tiene delante. Al mismo tiempo la persona que compra confía en su tendero, en su peluquero, en su director de banco… Sabe que el precio que le va a poner es el justo, que ello le permite ganarse la vida, y que se va a encontrar con él, probablemente, en las fiestas de su localidad, paseando por las calles de su población, recogiendo a los niños en la puerta del colegio, etc. Sabe que no le va a engañar porque hay una relación de confianza que va más allá de la simplemente mercantil.

La economía tiene así un componente humano importante

El intercambio económico tiene así un componente relacional y humano importante. Las compras y las ventas vienen acompañadas de una relación con el otro. Quien me vende o quien me compra son unas personas con nombres y apellidos a las que estoy ayudando a cumplir sus objetivos, ya sean estos los de ganarse la vida de una manera decente o los de lograr unos bienes o servicios que quieren o necesitan para vivir bien. Por ello, en esta manera de realizar los intercambios económicos tiene cabida la gratuidad y la lógica del don tal y como las entiende Benedicto XVI en su encíclica Caritas in veritate (36). Cuando nos relacionamos con quienes intercambiamos cosas, es sencillo impregnar nuestra compra o nuestra venta de humanidad, de preocupación por la otra parte del intercambio, de ayuda y de don a quien se relaciona con nosotros.

Intercambios sin relación

Sin embargo, la manera en la que se organiza la actividad económica en nuestra sociedad desde hace bastante tiempo, nos está llevando claramente en la dirección opuesta. Desde la organización de los supermercados en los que nos auto-abastecemos de los bienes, en los que es difícil encontrar alguien que nos aconseje o nos ayude a decidir y en los que con frecuencia solamente nos relacionamos con la persona que está en la caja y esta intenta ir lo más rápido posible para atender al siguiente cliente, hasta las actuales compras a distancia en las que nuestro contacto con el bien comprado se realiza solamente a través de internet y en la que desconocemos a las personas que nos venden el bien, con las que solamente mantenemos una relación telemática-epistolar (si es que la llegamos a mantener) o las gasolineras en las que no hay personas que nos vendan la gasolina y lo hacemos todo nosotros solos, todas estas actividades económicas nos llevan a que realicemos intercambios económicos sin relacionarnos para nada con la otra parte.

Deshumaniza el intercambio

Cuando el intercambio está deshumanizado, cuando no conocemos a la contraparte, cuando esta es una máquina, un ordenador o una estantería llena de productos, es difícil ser gratuito, es difícil introducir la lógica del don en nuestros intercambios, porque ¿cómo voy a ser gratuito con una máquina? ¿cómo voy a favorecer a unos clientes a los que nunca he visto, con los que nunca me he relacionado y a los que no conozco? El vendedor y el comprador dejan de ser personas que se relacionan a través de un intercambio económico y pasan a ser individuos que buscan sacar su máximo beneficio particular. Suprimir el componente relacional de las compraventas permite deshumanizar la economía y que el intercambio se convierta en una no-relación, ya que las dos partes ni se conocen ni tienen contacto personal. El otro, con quien realizo el contrato, pierde toda la importancia, está diluido en una compra o una venta en la que solo importa mi beneficio y para que este sea máximo, el otro estorba. Una economía así deja de ser una excusa para la relación y pasa a convertirse en un economía deshumanizada en el que solamente importa el beneficio que obtengo gracias al intercambio que realizo.

 

 

 

 

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Cambiar el estilo de vida

Artículo publicado en la revista ICONO, año 219, Nº 7 Julio-agosto, Pág. 26-27

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Tal vez sea casualidad, pero no lo creo así. Nuestros tres últimos obispos de Roma nos han hablado de la necesidad de cambiar nuestro estilo de vida. Juan Pablo II nos dijo en la Encíclica Centesimus annus (36) que “Es necesario esforzarse por implantar estilos de vida, a tenor de los cuales la búsqueda de la verdad, de la belleza y del bien, así como la comunión con los demás hombres para un crecimiento común sean los elementos que determinen las opciones del consumo, de los ahorros y de las inversiones.”, Benedicto XVI insistió en su Encíclica Caritas in veritate (51) en que “esto exige que la sociedad actual revise seriamente su estilo de vida que, en muchas partes del mundo, tiende al hedonismo y al consumismo, despreocupándose de los daños que de ello se derivan. Es necesario un cambio efectivo de mentalidad que nos lleve a adoptar nuevos estilos de vida” y por último, Francisco también nos ha dicho en su Encíclica Laudato si (23) que “La humanidad está llamada a tomar conciencia de la necesidad de realizar cambios de estilos de vida, de producción y de consumo”.

No es una casualidad

No es una casualidad que los tres hayan insistido en esta necesidad de cambio. Aunque creamos que nuestra manera de comportarnos y de hacer las cosas no tiene influencia en la sociedad debido a que somos tan solo una persona entre más de 7.000 millones en todo el mundo, esto no es así. En primer lugar porque lo que sucede en la creación es consecuencia de la suma de lo que hacemos todos los que en ella vivimos y en segundo, porque sobre lo único que tenemos una influencia clara y que podemos cambiar de una manera segura es nuestra manera de vivir (y no la de los otros). Por estos dos motivos, cambiar nuestro estilo de vida es una de las mayores contribuciones que podemos hacer para que los valores que priman en nuestro entorno sean realmente diferentes y mejores.

Cambiar el estilo económico de vida.

Si hay otro elemento que coincide en estas tres llamadas a cambiar el estilo de vida y a modificar la mentalidad que tenemos sobre la manera en la que vivimos, es resaltar que este cambio debe darse en varios elementos que tienen en común ser componentes económicos de nuestra existencia. El que se repite en los tres casos es el consumo, las compras o más en concreto (como lo denomina Benedicto XVI) el consumismo. Además de este, Juan Pablo II habla de ahorros e inversiones, mientras que Francisco habla también de producción. Se trata de cuestiones económicas todas ellas. En una sociedad como la nuestra en la que lo económico tiene una posición preponderante y el tener más aparece como el objetivo prioritario, cuando los obispos de Roma nos piden cambiar el estilo de vida, piensan esencialmente en cuestiones que tienen que ver con vivir la economía de otra manera, orientar nuestro consumo, nuestra producción, nuestros ahorros e inversiones y nuestro quehacer económico en su conjunto en otra dirección.

Renunciar al hedonismo y al consumismo

El origen de este aviso tiene que ver con la constatación de que en muchas partes del mundo tenemos un estilo de vida que pone por delante el pasarlo bien y el disfrutar de la máxima cantidad de cosas, para lo que se exacerba el consumo y la compra de bienes, servicios y experiencias. Esta búsqueda del tener, del experimentar, nos hace ciegos a la belleza, al bien, a la verdad y nos lleva a unos estilos de vida insatisfactorios para nosotros mismos porque siempre queremos más y nunca nos conformamos con lo que tenemos. Unos estilos de vida que nos impiden vivir en armonía con la naturaleza y con la creación y que nos hacen tener siempre prisas y ser insensibles al sufrimiento del otro. Una manera de vivir que nos lleva con frecuencia a dar importancia a lo que no la tiene y descuidar las cuestiones clave de nuestra existencia.

Proponer ese estilo de vida

Por ello los tres papas se empeñan en mostrarnos (como habían hecho otros anteriores) un estilo de vida que no se centra en lo superfluo sino en lo esencial, en el que el tener está al servicio del ser y no al contrario, en el que nos animan a que cuidemos de la creación y tengamos tiempo para disfrutar de ella, a que dejemos de ser consumidores para ser compradores, a que utilicemos nuestros ahorros para mejorar la sociedad en la que nos encontramos y no para incrementar nuestros ingresos y nuestra riqueza, etc. En esencia, un estilo (como dice Francisco en su Encíclica Laudato si 222) que al “hacerse presente serenamente ante cada realidad, por pequeña que sea, nos abre muchas más posibilidades de comprensión y de realización personal. La espiritualidad cristiana propone un crecimiento con sobriedad y una capacidad de gozar con poco. Es un retorno a la simplicidad que nos permite detenernos a valorar lo pequeño, agradecer las posibilidades que ofrece la vida sin apegarnos a lo que tenemos ni entristecernos por lo que no poseemos. Esto supone evitar la dinámica del dominio y de la mera acumulación de placeres.”

 

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Nuevos estilos de vida desde la DSI

Este sábado 3 de Junio estaré en Zaragoza impartiendo una conferencia sobre Nuevos estilos de vida desde la DSI. Será a las 10:00 en el Centro Joaquín Roncal. Espero que nos podamos ver por allí.cartel conferencia Zaragoza

 

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«Por una economía altruista» como instrumento pedagógico

El curso pasado los alumnos de primero de bachillerato del colegio Sagrada Familia de Valencia, del Patronato de la Juventud Obrera leyeron el libro «Por una economía altruista» como parte de su enseñanza del curso. La experiencia fue tan positiva para los alumnos, que el profesor responsable va a repetir la experiencia este año.

En este vídeo podéis ver a algunos alumnos y al profesor que lo programó para su asignatura comentando la experiencia.

 

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¿La economía tiene que ser egoísta?

Artículo publicado en la revista ICONO, año 116, nº 7, Julio-Agosto 2015, pág: 10 y 11

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Cuando sale a la conversación con personas que no me conocen previamente que me dedico a temas como la ética económica o sobre cómo la economía puede ponerse al servicio de las personas, algunos de mis interlocutores no pueden evitar esbozar una sonrisa escéptica. ¿No son cosas incompatibles? ¿Cómo puede ser la economía generosa o ética? ¿No es la economía egoísta por naturaleza? Estas y otras preguntas son las que parece esconder esa media sonrisa que me regalan pensando, tal vez, que se encuentran ante otro utópico que no se entera de cómo funciona la realidad. Esta situación no solo se da con personas que están alejadas del cristianismo, que no han sido formadas en él y que no se consideran cristianos, sino que desgraciadamente, también sucede con personas cristianas, que consideran que tienen una gran fe y que siguen pensando que los dictados de nuestra fe no sirven para el tema económico que parece tener una dinámica distinta, una manera de trabajar egoísta ante la que nada podemos hacer que no sea adaptarnos a ella.

La idea de que la economía es egoísta por naturaleza ha calado en todos los ámbitos sociales

Esto que acabo de describir es una prueba de cómo esta idea que se desarrolla sobre todo a partir del siglo XVIII ha tenido un éxito tal, que parece que no es discutible, que sencillamente, parece un dogma de fe afirmar que la economía no puede ser de otra manera, que la economía es egoísta por naturaleza. Por ello, se nos dice que nosotros podemos ser unas personas maravillosas, que podemos ser generosos, desprendidos y preocuparnos mucho por los demás, pero que esto debemos hacerlo en todas las actividades salvo en las económicas. Allí esto, sencillamente, no funciona. En una empresa o en los asuntos económicos, lo que hay que hacer (según esta idea predominante) es mirar por nosotros mismos, competir con los otros, buscar el máximo rendimiento en oposición a los otros. Las empresas, los asuntos monetarios, no entienden de generosidad, no funcionan como las ONGs, son la selva, ahí el que no espabila muere. Hay que ser peor que el otro, llegar antes, competir en mejores condiciones, ser más habilidoso… El mercado es un lugar en el que cada uno llega con sus propios intereses y si queremos lograr los nuestros, debemos ser más fuertes que los demás e imponernos a ellos.

Tener dos caras

Esta idea sobre la economía nos obliga a los cristianos a tener dos caras, una para la economía en la que tenemos que ser duros y egoístas y otra para el resto de nuestra vida, en la que el amor debe ser aquello que predomine en nuestro comportamiento. Es evidente que esta dualidad ni es positiva para la persona ni es sostenible a largo plazo. No es positiva para nosotros porque somos uno, somos una persona que no podemos partirnos, de modo que utilizar criterios distintos según en el lugar en el que nos encontremos rompe nuestra unidad natural. Pero además es peligrosa porque puede llevarnos a que, finalmente, los criterios egoístas de la economía acaben predominando en todo nuestro comportamiento (precisamente para lograr la coherencia que nos pide nuestra unicidad, nuestro ser único) y pasemos a aplicar unos solos criterios para todo nuestro ser y que sean estos los egoístas de la economía, olvidando lo que nos debe caracterizar como cristianos, que es el amor.

