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Archivo de la categoría: Diccionario de la crisis

La deuda pública en España

Artículo publicado en Noticias Obreras, Nº 1587, Enero de 2015, pág: 19-26

Además de mi artículo se incluyen intervenciones de los principales partidos políticos de ámbito nacional

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Desde el año 2007 hasta estos momentos la deuda pública española se ha incrementado de una manera exagerada. Entre 2007 y 2013 se ha multiplicado la cifra de la deuda por más de 2,5