Es una falacia

Pensar que la economía solamente puede ser egoísta, afirmar que solamente se puede plantear una manera de llevar la economía que es la de competir todos contra todos, es una falacia que, a fuerza de ser repetida se ha convertido en una verdad incuestionable. Pero para los cristianos es motivo de reflexión, porque si el amor es válido para todo menos para la economía ¿En qué clase de Dios Creemos? ¿En uno que nos dice que el amor es válido para todo menos para la economía? Evidentemente esto no es así. Si lo fuese, ya podríamos ir borrándonos de una religión que nos engañaría si el amor no es aplicable a todo lo humano, si solamente soluciona o es bueno para una parte de nuestra actuación.

La economía puede y debe ser fraterna y solidaria

Pero claro, esto no es así, la economía no solo puede, sino que debe ser regida por el amor. Lo dijo magistralmente Benedicto XVI en su Encíclica Caritas in veritate 36: “La doctrina social de la Iglesia sostiene que se pueden vivir relaciones auténticamente humanas, de amistad y de sociabilidad, de solidaridad y de reciprocidad, también dentro de la actividad económica y no solamente fuera o «después» de ella. El sector económico no es ni éticamente neutro ni inhumano o antisocial por naturaleza. Es una actividad del hombre y, precisamente porque es humana, debe ser articulada e institucionalizada éticamente… En las relaciones mercantiles el principio de gratuidad y la lógica del don, como expresiones de fraternidad, pueden y deben tener espacio en la actividad económica ordinaria. Esto es una exigencia del hombre en el momento actual, pero también de la razón económica misma. Una exigencia de la caridad y de la verdad al mismo tiempo.”. Es decir, el amor cabe en la economía, no solo cabe sino que solamente si esta se articula con amor, puede alcanzar la economía su máxima y mejor expresión. Como afirma Benedicto XVI, introducir el amor en la economía es una exigencia de la razón económica. A pesar de esto, es posible que algún lector todavía tenga dudas, piense que esto no es posible y que con amor la economía es un desastre. Para demostrar lo que digo, voy a utilizar los próximos números de esta revista para poner ejemplos en los que la economía se lleva adelante con amor, en los que se concreta lo que afirma la DSI y veremos como los resultados finales son diferentes y ponen a la economía en su verdadero lugar.

 

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Educar para distinguir las necesidades

Artículo publicado en la revista ICONO, año 116, nº 3, Marzo 2015, pág: 14 y 15enseñar necesidades 1enseñar necesidades 2

Muchos lo hemos hecho de niños o jóvenes y nuestros hijos y nietos también lo utilizan ahora. Me refiero al tan manido “es que lo necesito” para pedir algo innecesario que nos apetece tener. Parece que diciendo esto, los padres se van a dar cuenta de que no es un capricho o una apetencia pasajera, sino algo de lo que realmente depende la vida normal del peticionario. Es evidente que los padres no suelen caer en la trampa, pero esta pequeña anécdota me sirve para introducir el tema de hoy, que es el de enseñar a distinguir entre necesidades, apetencias y deseos.

Todos son necesidades

Esto es clave en la economía actual porque esta considera que todo son necesidades. En los primeros cursos de economía se sigue utilizando una definición que dice que la economía estudia cómo satisfacer necesidades ilimitadas con unos recursos escasos. Desde hace tiempo se identifica el progreso con el necesitar más cosas, de manera que cuando vemos algún mayor que vive con pocos electrodomésticos o igual que hace cuarenta años, o cuando volvemos por primera vez de países más pobres, con frecuencia pensamos que “se nota que no han evolucionado, se conforman con poco, yo ya no podría vivir así”. Es decir, afirmamos que estamos más evolucionados porque necesitamos más cosas para vivir que los otros, porque ellos se conforman con poco y nosotros no lo hacemos.

Los niños se impregnan fácilmente de esta cultura

Si a esto añadimos el bombardeo continuo de publicidad que recibimos día a día (especialmente los niños que, aunque no lo creamos, están más expuestos al mismo) nuestros pequeños y adolescentes entran fácilmente en esta idea. Todo es necesario, no podemos prescindir de nada, tenemos que tenerlo todo. De este modo, se trastocan las prioridades y los valores. Puede suceder (como de hecho pasa desgraciadamente) que el dinero se gaste antes en unas zapatillas o un chándal de marca que en comida o calefacción para calentar la casa. No ha habido una educación en qué son las cosas necesarias y qué son las cosas de las que se puede prescindir.

Por ello hay que mostrar qué son necesidades

Por ello necesitamos educar y enseñar que solamente existen dos tipos de necesidades. Las primeras son las básicas o primarias, que son las que necesitamos para sobrevivir. Sin cubrir estas, difícilmente llegaremos a nada más o lo haremos mal. Me estoy refiriendo, claro está, al comer, dormir, refugiarse de las inclemencias del tiempo, protegerse del frío y el calor, curarse de las enfermedades más comunes… Necesidades que son compartidas por todas las personas. En segundo lugar existen otras necesidades que se denominan sociales o de la condición y que son aquellas cosas que se precisan para vivir dignamente en un entorno determinado o para ejercer una profesión o trabajo. Estas varían según el lugar de residencia o la ocupación principal, por lo que son diferentes y únicas para cada persona.

Toda necesidad es limitada

Tanto las necesidades básicas como las sociales son limitadas. Es decir, se llega a un punto en el que no se necesita más. No necesito cantidades ilimitadas de medicamentos, ni de alimentos, ni de casas, ni de vestidos. Tampoco necesito cantidades ilimitadas de los bienes que me cubren mis necesidades sociales, como puede ser un tractor si eres agricultor, o un teléfono móvil si eres un comercial, o un automóvil si vives en un lugar sin transportes públicos. No, las necesidades son limitadas y se llega a un punto en el que se cubren sin más.

Deseos y apetencias

Conocer mis necesidades y saber que son limitadas, está relacionado de una manera directa con conocer cuáles son mis deseos y apetencias, es decir, aquellas cosas que quiero tener, pero que no son precisas para llevar una vida digna en el entorno en el que me muevo. Ir al cine, jugar al fútbol, pasear por la montaña, tomar una cerveza con los amigos en un bar, comprar unas zapatillas de marca, jugar con la tableta o el ordenador, tener el último modelo de automóvil, etc. Son cosas que pueden ser positivas y válidas, pero que, salvo que te dediques de manera profesional a ellas, no son necesarias. Debemos de ser consciente de ello, son apetencias, son deseos, son cosas que nos gustan, son válidas, son positivas, pero no necesarias. Y esto tiene una importancia vital porque al no ser necesarias, pasan a un segundo nivel, dejan de ser la prioridad. No se demonizan, pero tampoco se priorizan.

Tenemos que insistir en esta diferenciación en la educación de nuestros hijos. Para ello debemos comenzar con nosotros mismos ¿Diferenciamos bien qué cosas son nuestras necesidades y cuáles nuestras apetencias y deseos? ¿Ponemos nosotros la prioridad en lo que se necesita y no en lo que nos apetece? Una vez hecho esto, no queda más que enseñárselo a nuestros hijos, mostrarles que lo importante es lo necesario y lo otro no es malo, pero es prescindible y debe quedar en un segundo lugar a la hora de marcar prioridades.

 

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Dios se humanizó con sencillez

Artículo publicado en la revista ICONO, año 116, nº 1, Enero 2015, pág: 14 y 15

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Acaban de pasar las fiestas navideñas. Espero que quienes me leéis lo hayáis pasado muy bien. Haya sido un momento especial para vosotros en el que no solo hayáis descansado de la rutina laboral, de las preocupaciones que nos lleva el día a día, y hayáis compartido tiempo con vuestros seres queridos, sino que también os haya servido para crecer en el amor y en la sabiduría, para recordar cosas que todos los años son iguales pero que nos sirven para renacer, para recrearnos y para ser mejores día a día. Yo he decidido suspender momentáneamente los artículos sobre la educación de los niños para hacer una reflexión económica sobre la humanización de Dios. Es decir, sobre cómo Dios decidió hacerse hombre para decirnos que no debíamos verlo en los altares, en las riquezas, en los ritos o en las leyes, sino en el prójimo, en el amor a quien tenemos al lado, en ser cada día más y más humanos.

Dios decide hacerse hombre en Belén

Así, cuando Dios decide hacerse hombre no piensa en llegar a la tierra en Roma. Tal vez hubiese sido una decisión más racional desde el punto de vista humano. Roma era la capital del principal imperio del momento, el lugar en el que más poder se acumulaba. Bien relacionado allí, podría haber hecho una labor de difusión y de captación de seguidores rápida y efectiva. Además, si hubiese decidido hacerse hombre en la familia del emperador o de alguno de los grandes senadores o militares romanos, las influencias y los contactos habrían logrado un avance espectacular del cristianismo, hubiese sido la religión del imperio muchísimo antes. Sin embargo nada de esto fue así, se fue a nacer a un pueblucho de un lugar en el margen del imperio. Un lugar de donde no podía salir nada importante, donde nadie en su sano juicio hubiese querido nacer en aquel entonces.

Dios decide hacerse hombre en una familia humilde

Dios también hubiera podido escoger nacer en el seno de una familia pudiente. Desde nuestro punto de vista hubiese sido una elección racional. Le hubiese garantizado unas condiciones higiénicas excelentes, una infancia sin estrecheces, una aceptación social inmediata y un nivel de vida suficiente para no tener que trabajar durante sus años mozos. Sin embargo, Dios escogió una familia humilde. Una familia sin grandes medios, sin demasiados fondos, que tiene que viajar con lo que tiene, que no puede garantizar a la madre una atención sanitaria en el parto, que no le puede dar una vida regalada.

Dios decide hacerse hombre en una familia marginada

Si por lo menos, Dios, en un alarde de no sabemos qué, no se quiso hacer hombre en una familia rica, al menos podría haberlo hecho en una familia de buena reputación, en una familia aceptada por aquellos que les quieren y que estuviese plenamente integrada en sus ambientes cotidianos. Sin embargo, Dios escoge una familia marginada, una familia rechazada por los suyos que no comprenden que María esté embarazada, que no comprenden que José no la haya repudiado como debería haber hecho en un caso así, que por ello no los aceptan. Es ese el motivo por el que, a pesar de que van a Belén de donde es José originario y dónde por tanto habría familiares, conocidos y amigos, nadie los acoge, nadie se compadece de ellos, a nadie parece importarle que María esté a punto de parir. Por eso tienen que acabar en un establo y cuando llega el momento del alumbramiento nadie les visita, ni los conocidos, ni los amigos, ni los familiares. Todos saben que están allí (es una pequeña aldea, todo el mundo sabe todo de todos) pero nadie quiere ni acercarse, es un nacimiento ilegítimo, son una familia marginada. Solamente los pastores, los que duermen fuera de la aldea al aire libre, los que no entienden de convencionalismos, solamente ellos visitan a los padres y a su hijo. Los que viven al margen de la población son quienes se compadecen de esa familia y comparten la alegría de un nacimiento con ellos.

Y nosotros ¿Qué buscamos?

La lógica de nuestra sociedad (que probablemente también es similar a la que se daba entonces) nos lleva sin embargo a lo contrario de lo que hizo Dios. Buscamos a los poderosos para tener más influencia, queremos juntarnos con los pudientes o queremos ser pudientes nosotros mismos para asegurarnos bienes que nos permitan vivir más holgados, queremos gozar de la aceptación de los demás y adaptamos nuestro comportamiento a lo que es habitual en el entorno en el que nos encontramos, intentamos no salirnos del raíl, no hacer cosas que puedan dejarnos al margen. ¿Es ese el camino que Dios nos muestra? Si el camino de la esperanza fuese el dinero o el prestigio ¿No cabría esperar que dios se hubiese comportado así y hubiese escogido nacer en un lugar y una familia diferente? Creo que la reflexión sobre cómo Dios se hizo hombre en Belén y escogió a José y María como progenitores, nos puede ayudar a comenzar este 2015.

 

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Los regalos

Artículo publicado en la revista ICONO, año 115, nº 11, Diciembre 2014, pág: 12 y 13

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Estamos en un mes propicio para los regalos. Las navidades, los reyes magos, los momentos de celebración son un momento festivo en el que el intercambio de regalos se ha institucionalizado como algo importante y clave de la propia celebración de manera que esta parece incompleta si faltan los regalos. Hasta en las comidas navideñas de los compañeros de trabajo o en los últimos días de clase antes de las navidades, se ha generalizado ese juego que se denomina “amigo invisible” en el que por sorteo debes realizar un regalo a alguien de tus compañeros de trabajo o pupitre al mismo tiempo que tú recibes otro regalo “anónimo” de quien ha tenido en suerte que le tocaras.

El regalo como muestra de gratuidad

No es extraño que esto haya sido así. El regalo es una de las principales muestras de gratuidad que existen. Es una manera de comunicarse con el otro y sirve para mostrar a alguien tu cariño, tu buena predisposición, tu ánimo de establecer una relación desinteresada con la persona a quien se lo ofreces, tu agradecimiento por aquello que has recibido previamente y tantas otros sentimientos positivos hacia el otro. Estos regalos son verdaderos cuando no esperas recibir nada a cambio. Cuando se tratan, realmente, de una muestra de gratuidad con respecto al otro. Cuando el otro tan solo se ve animado a agradecer el detalle, a responder positivamente a esa acción que no tenía por qué haber sido realizada. El regalo tiene valor, sobre todo, cuando supera lo esperable, cuando la persona que lo recibe no tenía porque esperar ser agraciada con este don, cuando quien lo ha dado no tenía ninguna obligación de hacerlo.

La gratitud ante el regalo

Por este motivo surge el sentimiento de gratitud por parte de quien recibe el regalo. Lo inesperado del hecho, la dimensión del gesto, el que el otro haya tenido que sobrepasar lo normal para regalar, es lo que produce esa inmensa gratitud que hace que el receptor vea intensificada su relación personal con quien le regala. Cuando el regalo es realmente gratuito, tiene un lenguaje no explicitado que incrementa las relaciones entre quien lo da y quien lo recibe. Es por ello que hay personas que no quieren recibir regalos o que alguien en concreto les regale algo. El regalo les impele a ser agradecidos, a relacionarse más con quien se lo dona y tal vez, ellas no quieren esto. Esta intensificación de la relación también lleva a que algunos utilicen los regalos para conseguir algo del otro. Dan regalos esperando que el otro les ofrezca alguna ventaja, los atan a través de aparentes dádivas que no son tales, sino compras de voluntades o esperanza de que el agradecimiento se concrete en un beneficio real para el que dona el bien.

La vida de un niño es recibir regalos

Si aplicamos esto a los más niños, nos damos cuenta de que los primeros años de nuestra vida son un recibir regalos sin freno. Pero no estoy refiriéndome a cumpleaños, reyes y demás eventos, sino al simple amor de los padres, de los familiares y amigos, el techo en el que viven, la ropa que se ponen, el cuidado cuando se ponen enfermos… Los niños y jóvenes son verdaderas economías subvencionadas que viven constantemente de lo que los demás les dan. Es por ello que la familia es la principal escuela de ese amor desinteresado que los cristianos consideramos como la manera más plena de ser persona. Sin embargo, en los niños es muy fácil que solamente tengan importancia los regalos materiales o que el regalo se convierta más en una obligación que en una sorpresa.

Solo valen los regalos materiales

En algunos casos existen personas que solamente regalan al niño cosas materiales. No no saben, no quieren o no pueden hacer regalos de otra clase. Se trata de mayores que establecen su relación con el niño a través de los regalos materiales y que, normalmente, esperan recibir una respuesta de sus niños acorde a los regalos que les han hecho. Esto hace que el niño aprenda la lección y que acabe chantajeando al mayor dándole solo cariño si recibe o ha recibido un regalo material. El regalo se convierte entonces en una trampa en la que no existe ya la gratuidad sino un simple intercambio de cariño o carantoñas por bienes materiales.

La obligación de regalar

En otros casos, el regalo se convierte en una obligación. Hay que dar regalos porque es Navidad, porque es un cumpleaños, porque hay un juego que nos obliga a ello. El sentido relacional del regalo y su elemento gratuito se pierden. Dedicamos grandes energías en escoger el presente adecuado y en comprarlo. Energías que se pierden y que no nos sirven para mejorar nuestra relación con aquel que lo recibe. Los niños, sobre todo, quedan prontamente decepcionados cuando este regalo no cumple las expectativas que se ha planteado y esto es fácil que suceda a niños que tienen de casi todo.

Por ello, creo que debemos cuidar mucho el tema de los regalos. Comprar para regalar y convertir esto en costumbre en todos las ocasiones, desvirtúa el sentido profundo del mismo. Hay que replantearse las obligaciones de regalar y también pensar que el mejor regalo que se puede hacer a un niño (y a un mayor) es el cariño, la amistad, el aprecio, una relación sana… Por ello recordemos el valor del regalo para hacerlo con verdadera gratuidad y que este sea realmente una fuente y un refuerzo para las relaciones sanas y fructíferas.

 

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La terapia de ir de compras

Una nueva Greguería pecuniaria publicada en España Buenas Noticias: http://ebuenasnoticias.com/2014/12/03/la-terapia-de-ir-de-compras/#

La terapia de ir de compras _ España Buenas Noticias

 

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Para prepararse al curso sobre «nuevas economías»

Recupero ahora un documento que puede venir bien para preparar el curso de la UIMP de este verano. En él resumo algunas de las propuestas que realizan los distintos pensadores en este campo sonbre como avanzar hacia una nueva economía al servicio de las personas. Si no lo leísteis en su momento, ahora es la ocasión de hacerlo. Páginas desdemodelo económico sobre bases distintas definitivoPodéis descargaros el artículo en el siguiente enlace:

http://www.foessa2014.es/informe/uploaded/documentos_trabajo/05022015093847_6233.pdf

 

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El milagro de compartir

Artículo publicado en la revista ICONO, año 114, nº 10 de Noviembre de 2013, pág: 14 y 15

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Multiplicar los panes y los peces

El milagro al que más cariño le tengo de todos aquellos que aparecen en el nuevo testamento es el de la multiplicación de los panes y los peces. No ha sido siempre así. Cuando era pequeño no acababa de entender bien lo que sucedió en aquel descampado en el que se concentraban los seguidores de Jesús. Veía a los discípulos con una especie de chistera donde, en lugar de salir conejos o palomas, salían panes y peces para alimentar a toda la población que se encontraba allí. Me imaginaba las caras de asombro de todos y no comprendía porqué luego volvieron a sus casas teniendo a alguien que podía darles de comer gratuitamente todos los días con aquella cesta maravillosa…

 

El milagro del compartir

Tardé mucho en comprender que esto no era el verdadero milagro. Los milagros no son magia, sino sucesos extraordinarios, que se salen de lo común, que asombran por lo inesperado o por lo inexplicable. Ello no quiere decir que no tengan explicación, que no sigan un razonamiento determinado, sino que son inesperados, que no cabía esperar que sucediese así, que había dudas razonables de que se pudiese dar esta posibilidad.

Esto sucedió en aquella ocasión, nadie podía esperar que con las exiguas viandas con que contaban Jesús y sus discípulos (cinco panes y dos peces) se pudiese alimentar a aquella multitud. Pero sucedió, Jesús repartió lo que tenía y sobró para todos… Jesús compartió su comida y cundió el ejemplo, todos aquellos que estaban en el descampado compartieron sus alimentos y los repartieron entre sus vecinos. Este compartir llevó a la sobreabundancia y no solo hubo bastante para todos, sino que además sobró.

Este fue y es el verdadero milagro, cuando se comparte, cuando se reparte, no solamente hay para todos sino que además hay en exceso… Jesús nos llama a seguir su ejemplo, a repartir lo que tenemos aunque sea poco, a compartir con los demás nuestras posesiones como mejor manera de lograr que todos puedan cubrir sus necesidades.

 

¿Compartimos o acaparamos?

Es evidente que este es el mensaje contrario de lo que oímos todos los días propugnar a algunos economistas. Su mensaje es que debemos tener más y más cada día, que solo tenemos que pensar en nosotros o en los nuestros para conseguir que cada día tengamos más entre todos. El egoísmo, el acaparar para uno mismo, el buscar solo mi propia riqueza y no compartirla, aparecen como los caminos más adecuados para tener más. Se contraponen así dos ideas opuestas que prometen el mismo resultado. El egoísmo como fuente de crecimiento o el compartir como raíz de la sobreabundancia.

 

Repartir es el camino hacia la mejora

Nuestra experiencia diaria parece apoyar el milagro del compartir. La gestión económica de las familias suele estar basada, precisamente, en el reparto de lo ganado por algunos miembros de la familia al servicio de todos. Esto no trae problema alguno a las familias ni hace que estas tengan menos o se arruinen por ello. Al contrario, si cada miembro de la familia ve solamente por su propio interés y no comparte el dinero que gana, no solo el conjunto va a salir perjudicado desde el punto de vista económico, sino también desde el punto de vista de la convivencia familiar. Lo mismo sucede cuando quedamos con los amigos para cenar y cada uno lleva algo para compartir. En estas ocasiones no solo no nos quedamos con hambre, sino que solemos comer muy bien y siempre sobra comida…

También existen economistas que hablan sobre este fenómeno. En un libro muy comentado que se titula “Por qué fracasan las naciones”, los profesores Ademoglu y Robinson arguyen que aquellas naciones que tienen instituciones que solamente benefician a unos pocos en lugar de a la mayoría y cuyas élites de poder solamente piensan en beneficios para ellas mismas y no para el conjunto de la población, son las que no tienen capacidad para crear riqueza y crecer lo suficiente y acaban fracasando como naciones. Solamente las que tienen unas instituciones inclusivas que benefician a la mayoría, pueden realmente desarrollarse y mejorar.

Creo que debemos de introducir la dinámica del compartir en la economía. Es la única manera, no solo de salir de la crisis, sino también de que realmente se de un progreso en nuestras sociedades. Para ello es importante repartir y compartir y recordar que para compartir no solo se recibe, sino que también se aporta… Ello excluye al gorrón, a quien se aprovecha de la bondad de los demás para recibir sin dar. Este no entra en esta dinámica sino en la egoísta, en la que lo quiere todo para si mismo. Si buscamos la sobreabundancia, si queremos generar bienestar para la sociedad, el compartir es el camino que nos llevará hacia ella y para ello debemos educar ciudadanos y generar instituciones que den, que repartan, que compartan…

 

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Nuevos modelos de economía

Dos periódicos turolenses se hicieron eco de mi conferencia el pasado jueves 26 de Septiembre. Aquí tenéis la crónica de ambos, aunque uno de ellos me definió como «catedrático» cosa que no soy…

Diario de Teruel del 27 de Septiembre de 2013 en su página 13

diario de teruel sobre conferencia

ECO DE TERUEL. Periódico digital de Teruel

Brillante charla del catedratico Enrique Lluch, dentro del Aniversario de Caritas en Teruel

Domingo, 29 septiembre , 2013 | Por | Categoria: Actualidad Local

En la imagen , un momento de la charla del viernes

En la imagen , un momento de la charla del viernes

El pasado viernes el catedrático D. Enrique Lluch Frechina, director de la Cátedra de Solidaridad de la Diversidad Cardenal Herrera CEU de Valencia dio una charla sobre os nuevos modelos económicos, dentro de los actos de celebración del aniversario de caritas diocesana en Teruel. La charla fue brillante y seguida atentamente por los asistentes.
Se habló de los nuevos modelos económicos como por ejemplo la economía de comunión, la economía del bien común, etc
Sobre todo se hizo hincapié en la necesidad de un cambio de mentalidad en empresas, intermediarios financieros, estados y en las economías domésticas.
Finalmente el profesor Lluch hablo de cuestiones económicas concretas , de los objetivos que deberían tener estos nuevos modelos económicos
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Un acercamiento a nuevos modelos económicos
Enrique Lluch ofrece una conferencia sobre propuestas alternativas
P. Fuertes
Teruel
Otros modelos económicos son posibles en la sociedad actual y así lo dio a conocer Enrique Lluch, doctor en  Ciencias Económicas y director de la Cátedra de Solidaridad de la Universidad Cardenal Herrera de Valencia,  en una conferencia que ofreció en el salón de actos de la CAI en Teruel con motivo del 50 aniversario de  presencia de Cáritas en la Diócesis turolense. Lluch presentó los motivos por los que existen modelos de
economía alternativos, qué pueden hacer los ciudadanos para cambiar e intentar organizarse mejor y qué propuestas existen en la actualidad.
Entre estas alternativas se encuentran la economía de comunión, la economía del bien común, la del decrecimiento, la economía altruista, la eco-economía, la democracia económica y la economía del buen vivir.
Lluch planteó que enfrentar el mercado contra la planificación es un “falso dilema” porque hay que aceptar el mercado como un instrumento válido pero plantearse que hay que cambiar sus objetivos. Así, los nuevos modelos económicos propugnan cambiar las metas del mercado, según puso de manifiesto este experto. Para
ello, “hay que orientar el mercado hacia otra dirección”.
Para hacerlo hay que plantearse diferentes objetivos, siguiendo la línea de estas nuevas teorías que recoge Lluch, como modificar las prioridades delmercado. Este economista propuso que ante la prioridad del beneficio,
hay que sobreponer la prioridad de la persona y el bien común; ante la de la economía financiera la de la economía real y ante la de los triunfadores la de los últimos. También planteó que hay que cambiar las reglas del juego para que beneficien a aquellos que colaboren más con el bien común y penalice comportamientos perjudiciales.
Para ello, se precisa “un cambio de mentalidad y estructuras”, destacó Lluch que pasa por cambiar
la mentalidad economista, que ha generalizado el comportamientos egoísta y lo ha justificado a ámbitos no económicos; las economías domésticas que tienen que afrontar su día a día con claves diferentes, y las  empresas, que deben insistir en su importante labor social. El cambio dementalidad tiene que llegar también a los intermediarios financieros, “que deben estar al servicio de la economía real y no al contrario”, explicó Lluch.

Para allanar el camino hacia estructuras económicas diferentes propuso un cambio de legislación de los mercados, que facilite la competencia y luche de forma efectiva contra los oligopolios y que facilite la  transparencia para la labor social de las empresas y de los intermediarios financieros.
También, sería necesario una política de contratación pública que utilice parámetros distintos al precio y que potencia a las empresas que colaboran en la construcción social. En cuanto al sector público, debería defender a los más desfavorecidos y defender el estado social y potenciar el bien común con una estructura impositiva que sea equitativa y redistributiva.
La estructura financiera también tiene que ser modificada, según Lluch, para favorecer un cambio en la política monetaria, una reducción del tamaño de las entidades financieras, la supresión de los paraísos fiscales y la regulación de los instrumentos financieros.  Todos estos cambios, concluyó este autor de varios libros sobre economía alternativa, se deben ejecutar a nivel internacional para que sea efectivos.

 

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El consumo y la crisis

Artículo publicado en la revista ICONO, septiembre 2013, año 114, nº 8, pág: 14-15

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Bangladesh y nuestras camisetas

Hace unos meses cayó un edificio en Bangladesh repleto de trabajadores textiles. Las malas condiciones del mismo y la gran cantidad de máquinas y personas que se encontraban allí, provocaron una desgracia que se podría haber evitado. Sin embargo, no me interesa ahora las condiciones de la empresa ni lo que dejó de hacer la sociedad de Bangladesh para evitar esta tragedia, sino que en este lugar se cosía ropa que luego compramos nosotros, demandada por empresas europeas y estadounidenses. Ello nos lleva a que ninguno de nosotros podamos garantizar que ninguna de las prendas que utilizamos habitualmente estén fabricadas en lugares similares a este. No tenemos ni idea de en qué condiciones se fabrican nuestras prendas de vestir y, quien habla del textil, también puede hacerlo de otros bienes como los electrodomésticos, los muebles, las herramientas, etc.

Hay que mirar la relación calidad precio

El motivo principal por el que sucede esto es que cuando compramos solamente miramos la relación calidad precio buscando siempre adquirir lo más barato que encontremos. Esta es una estrategia imprescindible para aquel que no tiene lo suficiente para vivir (si compra demasiado caro no puede comer todo lo que necesita o vestirse con una cierta decencia), pero esta estrategia de pobres ha pasado a ser una estrategia común en todas las familias, tengan el nivel económico que tengan. Buscamos lo más barato, porque solamente pensamos en nosotros. Queremos adquirir bienes lo más económicos posibles para poder tener más cosas con el mismo dinero.

Pero claro, si nosotros compramos algo y pagamos un precio por ello, ese dinero tiene que acabar en manos de alguien. Si pensamos en nuestras camisetas por las que pagamos precios ridículos, con ellos hay que pagar a los que las hacen, a quienes las transportan desde Asia a nuestros lugares de residencia, a quienes las venden en nuestros países y a quienes hacen la publicidad… Poco dinero para repartir entre muchos.

Echar balones fuera

Esta búsqueda de lo más barato ha hecho que muchas de nuestras empresas productivas hayan cerrado o ahora produzcan en países asiáticos. Los productos fabricados en estas naciones son más económicos y se venden mejor… Este fenómeno ha colaborado en el gran desempleo que tenemos en nuestro país y en que se haya desmantelado gran parte de la industria que existía hasta hace unos años, lo que dificulta la salida de la crisis. Ante esta situación muchos son los que piensan que la culpa la tienen estas naciones asiáticas y se ponen en contra de ellas en una reacción infantil que busca echar balones fuera y endosar la culpa de nuestros males a cualquiera que no seamos nosotros. Es una manera de no tener que pensar en qué parte de responsabilidad tenemos.

Pero si le preguntásemos a los trabajadores supervivientes del derrumbamiento de la fábrica de Bangladesh y de otras similares, seguramente nos replicarían que trabajan para empresas europeas y estadounidenses. Es decir, que ellos son el último eslabón de una cadena que comienza con nosotros, los consumidores, buscando el precio más bajo; continúa por nuestras empresas, que se van allí a buscar unos menores precios; y acaba en ellos, que producen lo que nosotros les decimos al precio que les exigimos. Al final, son nuestras empresas las que les fuerzan a trabajar en estas condiciones, ya que es la única manera de que se mantengan los costes bajos. Si no lo hacen, se busca otro país en el que se produzca más barato y a seguir con los precios más baratos…

Cambiar nuestros criterios de consumo

Benedicto XVI ya dijo en su Encícilica Caritas in Veritate que “comprar es siempre un acto moral y no solo económico”. Cuando compramos, le estamos diciendo a las empresas cómo queremos que se comporten. Si les pedimos solamente lo más barato, les estamos diciendo que rebusquen por todo el mundo dónde pueden producir de una manera más económica, que nos da igual como lo hagan, pero que nos traigan un precio muy reducido… Si queremos colaborar en que no hayan más casos como el de Bangladesh, debemos pedir a las empresas que nos muestren sus métodos de producción, que sean capaces de garantizarnos que ni ellas ni sus subcontratistas están produciendo en condiciones infrahumanas… El comercio justo ya lo hace, pero no es suficiente con esto. Debemos lograr que todo sea comercio justo, que lo que es excepcional pase a ser lo habitual.

Pero no solo esto, si queremos colaborar con nuestras compras a mejorar las condiciones económicas de nuestros ciudadanos, creo que es necesario que compremos más bienes producidos en nuestro entorno. Ello no solo nos permitirá controlar mejor si las empresas están produciendo en condiciones dignas y pagando unos salarios adecuados, sino también promover el empleo y la producción local colaborando así en la salida de la crisis. Todo ello supone, claro está, olvidarnos de esa consigna tan utilizada por todos nosotros “hay que comprar siempre lo más barato”…

 

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Conferencia «Nuevos modelos de economía»

El próximo Jueves 26 de Septiembre, con motivo del 50 aniversario de Cáritas Diocesana de Teruel y de Albarracín, impartiré una conferencia en el salón de actos de la CAI en Teruel (C/ Joaquín Arnau, 3) que se titulará: «Nuevos modelos de economía» En la que describiré por qué hay propuestas que quieren modificar la manera en la que organizamos nuestra economía y cuáles son las principales propuestas que hay en este momento.

La charla será a las 20:00h y espero que quienes seáis de esta bonita ciudad y provincia, podáis acercaros a escucharla.

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Economía para la Esperanza

Artículo aparecido en la revista «Crónica de la Solidaridad» de Cáritas Diocesana de Valencia, nº 41 de Enero-Febrero de 2013, Pág: 8 y 9

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Aquí tenéis el enlace a la revista completa: http://www.caritasvalencia.org/publicaciones_compra.aspx?Id=4525&Diocesis=41&Idioma=1

Nos encontramos en un momento histórico en el que la concepción que tenemos de cómo plantear y orientar nuestros asuntos económicos, no tiene nada que ver con los valores evangélicos y, evidentemente, con la caridad. La economía parece llevar una dinámica totalmente independiente del resto de nuestra vida y regirse por unos parámetros y valores basados en el egoísmo, la competitividad y el bienestar material en contra de lo que puede parecer propiamente cristiano (y más adecuado para resolver otra clase de cuestiones) como es el amor, la cooperación o el bienestar espiritual.

Es por ello que las instituciones se convierten a menudo en verdaderas estructuras de pecado: “El negocio es el negocio” “No estamos aquí para hacer el bien sino para ganar dinero” son excusas oídas y repetidas en muchas ocasiones para justificar actuaciones poco o nada caritativas que van en contra de la justicia y de los valores evangélicos.

Ante esta realidad hay que recordar que la economía estudia comportamientos humanos y tal y como nos recuerda Benedicto XVI en su Encíclica Caritas in Veritate debemos impregnar de fraternidad la economía, no solo porque esto es posible, sino porque es la única manera de que esta funcione al servicio de las personas. Por ello, una labor importante de la Iglesia en estos momentos de crisis es ese compromiso social con los más desfavorecidos que encarna tan bien Cáritas y que es imprescindible para poder transmitir la esperanza cristiana a una sociedad que necesita de propuestas que nos ayuden a salir de esta difícil situación.

Para lograr impregnar de fraternidad y esperanza esta situación económica ante la que nos encontramos, dos son los campos en los que creo que hay que actuar. Por un lado tenemos que atender a los afectados por la crisis y a los más desfavorecidos por ella. Debemos ser buena nueva para aquellos que no encuentran ningún motivo para la esperanza ¿Quién les va a ofrecer esa buena noticia si no somos nosotros?. Las parroquias no pueden quedarse a un lado y seguir actuando como si las circunstancias no hubiesen cambiado y estuviésemos todavía en los años de bonanza. Debemos saber afrontar esta realidad que, visto lo visto, no parece que vaya a acabarse o solucionarse en breve.

En segundo lugar, los cristianos debemos liderar una respuesta de esperanza a la situación de la crisis. Es necesario que nos pongamos por delante de una acción liberadora que transforme nuestro sistema socio-económico en una dirección diferente, no solo para evitar que una crisis como esta vuelva a suceder, sino también para construir una manera de gestionar la economía que potencie valores positivos al servicio de las personas y de los más necesitados.

Para lograr el primero de estos objetivos necesitamos que la pastoral social pase a ser una opción de parroquia y no una opción solo de Cáritas. No podemos dejarla a una parte de la comunidad que se especializa en ella, sino que tiene que abarcar a todos los grupos y a todas las personas comprometidas de una manera u otra en la parroquia. La especialización acalla conciencias pero no podemos quedarnos ahí. Esto no quiere decir despreciar la labor de Cáritas, sino todo lo contrario, mantenerla, afianzarla y realzarla para que sus fines y sus actuaciones abarquen la totalidad de la pastoral de la parroquia.

En segundo lugar, debemos lograr que esta acción social tenga como norte de actuación no el “hacer cosas por” sino el “estar con”. No se trata de hacer cosas por las personas más afectadas por la crisis, sino de estar con ellas, de quererlas, de compartir estos malos momentos desde la igualdad aunque no se haga nada en concreto por ellas. Esto es muy importante para no caer en un activismo alejado del amor, en un hacer que solamente se contabilice por los resultados a corto plazo y que tiene el peligro de acabar quemando a los que lo practican y no transformar la vida de los receptores.

Para liderar una respuesta de esperanza ante la crisis precisamos educar a los cristianos en una economía con otros valores. Promover el debate, la investigación y la enseñanza sobre cómo se puede concretar en el día a día una opción y una organización económica que se base en otros parámetros diferentes a los que rigen en la actualidad. Para ello deberíamos promover la formación social y política en nuestras parroquias, que los diferentes grupos tratasen temas de Doctrina Social de la Iglesia, tuviesen debates sobre cómo reorientar la situación en la que nos encontramos e introdujesen estos temas en sus programas de reuniones y actividades.

Esto supone trabajar el tema de nuestras necesidades, hablar sobre el consumo y la compra, abordar nuestra postura ante el ahorro y el endeudamiento, reflexionar sobre el trabajo y el sentido que este tiene, revisar nuestra concepción de progreso y tomar una postura crítica ante el crecimiento económico como objetivo final de nuestra sociedad. Darnos cuenta de cuáles son las prioridades económicas cristianas para proponerlas como alternativas a las que se están defendiendo en nuestra sociedad. Apostar por un Estado Social que proteja tanto el mercado (para que este no se venga abajo) como los riesgos de los que peor están. Apoyar a las empresas que priorizan a sus trabajadores y que potencian el servicio a la sociedad sobre otros objetivos.

Todo ello debería plantearse como un servicio a nuestra sociedad y qué mayor servicio que poner todas nuestras fuerzas en mostrar que la realidad socio-económica puede ser planteada desde otros parámetros y enfocada hacia otras direcciones. Esta labor es complementaria a la anterior y servirá para lograr que todas las actuaciones que hemos nombrado tengan más fuerza y predicamento. Esto supone educar en el bien común y en que el objetivo del quehacer económico no es el de tener más, sino el de ser mejor. Supone mostrar que la economía también puede ser un instrumento de esperanza si se plantea desde la fraternidad cristiana y la preocupación por los más desfavorecidos.

 

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Vivir una economía solidaria en comunidad

Una congregación religiosa me pidió hace un tiempo un texto sobre cómo vivir solidariamente la vida en comunidad. Me han permitido que reproduzca el texto que les escribí en este blog para que todos podáis acceder a él, así que aquí os lo presento:

solidaridad

Este texto tiene como principal objetivo hablar sobre la gestión cotidiana de la economía de nuestras comunidades. Pretende plantearse si es posible hacerlo de una manera solidaria y cuáles son las medidas prácticas que hay que tomar para hacerlo. Todo ello se relaciona con nuestra acción social y nuestro compromiso con los más desfavorecidos, así como con nuestras posibilidades de colaboración en la instauración del Reinado de Dios en la tierra a través de la construcción de una sociedad más justa y fraterna. Como vamos a ver, una gestión altruista de nuestros ingresos favorecerán esta opción por los que peor están.

¿Es posible una economía solidaria?

Quizá la primera pregunta que nos tendríamos que preguntarnos es si es posible una economía en clave solidaria. Muchísima gente piensa que la economía y la solidaridad son cuestiones incompatibles entre si. La economía aparece como el reino del egoísmo lo que conlleva que, perseguir la solidaridad o el bien común en cuestiones económicas, no solamente es algo que está fuera de su propia dinámica, sino que además, quien lo haga va a verse irremediablemente abocado al fracaso. Por ello, se afirma con rotundidad que solamente son válidos aquellos comportamientos que buscan sin complejos (o sin vergüenza) el propio beneficio.

Si esto fuese realmente así, creo que los cristianos deberíamos buscarnos otra fe o dejar de considerarnos cristianos para dedicarnos a otras labores o a otras religiones que fuesen compatibles con esta manera de entender las cosas. Digo esto, porque la economía es, en realidad, la manera en la que organizamos la parte de nuestra vida que se dedica a lograr aquello que necesitamos para vivir. Dicho de otra manera, es el modo en el que nosotros realizamos aquellas actividades que están destinadas a garantizar nuestro sustento y nuestra propia supervivencia. Esto implica varias cosas:

1.- Podemos hacerlo de muchas maneras, no existe una única para conseguir nuestro objetivo

2.- Podemos plantearnos el horizonte que queramos para esta actividad. Es decir, podemos encaminar esta actividad a objetivos alternativos. Podemos organizar la economía para cubrir solo nuestras necesidades, para conseguir todo lo que deseamos, para tener cada vez más, para que todo esté mejor repartido…

3.- Se trata de una actividad humana, por lo que podemos impregnarla de los valores y virtudes que deseemos. Por ello, aquello que rige nuestro comportamiento en otros campos podemos utilizarlo también para las cuestiones económicas.

Todo ello quiere decir que, al igual que el amor al prójimo y el compromiso con los más necesitados puede ser el norte de nuestra actuación en otros campos de nuestra vida, también lo puede ser en la economía, no son cosas incompatibles. Es más, los cristianos creemos sinceramente que el mejor servicio que podemos hacer a nuestra sociedad y la manera en la que ayudamos a nuestro Padre a recrear este mundo que él nos ha dado para que lo disfrutemos y gestionemos, es precisamente impregnando de amor todas las actividades en las que participamos. Por ello no solo creemos que es posible una economía solidaria, sino que además nuestra fe nos lleva a estar convencidos de que es la mejor manera de organizarla para que funcione correctamente.

Es por ello que Benedicto XVI afirma en el número 36 de su Encíclica Caritas in Veritate que el principio de gratuidad y la lógica del don, como expresiones de fraternidad, pueden y deben tener espacio en la actividad económica ordinaria. Esto es una exigencia del hombre en el momento actual, pero también de la razón económica misma. Una exigencia de la caridad y de la verdad al mismo tiempo”. Esto supone oponerse a aquellos que afirman que el mercado es intrínsecamente egoísta, para afirmar que en nuestro sistema económico y en los intercambios de mercado, pueden primar otras consideraciones diferentes a las del simple egoísmo.

Podemos vivir una economía solidaria en nuestro día a día

Todo esto nos lleva a afirmar que no solo es posible introducir la fraternidad y la solidaridad en la vida económica, sino que es nuestra responsabilidad como cristianos el hacerlo. De hecho, el mismo Benedicto XVI nos dice en esta misma Encíclica (CiV 15) que “El testimonio de la caridad de Cristo mediante obras de justicia, paz y desarrollo forma parte de la evangelización… La Doctrina Social de la Iglesia es anuncio y testimonio de la fe. Es instrumento y fuente imprescindible para educarse en ella” Por lo tanto y en la medida que la Doctrina Social de la Iglesia tiene un componente económico importante, no seremos creíbles, nuestra labor de evangelización no será bien recibida, si no viene acompañada por un compromiso social y una vida económica basada en los valores cristianos. Realizar opciones solidarias en nuestro día a día económico se convierte en esencial para nuestra labor evangelizadora.

Es evidente que todo esto tiene límites y que la economía en si misma también nos los pone. Un ejemplo servirá para entender esto. Nosotros sabemos que para educar en libertad y en responsabilidad y darle lo mejor a nuestros niños y jóvenes, es esencial que reciban una educación que parta del amor, en la que estos crezcan sintiéndose queridos y apoyados. Ahora bien, también sabemos que si este amor se convierte en sobre-protección por parte de sus padres y educadores, puede no resultar positivo y provocar problemas a los chavales que les afecten en su maduración. Amar implica aprender cómo a hacerlo, no todos los caminos son válidos.

Lo mismo sucede con la economía. Nosotros podemos impregnar nuestra actividad económica de amor, pero si esto lo hacemos gastando sistemáticamente más de lo que tenemos, al final nuestras deudas se incrementarán de tal manera que no tendremos fondos para seguir practicando la misma gestión económica, quebraremos y todo se vendrá abajo. En los dos casos, la sobre-protección y el endeudamiento son límites que nos dicen que no todo es válido para realizar nuestra acción educativa o económica, pero que no nos impiden impregnarla de amor.

¿Son ilimitadas nuestras necesidades?

El primer problema que tiene la gestión económica de nuestras comunidades es que se han incrementado de una manera exponencial las necesidades. En estos momentos tenemos una gran confusión entre lo que es necesario y lo que no lo es. De hecho, con mucha frecuencia se identifica el necesitar más cosas para vivir con el estar más avanzado o haber progresado más. Cuando vemos personas mayores o comunidades en países más pobres que viven con muy poco, pensamos que no han evolucionado, que nosotros no podríamos vivir con tan pocas cosas, que se nota que se han quedado en el pasado… Se trata de una trampa en la que caemos fácilmente, creemos que estamos más avanzados por que necesitamos más cosas para poder vivir bien. Afirmamos sin rubor que ahora no podríamos vivir bien sin esto… o sin lo otro… o sin lo de más allá…

Ante este tema, creo que en las comunidades deberíamos reflexionar seriamente sobre lo que son realmente necesidades y aquello que no lo son. Para ello es bueno recordar que existen dos tipos principales de necesidades: Las básicas y las sociales o de la condición. Las primeras son aquellas que necesitamos para sobrevivir (alimento, refugio, descanso, etc) y las segundas son aquellas que precisamos para vivir de una manera digna en el entorno en el que nos encontramos o para realizar ese trabajo que nos da de comer. Mientras las básicas son las mismas para todos, las segundas son contingentes y varían según el lugar en el que vivimos, el trabajo y la edad que tenemos, nuestro entorno, etc. Todo lo demás son cosas que nos apetecen, que deseamos o que queremos tener, pero no son necesidades.

En nuestras comunidades deberíamos reflexionar sobre cuáles son las necesidades reales que tenemos, tanto básicas como sociales, y qué cosas o servicios que recibimos no son necesarias, sino tan solo queridas o deseadas. En segundo lugar hay que darse cuenta que las necesidades son, por su propia naturaleza, limitadas, mientras que las apetencias y los deseos pueden no serlo, lo cual puede convertirnos en personas permanentemente insatisfechas. Por lo tanto, conocer qué necesitamos, qué son apetencias o deseos, y vivir satisfechos y felices con lo poco, es un testimonio necesario en esta sociedad de abundancia. Precisamos de personas satisfechas en lo económico que puedan centrarse en lo realmente importante de la vida y de su vocación.

¿Cómo comprar?

Esto nos lleva a que cambiar nuestra condición de consumidores a la de compradores. Para ello debemos acudir al mercado a adquirir aquello que queremos o necesitamos de una manera consciente, habiendo reflexionado previamente sobre la satisfacción que vamos a percibir por ello.

En este sentido hay que tener en cuenta lo que afirma Benedicto XVI en la CiV 66: “Comprar es siempre un acto moral y no solo económico”. Para considerarlo así, no podemos analizar nuestra compra en términos exclusivamente egoístas. Es decir, no podemos utilizar como único criterio de compra la relación calidad-precio. Buscar una determinada calidad al mínimo precio (el criterio más habitual de compra en la actualidad) tiene como objetivo poder consumir más bienes, teniendo como única consideración mi propio beneficio.

Este razonamiento olvida a los otros implicados en la compra: Por un lado quienes ganan dinero gracias a mi compra (trabajadores, accionistas o directivos, especialmente los primeros); Por otro la región en la que se produce el bien y su desarrollo; Por otro el medio ambiente afectado por los procesos productivos contaminantes o no… Superar el consumo egoísta supone analizar en qué condiciones se producen los bienes que adquirimos para optar por aquellos en los que tenemos la seguridad de que nuestro dinero es repartido de una manera justa entre trabajadores, accionistas y directivos, sirve para desarrollar las zonas en las que se produce el bien adquirido y este no se produce contaminando el medio ambiente.

Por ello, creo que debemos reflexionar para que las compras en nuestras comunidades sean parcas, entendiendo parquedad tal y como hace el diccionario de la Real Academia de la Lengua: “moderación económica y prudente en el uso de las cosas”. Debemos pues limitarnos a comprar lo que necesitamos y alguna cosa que nos guste, utilizar las cosas hasta que se gasten y no reponerlas antes de que se acabe su vida útil, evitar las compras inmaduras y poco reflexionadas y no confundir parquedad con tacañería o austeridad, no se trata de intentar gastarse el mínimo de dinero a toda consta, sino de comprar para vivir.

En segundo lugar debemos realizar compras responsables, es decir que tengan en cuenta las consecuencias de nuestra compra sobre tres aspectos principales: El entorno natural, el desarrollo de la zona en la que se produce el bien y las condiciones laborales de quienes lo producen. Creo, por tanto, que es clave que planteemos nuestras compras desde la parquedad y la responsabilidad.

La gestión de las finanzas

El último punto que quiero tratar sobre la gestión económica de nuestras comunidades, es el tema de la gestión de nuestros ahorros. Con frecuencia parece que la única manera de gestionar correctamente nuestros ahorros es poniéndolos en aquellos depósitos que nos dan un rendimiento mayor. Es decir, el ahorro se convierte únicamente en un sistema a través del cual logramos más ingresos. Parece que aquellos que no consiguen unos determinados intereses o beneficios por sus ahorros están haciendo, literalmente, el tonto. Se trata de conseguir lo máximo de nuestro dinero para después hacer con ello lo que sea preciso.

Sin embargo, esto puede llevar a que nuestro dinero esté siendo utilizado por agentes que estén haciendo exactamente lo contrario de lo que nosotros pretendemos. Por ejemplo, podemos estar realizando labores de formación de jóvenes y de promoción de empleo para personas más desfavorecidas y de lucha contra las malas prácticas en las empresas con respecto a estos colectivos, y al mismo tiempo nuestro banco estar financiando con nuestro dinero a las empresas que realizan estas malas prácticas y contratan a nuestros chavales sin seguridad social o pagándoles salarios indignos.

Por ello uno de los asuntos que tenemos que plantearnos es cómo utilizan los bancos nuestros ahorros, es decir, a quien prestan nuestro dinero. Debemos intentar que aquello que ahorramos sirva realmente para financiar proyectos que creemos sinceramente que son acordes con nuestra idea de sociedad y que están promocionando la riqueza y la economía que nosotros buscamos. Por ello debemos buscar lo que se denomina habitualmente ahorro ético pero que a mi me gusta llamar ahorro responsable. Debemos exigir a nuestros intermediarios financieros que nos informen sobre a quien están prestando nuestros ahorros y que exista transparencia al respecto. Existen entidades financieras que ya lo están haciendo y debemos lograr que la mayoría den ese paso.

Otro tema fundamental es el objetivo de nuestros ahorros. Debemos tener en cuenta cuáles son los tres fines tradicionales del ahorro: prevenir gastos elevados venideros (como puede ser un coche, una casa, etc.) prevenir gastos extraordinarios imprevistos (enfermedad, averías o deterioros no previstos) o invertir el dinero en un proyecto futuro (un nuevo colegio, una formación de algún miembro de la comunidad, una acción social, etc.) Es decir, debemos ahorrar para poder atender a estas cuestiones, pero sin pensar en el ahorro como en un sistema para obtener mayores ingresos. No se trata de ahorrar todo lo que se pueda para tener más ingresos, sino de ahorrar lo necesaro para atender a estos tres elementos.

Por ello, debemos replantear nuestras finanzas para obtener un ahorro prudente y responsable. Por un lato que intente calcular lo que necesitamos para atender a los tres objetivos tradicionales que tiene el ahorro y por otro lado, para que nuestros fondos sirvan realmente para financiar aquellos proyectos que son acordes con nuestra manera de entender el mundo.

Caridad, justicia y bien común

Caridad, justicia y bien común son las tres categorías principales de la Doctrina Social de la Iglesia. Nuestra acción social y nuestro estar en el mundo como cristianos tienen estos tres ejes que modulan nuestras actuaciones en el día a día. Normalmente, en nuestras comunidades, estas tres categorías están presentes en la acción de la congregación y forman parte de su manera de estar en el mundo. Ahora bien, solamente si orientamos hacia esta dirección nuestro día a día económico en las pequeñas cosas que regulan nuestra gestión de los dineros, podremos potenciar de una manera coherente estas tres categorías en el resto de nuestras actuaciones.

Las actuaciones aquí sugeridas no son suficientes para alcanzar la caridad, la justicia y el bien común, pero sí que son una base necesaria para que nuestra gestión económica no tenga unas líneas incompatibles con ellas y no frene o limite nuestra lucha para lograr que estas categorías primen en toda nuestra actuación. Al contrario, esta manera de gestionar la economía en nuestras comunidades aplicando unos principios solidarios, no solo representa un testimonio en una economía en la que, desgraciadamente, la corriente principal lleva al egoísmo y a la exclusiva búsqueda del propio interés, sino que está colaborando de una manera activa en potenciar nuestras acciones caritativas y crear ese mundo más justo que logre de una manera más sencilla el bien común que buscamos entre todos.

Por ello, creo que debemos plantearnos si cambiando la gestión comunitaria de nuestros dineros en las claves anteriormente citadas, podemos reservar unos fondos para promocionar acciones sociales o solidarias. Esto se puede hacer o bien a través de nuestros ahorros, financiando proyectos de esta índole, o bien a través de las compras en empresas o proyectos de índole social, o bien a través del dinero que dejamos de gastar y que utilizamos de una manera directa para estos menesteres. La reflexión comunitaria debe llevarnos a ver cómo podemos promocionar, con nuestros ingresos, acciones que lleven a una solidaridad ajustada a nuestro carisma (apoyo escolar para chavales más desfavorecidos, becas escolares, fondos para las comunidades en países más pobres, acogimiento de chavales con problemas…).

Cambiar la manera de gestionar nuestros dineros nos lleva a promocionar la acción social en nuestras comunidades, a compartir nuestro dinero con aquellos que más lo necesitan, y a reforzar nuestro carisma educativo con acciones que ayuden a aquellos niños y jóvenes que están más necesitados de apoyo. Para realizar esto se necesitan fondos que podemos proporcionar gracias a nuestro cambio de actitud ante los dineros de nuestra comunidad.

Por último, solamente me queda comentar que estoy seguro que mucho de lo aquí comentado ya se realiza en algunas de las comunidades que leen esta pequeña reflexión. Solamente animar a que si así lo hacéis perseveréis en este camino y si no es así, a que lo toméis como una senda que vale la pena ser transitada y que es parte de nuestro carisma.

Preguntas para la reflexión comunitaria

Propongo aquí una serie de cuestiones que pueden utilizarse para la reflexión comunitaria

  • ¿Cuáles son las cosas que realmente necesitamos en nuestra comunidad y qué otras podemos considerar como deseos u apetencias? ¿Cuáles de las que tenemos responden a necesidades básicas y cuáles a necesidades sociales?¿Tenemos la sensación de que estamos viviendo con menos de lo que necesitaríamos para estar bien? Si es así, ¿Por qué?

  • Vamos a repasar las últimas compras que hemos realizado en nuestra comunidad ¿Realmente nos hacían falta? ¿Únicamente tenemos en cuenta la relación calidad precio a la hora de realizar la adquisición?

  • ¿Hemos dejado alguna vez de comprar en un lugar para hacerlo en otro porque sabemos que en el segundo tratan mejor a sus trabajadores, son más respetuosos con el medio ambiente o están fuertemente imbricados en la economía local? ¿Estamos dispuestos a pagar más por determinados bienes si sabemos que así colaboramos en la construcción de un mundo mejor? ¿Adquirimos habitualmente productos de comercio justo?

  • Cuando ahorramos y ponemos nuestros fondos en algún banco, ¿Lo hacemos siempre para sacar la mayor rentabilidad posible del dinero sin tener en cuenta hacia dónde se dirige el dinero que guardo? ¿Hemos rechazado en alguna ocasión alguna oferta de alguna entidad financiera por que no nos garantizase o informase sobre el destino de nuestros ahorros? ¿Conocemos la banca ética y las distintas posibilidades que existen en España?

  • Si tuviésemos que marcar criterios a mi banco sobre para qué nos gustaría que se utilizasen nuestros ahorros ¿Qué le pediríamos? ¿Cuáles serían estos?

  • Reflexionemos sobre las acciones sociales que estamos realizando en nuestra comunidad y qué parte de nuestros ingresos estamos destinando a ello. ¿Existen estas acciones? ¿Tenemos fondos y tiempo para la pastoral social?

  • Si instauramos la gestión solidaria de nuestros fondos lo que supone utilizar una parte para acciones sociales ¿Qué acciones solidarias podemos plantear con parte de los ingresos que tenemos? ¿Podemos apoyar económicamente a otras comunidades que están llevando a cabo acciones sociales tanto en España como fuera de ellas? ¿Podemos plantearnos la realización de acciones sociales para con los chavales más desfavorecidos de nuestra propia comunidad?

  • ¿Podemos plantear un plan para este próximo año que nos de los pasos a seguir para instaurar una gestión solidaria de los dineros de nuestra comunidad?

 

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Entrevista en egunon Bizkaia

El programa Egunon bizkaia de radio popular me hizo una entrevista el pasado lunes día 3 de diciembre.

Estuvimos unos minutos hablando sobre economía y sobre cómo podemos afrontar la situación que tenemos desde unas claves más humanas y más éticas.

Si os interesa, podéis escucharla en el siguiente enlace:

https://www.box.com/s/0gda2408d5foiw1qapkx

 

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Crónica del encuentro en Vitoria del sábado 24 de Noviembre

El pasado sábado 24 de Noviembre estuve en el encuentro de Formación Topaki de las Cáritas diocesanas de Vitoria, San Sebastián y Bilbao, que tuvo lugar en el Monasterio de Estíbaliz.

A pesar del molesto viento que sopló durante toda la mañana, tuve una acogida muy cálida por parte de las más de 300 personas allí congregadas y el formato de entrevista-conferencia al que me enfrenté por vez primera, resultó un éxito.

Si queréis saber más sobre la entrevista, tenéis una bonita crónica en http://www.caritasvitoria.org/detallecont.php?idmodelo=2&idtipocontenido=71&id=2831&_pagi_pg_ant

 

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Ha salido la tercera edición de «Por una economía altruista»

Este pasado septiembre salió la tercera edición de mi libro «Por una economía altruista». Quiero agradeceros a todos los que lo habéis leído, regalado y recomendado y especialmente a aquellos que estáis intentando poner en marcla las sugerencias que allí hago. Espero que ello esté repercutiendo en la mejora de vuestra gestión económica y que esta se convierta en un apoyo y no en un obstáculo para las cosas más importantes de vuestra vida.

Para celebrarlo he preparado un pequeño video en el que describo el contenido del libro. Aquí lo tenéis.

 
 

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Conferencia sobre «Conocimiento y Vivencias de la Doctrina Social de la Iglesia»

Artículo publicado en el periódico Levante, en su suplemento de Castellón el martes 25 de Octubre de 2011 en su página 8

 

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Qué es una economía altruista

Artículo publicado en Noticias Obreras nº 1526 (Agosto 2011)

 

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Recuperar el valor del trabajo

Artículo publicado en la revista Noticias Obreras, nº 1525 (1-7-11/31-7-11)

 

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El trabajo egoísta

El trabajo Egoísta, artículo publicado en Noticias Obreras, nº 1524 de Junio de 2011, en su página 17

 

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¿A quien protege el Estado ante los riesgos del mercado?

 

¿A quien protege el Estado ante los riesgos del mercado? Artículo publicado en la página 28 del Periódico Las Provincias el 30 de Marzo de 2011

 

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¿Dónde está nuestro ahorro?

Artículo ¿Dónde está nuestro ahorro? aparecido en el número 1.522 de la revista Noticias Obreras (1-4-11/30-4-11) en su página 11

 

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Ante el consumo recuperar la compra

Artículo publicado en el número 1521 de Noticias Obreras del mes de Marzo de 2011 (Página 15)

 

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Consumir es algo más que comprar

Artículo aparecido en la Revista Noticias Obreras en su número 1.520 de Febrero de 2011

 

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Conferencia en Crevillent sobre el comportamiento económico del cristiano

El pasado 28 de Enero realicé una conferencia en el Museo de Semana Santa de Crevillent. En la página web de la semana santa de Crevillent podéis encontrar información al respecto.
http://www.semanasantacrevillent.com/actividadesmuss/actividades-2010-2011/1115-2011-01-29-conferencia-presentacion-libro.html

 

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El corazón de la economía egoísta

El corazón de la economía egoísta, Artículo publicado en Noticias Obreras nº1518 del 16 al 31 de Diciembre de 2010

 

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Necesidades y deseos finitos

Necesidades y deseos finitos, Artículo aparecido en la revista Noticias Obreras, en su número 1519 (1 a 31 de Enero de 2011)

 

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¿Puede la economía ser de otra manera?

Artículo publicado en el número 1517 de Noticias obreras publicado la primera quincena de Diciembre de 2010, página 17

 
 

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Entrevista en el número 1513 de Noticias Obreras

En el número 1.513 de Noticias Obreras editado por las Hermandades Obreras de Acción Católica HOAC me hicieron una entrevista que os adjunto aquí

 

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Por una economía Altruista en Formato Ebook

“Por una economía Altruista” ha sido publicado en formato ebook. Si quieres conseguirlo en este formato no tienes más que entrar en la plataforma todoebook y allí ya te indicarán la forma de pago y te proporcionarán el libro.

http://www.todoebook.com/POR-UNA-ECONOMIA-ALTRUISTA-ENRIQUE-LLUCH-FRECHINA-GRUPO-SM-LibroEbook-9788428822558.html

También puedes conseguirlo a través La Central: http://www.lacentral.com/ebook/9788428822558?idm=2&

 
 

Reseña del libro en Noticias Obreras, Nº 1.503, Mayo de 2010

 

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Reseña del libro aparecida en la revista Saó

Artículo publicado en el número 349 de la revista Saó (Pág 6) de Mayo de 2010

 

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La Encíclica Caritas in Veritate

El pasado Jueves, día del Corpus Cristie presenté la Encíclica Caritas in Veritate en Algemesí. Para aquellos que estén interesados en las ideas principales de la misma, aquí tenéis las diapositivas que expuse:

Resumen de la Encíclica Caritas in Veritate

 

La paradoja de la economía egoista

Artículo publicado en el diario Las provincias el martes 25 de Mayo de 2010 en la página 22

 

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Reseña del libro en CRESOL

Reseña de mi libro publicada en la revista CRESOL de mayo y junio de 2010

 

Entrevista en la revista CRESOL

Entrevista incluida en la revista CRESOL de Mayo y Junio de 2010, en la página V del suplemento que se incluye en ella.

 

Noticia publicada en ZENIT el 9 de Mayo de 2010

La agencia de información internacional sin ánimo de lucro ZENIT se hizo eco el pasado 9 de Mayo de 2010 de la publicación de mi libro «Por una economía Altruista» (http://zenit.org/article-35291?l=spanish) Esta reseña ha sido recogida también por Catolic.net (http://es.catholic.net/laiglesiahoy/mundoarticulo.phtml?consecutivo=35291) y por el blog del profesor argentino Afredo Eduardo Villafañe (http://profvillafane.blogspot.com/2010/05/hacia-una-economia-mas-humana.html)

El texto de la reseña es el siguiente:

ZS10050911 – 09-05-2010
Permalink: http://zenit.org/article-35291?l=spanish

Publicado el libro “Por una economía altruista” de Enrique Lluch

Basado en la Doctrina Social de la Iglesia y la “Caritas in Veritate”

MADRID, domingo 9 de mayo de 2010 (ZENIT.org).- Se acaba de publicar en España el libro “Por una economía altruista” del profesor de la Universidad Cardenal Herrera CEU de Valencia, Enrique Lluch Frechina. El libro propone un cambio en los planteamientos económicos basado en los libros Sapienciales, las Sagradas Escrituras y la Doctrina Social de la Iglesia. Así mismo dedica un apéndice a la encíclica Caritas in Veritate.

¿Se puede cambiar el modelo económico actual desde la práctica de una economía doméstica altruista? ¿La economía imbuida de la tradición y doctrina cristiana puede contrarrestar el modelo de economía egoísta impuesto por el desarrollo moderno? Consumir, trabajar, ahorrar y endeudarse con sentido común, ¿es la clave que hay que tener en cuenta para impulsar un cambio en el actual modelo económico capitalista? Al hablar de una economía altruista, ¿es posible un nuevo modelo basado en una economía en la que todos ganan si se desprenden de la comodidad y atienden a las necesidades exclusivas para vivir, sin anhelar insaciablemente la riqueza? A estas y algunas otras cuestiones pretende responder un libro recién publicado.

“Por una economía altruista” es la nueva obra editada por PPC, y firmada Enrique Lluch Frechina, en la que el autor se plantea, ante la actual situación de crisis económica en la que los modelos económicos están en cuestión, un nuevo modo de ver la economía e intentar impulsar el cambio tan deseado por todos los agentes sociales.

El autor propone, como una posibilidad para salir de la crisis, un cambio en los planteamientos económicos domésticos y particulares, a la luz de los libros Sapienciales, las Sagradas Escrituras y la Doctrina Social de la Iglesia.

Enrique Lluch defiende su original tesis planteando una reflexión y revisión del actual modelo económico doméstico, para acomodarlo a las actuales exigencias, sin perder de vista la Doctrina Social de la Iglesia y la última Encíclica del Papa Benedicto XVI.

Cuestiones como el consumo, el empleo y el ahorro, son pilares fundamentales de la obra, a través de los cuales, Enrique Lluch explica cómo se llega a la situación actual, revisa los patrones de actuación de la sociedad y aporta posibles soluciones siempre desarrolladas y puestas en marcha desde el caso particular –la economía doméstica- al caso general, las grandes cifras macroeconómicas.

Los cinco capítulos de que consta la obra son: Necesidades y deseos; Consumo; Ahorro; Trabajo y descanso; De la economía egoísta a la economía altruista. Tiene un apéndice sobre la encíclica de Benedicto XVI Caritas in Veritate.

El libro ha sido presentado recientemente en Almàssera y Valencia, por la Universidad Cardenal Herrera CEU y la Editorial PPC. A esta última presentación, asistió el arzobispo de Valencia, monseñor Carlos Osoro.

El arzobispo de Valencia destacó la importancia de esta sencilla obra en la bibliografía económica y cristiana, afirmando: “La economía necesita de una ética amiga de la persona para funcionar”.

Añadió monseñor Osoro que “los cristianos no tenemos que escondernos, pues sabemos presentar un proyecto que redunda en el bien de la persona, y además debemos hacerlo viviendo en comunión con la Doctrina de la Iglesia”.

Por su parte, el rector de la Universidad CEU Cardenal Herrera, José María Díaz y Pérez de la Lastra, subrayó que “este libro ayudará a los lectores a que sean más personas y a que tomen una posición clara ante la situación que vivimos”.

El autor de la obra Enrique Lluch, destacó que “se trata de una propuesta para la reflexión, puesto que el libro pretende cambiar las propuestas económicas basadas en el egoísmo por una motivaciones más altruistas”.

“Resulta importante cambiar las apetencias y los deseos, que son ilimitados, por un concepto de consumo más racional y solidario. Solo así seremos más libres, más solidarios e incluso, más felices”, concluyó.

Para más información:
https://enriquelluchfrechina.wordpress.com/por-una-economia-altruista/

 

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Entrevista en Alandar de Mayo de 2010

Entrevista en la revista Alandar, Mayo de 2010, pág: 24

Enrique Lluch, profesor de Economía en la Universidad CEU de Valencia
En una economía altruista el crecimiento no es el objetivo final

J. Ignacio Igartua

Analizando los factores que han propiciado la actual crisis económica mundial muchos pensaron que el sistema podía replantearse y que algo cambiara. La realidad de cada día parece que está lejos de ese objetivo, aunque hay quienes siguen pensando que ello es posible. Uno de ellos es Enrique Lluch, profesor de Economía de la Universidad CEU Cardenal Herrera de Valencia, quien considera posible trabajar “por una economía altruista”, como plantea en un libro de reciente aparición.

¿La economía es el reino de los egoístas?

El paradigma de comportamiento sobre el que se basa la teoría económica en estos momentos es aquel que propugna que todos nos movemos para lograr maximizar nuestro propio interés. En este sentido, el comportamiento egoísta está totalmente legitimado por la ciencia económica y en la medida que ésta impregna cada día más aspectos se convierten en la principal fuente de legitimación del comportamiento egoísta en nuestra sociedad. Es más, con frecuencia podemos escuchar que alguien lo que tiene que hacer es defender sus propios intereses y dejarse de pamplinas, de este modo el egoísmo aparece como el parámetro de comportamiento ‘moderno’ ante otros paradigmas que aparecen como propios de personas que se han quedado en el pasado.

¿La actual crisis mundial tiene algo que ver con esta afirmación?

Totalmente. El verdadero origen de la crisis, esto es, el por qué hemos llegado a los comportamientos especulativos que la han provocado, al engaño en los niveles de riesgo que tenían determinados instrumentos financieros, a la complicación excesiva que estos han experimentado, a la política de crédito barato, no tienen otra causa que la obsesión por el crecimiento económico, o lo que yo denomino la utopía del crecimiento. Tenemos que crecer, nuestra economía solamente funciona si hay crecimiento económico y éste además debe ser mayor que el de los países que tenemos al lado, porque si no, estamos fracasando. Estamos así entrampados en una estúpida competición que no nos lleva a ningún lado.

¿El propio interés lleva irremediablemente al bien común?

Es un mito, una falacia. Adam Smith no dijo esto, sino “persiguiendo su propio interés, frecuentemente promueve el de la sociedad con más eficacia que si intenta directamente promoverlo”. Quiero insistir que en ningún momento habla de que la relación sea irremediable, sino frecuentemente. Es más, para que la búsqueda del bien propio lleve a la mejora del bien común se deberían dar una serie de condiciones que no suelen aparecer en la vida real. En términos económicos deberíamos encontrarnos ante mercados de competencia perfecta y deberían darse unas condiciones en las que todos los que persiguiesen su propio bien estuviesen en una igualdad de condiciones tal, que ninguno de ellos tuviese capacidad para convencer o imponer su postura a los otros. Como esto nunca se da, la búsqueda del propio interés lleva a que el interés común se acerque más al de aquellos que han tenido más capacidad de acercar el ‘ascua a su sardina’.

¿Por qué en un mundo cada vez más rico hay cada vez más pobres?

Si está legitimada la búsqueda del propio interés, esto puede llevar a mejorar a otros. Por ejemplo, alguien que cree una empresa y emplee a mucha gente en ella que así tenga un salario y un trabajo. Sin embargo no tiene por qué ser así. Por ejemplo, prestar dinero a tipos de interés muy elevados a los más pobres. Además, no existe una relación directa entre riqueza y generosidad, por lo que la media de habitantes de un país o del mundo sea más rica no presupone que van a ser más generosos con los pobres.

¿Vivimos en una sociedad de la insatisfacción continua?

Sí y es una pena. Los problemas económicos graves se dan cuando no tenemos lo suficiente para alimentarnos, para protegernos del frío o del calor o para curar nuestras enfermedades, pero estar insatisfechos cuando tenemos cubierto lo necesario para vivir, trae una serie de problemas añadidos que no deberíamos tener. En este aspecto, la economía egoísta no ayuda a mejorar estos planteamientos sino que los empeora.

¿Se puede compaginar el consumo responsable con que no se ‘pare’ la economía?

Si queremos seguir creciendo sin parar, el consumo responsable no es el mejor camino, sino el consumo irresponsable y la especulación a altos niveles. Si luego esto trae inestabilidad y crisis no es lo más importante, lo prioritario es seguir creciendo. Por ello, cuando alguien se plantea el consumo responsable, debe cambiar la concepción y ver que la economía sigue funcionando aunque no crezcamos. No es necesario el crecimiento para que la economía siga funcionando. El consumo responsable se plantea la posibilidad de no crecimiento o de decrecimiento como algo positivo en si mismo.

¿Qué es una economía altruista?

Lo contrario de la economía egoísta, una economía que es consciente de que el crecimiento no es el objetivo final de nuestro desempeño económico. Que no busca solamente el propio interés a la hora de solucionar los problemas económicos, sino que también mira al bien común y el de los demás.

¿Es posible educar en esta visión o el sistema actual arrasa?

No, en la medida que convenzamos a las personas de que esta manera de entender la economía es positiva para ellas y las libera y las hace mejores además de beneficiar al común de la población, va a ser fácil. Muchos se dan cuenta de que querer siempre más y más no es lo mejor para sus vidas ni para los demás.

¿La Iglesia es más condescendiente con los ‘pecados económicos’ que con otro tipo de pecados?

Opino que, como les pasa a todos, la Iglesia es más comprensiva con los pecados realizados por los que son como nosotros, están en nuestra misma organización o están con nosotros o con los se parecen más a nosotros, que con los que están contra nosotros, en otras organizaciones o alejados o son más diferentes. Esto creo que es un mal generalizado.

¿Qué opina de la Responsabilidad Social Empresarial?

Se queda con demasiada frecuencia en operación de estética, aunque la idea es buena. Deberíamos incluirla en nuestros criterios de compra pero con unas evaluaciones más objetivas.

¿Se considera un utópico?

La economía es utópica en su globalidad. El crecimiento económico es una utopía, falsa, pero utopía al fin y al cabo. Sirve para que todo el sistema avance hacia un lugar u otro. Creo que todos necesitamos ese objetivo que nos mueva en una dirección, “el que no sabe donde va siempre llega a otro sitio”. Por ello considero que es bueno ser utópico y construir una sociedad más justa persiguiendo esa utopía.

 

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Presentación del libro en Almàssera

El pasado 16 de Abril se presentó en Almàssera mi libro «Por una economía Altruista» con una asistencia de 150 personas el ambiente fue muy agradable y os agradezco a todos vuestra asistencia y que muchos de vosotros estéis leyendo ya el libro.

Os añado una nota de prensa que ha confeccionado Alfonso Sanfeliu Frechina a propósito de esta y de la anterior presentación:

Presentado “Por una economía altruista” nuevo libro del Doctor en Economía Enrique Lluch Frechina

El viernes 16 de abril, en el Centro Cultural de Almàssera, se presentó el libro “Por una economía altruista” del Doctor en Economía y profesor de la Universidad Cardenal Herrera CEU de Valencia, Enrique Lluch Frechina.

Un acto multitudinario al que asistieron y acompañaron al autor, Sebastián Alós Latorre, Delegado Episcopal de Caritas Diocesana; Josep Maria Jordán Galduf, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Valencia, así como Jesús Coniil, también catedrático de Filosofía Moral y Política de la Universidad de Valencia.

Por una economía altruista” es la nueva obra editada por PPC, que ve la luz de la mano del valenciano Enrique Lluch y en la que el autor se plantea, ante esta nueva situación de crisis económica en la que los modelos económicos actuales pueden están cuestionados, un nuevo modo de ver la economía e intentar impulsar el cambio tan deseado por todos los agentes sociales. Aunque Lluch es consciente de que en las manos de los ciudadanos no están todas las herramientas necesarias para operar este cambio económico, el autor no deja de plantear como una posibilidad para salir de la crisis, un cambio en los planteamientos económicos domésticos y particulares, a la luz de los libros Sapienciales, las Sagradas Escrituras y la Doctrina Social de la Iglesia. Enrique Lluch defiende su innovadora tesis, a lo largo de esta obra, planteando una reflexión y una revisión del actual modelo económico domestico, para acomodarlo a las actuales exigencias, sin perder de vista la Doctrina Social de la Iglesia y la última Encíclica del Papa Benedicto XVI. Cuestiones como el consumo, el empleo y el ahorro, son los pilares fundamentales de la obra, a través de los cuales, Enrique Lluch contextualiza cómo se llega a la situación actual, revisa los patrones de actuación de la sociedad y además aporta, tras las reflexiones fundamentadas, posibles soluciones a esta situación por la que atravesamos, siempre desarrolladas y puestas en marcha desde el caso particular –la economía domestica- al caso general, las grandes cifras macroeconómicas. Con lenguaje fácil y accesible para el público en general, “Por una economía altruista” es uno de los nuevos títulos de PPC con el que se pretende arrojar luz a estos momentos convulsos en lo económico y social vividos por todo el mundo.

Acto apadrinado por el Arzobispo de Valencia

Antes de presentar su obra en Almàssera, localidad natal del autor, la Universidad Cardenal Herrera CEU y la Editorial PPC presentó el trabajo “Por una economía altruista”, el pasado 25 de febrero en el Palacio de Colomina de Valencia, contando con la presencia del arzobispo de Valencia, Don Carlos Osoro. El máximo responsable de la Iglesia valenciana destacó en este acto de presentación la importancia de esta sencilla obra en la bibliografía económica y cristiana, matizando en sus palabras lo siguiente: “la economía necesita de una ética amiga de la persona para funcionar”, además de afirmar también que “los cristianos no tenemos que escondernos, pues sabemos presentar un proyecto que redunda en el bien de la persona, y además debemos hacerlo viviendo en comunión con la Doctrina de la Iglesia”. Acompañó en este acto al Arzobispo y al autor, el rector de la Universidad CEU Cardenal Herrera, José María Díaz y Pérez de la Lastra, quien también subrayó durante su alocución lo siguiente: “este libro ayudará a los lectores a que sean más personas y a que tomen una posición clara ante la situación que vivimos”, muy en la línea de lo que apuntó posteriormente el autor de la obra Enrique Lluch, al destacar que “se trata de una propuesta para la reflexión, puesto que el libro pretende cambiar las propuestas económicas basadas en el egoísmo por una motivaciones más altruistas. Resulta importante cambiar las apetencias y los deseos que son ilimitados -apuntó Lluch- por un concepto de consumo más racional y solidario. Solo así seremos más libres, más solidarios e incluso, más felices”.

Firmado: Alfonso Sanfelíu

 

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Artículo de Josep Mª Jordán Galduf titulado «la economía egoísta»

Este es el artículo que publicó Josep Mª Jordán Galduf en el periódico el LEvante, EL MERCANTIL VALENCIANO , el pasado 14 de Abril de 2010 en la página 33

 

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Reseña del libro en la revista EL ROTATIVO

Esta es la reseña del libro que salió en El Rotativo, revista de la Universidad CEU Cardenal Herrera  en Abril de 2010, en su página 26

 

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Reseña del libro en la revista CAMINANT

Esta es la reseña de mi libro en la revista CAMINANT, Revista de la Parròquia Assumpció de la Mare de Déu – Alboraya- Publicada en el número 6 de Abril de 2010

 

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Reseña del libro «Por una economía altruista» en Razón y Fe

El último número de la revista Razón y Fe, el de Marzo de 2010, contiene una reseña de mi libro «Por una economía Altruista»  escrita por Jesús Sanjosé

Este es su contenido:

El objetivo del libro consiste en plantear, al menos en el ámbito microeconómico, una economía alternativa –la denominada por el autor altruista– a la economía existente –la denominada egoísta–, y todo ello por razones éticas basadas en los Evangelios y la Doctrina Social Católica. El punto de partida es la crítica de la misma definición de economía: si damos por supuesto que el principio en el que se basa la economía liberal consiste en la forma de satisfacer las necesidades ilimitadas con recursos escasos, un análisis de los términos mismos con los que nos encontramos en la definición puede arrojar alguna luz que ayude a aclarar el planteamiento. Para ello un análisis crítico del término necesidades puede arrojar mucha luz. Manejando el significado de términos que se nos presentan como sinónimos, tales como necesidad, deseo y apetencia, el autor introduce diferencias significativas; así, si la necesidad hay que relacionarla con aquellas cosas que son imprescindibles para la conservación de la vida, no ocurre lo mismo con el deseo, movimiento enérgico del de la voluntad hacia el conocimiento, posesión o disfrute de algo, o la apetencia, movimiento natural que inclina al hombre a desear una cosa… De ahí que haya necesidades básicas individuales, relacionadas con la supervivencia, tales como la alimentación, el vestido, la vivienda, el descanso o la asistencia sanitaria en caso de enfermedad, y necesidades sociales o de condición que tienen que ver con el llevar una vida digna en el entorno propio.

Hechas estas acotaciones al término necesidades, se trata ahora de discutir el por qué del calificativo de ilimitadas, calificativo que añade la economía egoísta y pretende desterrar la economía altruista. El error, a juicio del autor, consiste en confundir el término necesidades con el término deseos, entendiendo que si bien el calificativo ilimitados se adecua bien con el término deseos, no ocurre lo mismo si aplicamos el mismo calificativo al término necesidades… Se completan estos análisis haciendo un recorrido por el significado de la insatisfacción, poniéndolo en relación con lo positivo, es creativa en dosis limitadas, es autodestructiva en dosis mayores, genera múltiples dependencias limitando la autonomía y la autodeterminación; hace que se adquieran deudas, …

Sentadas estas bases el capítulo 2.º se dedica a aplicar estos principios al consumo, el 3.º al ahorro y el 4.º al trabajo y al descanso. En el desarrollo de los tres capítulos se sigue el mismo esquema: una primera parte reflexiva, podríamos decir de ética general; una segunda parte en la que se completan las enseñanzas de la Iglesia sobre el tema, moral católica; una tercera parte en la que se hacen ciertas propuestas concretas de mejora; y una cuarta parte en la que se invita a que el lector continúe con la reflexión aquí iniciada.

El capítulo 5.º es una recapitulación de los principios, el alcance, la posibilidad efectiva y los límites en el que se manejan los principios cristianos de caridad, bien común, justicia, etc. Se completa el trabajo con una reflexión sobre la encíclica Caritas in veritate.

El autor, profesor de economía en el CEU de Valencia, simultanea su trabajo académico con la participación en proyectos de desarrollo destinados al Tercer Mundo. El trabajo que se comenta puede incluirse en esa corriente del análisis económico que pretende devolver a la economía el carácter de ciencia moral con la que se inició.

razón y fe – marzo 2010
 

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Artículo del DOCU digital, revista de la Universidad CEU Cardenal Herrera

Carlos Osoro: “La economía necesita de una ética amiga de la persona para funcionar”
El arzobispo de Valencia preside la presentación del libro “Por una economía altruista” del profesor de Economía de la Universidad CEU Cardenal Herrera, Enrique Lluch

El acto de presentación del libro del profesor Enrique Lluch se ha celebrado en el Palacio de Colomina, sede de la Universidad CEU Cardenal Herrera en Valencia.
El acto de presentación del libro del profesor Enrique Lluch se ha celebrado en el Palacio de Colomina, sede de la Universidad CEU Cardenal Herrera en Valencia.

El arzobispo de Valencia, Carlos Osoro, ha presidido la presentación del libro Por una economía altruista. Apuntes cristianos de comportamiento económico en la que ha afirmado que “la economía necesita de una ética amiga de la persona para funcionar”. Osoro ha afirmado que “los cristianos no tenemos que escondernos porque sabemos presentar un proyecto que redunda en el bien de la persona”. El cristiano que vive en comunión es imposible que niegue lo que los demás necesitan. “La centralidad de la persona está en el eje de esta obra”, ha añadido.
Por su parte, el rector de la Universidad CEU Cardenal Herrera, José María Díaz y Pérez de la Lastra, ha manifestado que “este libro ayudará a los lectores a que sean más personas y a que tomen una posición clara”. En este mismo sentido, el autor del libro –el profesor Enrique Lluch- ha declarado que se trata de una propuesta para la reflexión y que el libro “pretende cambiar las propuestas económicas basadas en el egoísmo por motivaciones más altruistas. Las apetencias y los deseos son ilimitados; las necesidades, no”. Lluch ha explicado que se trata de que las opciones económicas del día a día nos hagan “más libres, más solidarios y nos ayuden a ser más felices”. Por una economía altruista está sustentado en los principios de la sabiduría cristiana y aboga por realizar un trabajo constructivo para la sociedad que, al tiempo, nos haga más personas. “¿Es posible esta propuesta?”, se preguntó el profesor. “Si no cambiamos la manera de ver la economía, es imposible que lleguemos a la caridad y la justicia”.
Finalmente, Luis Aranguren – director de Ediciones PPC- explicó que la necesidad de divulgar el mensaje cristiano de manera asequible, “intentando cruzar los elementos propios de la cultura y la economía con los de la fe” fue lo que le llevó a editar este libro, que vincula las cuestiones económicas prácticas y el mensaje evangélico para construir “un tipo de economía que nos haga vivir en un mundo mejor”.

 

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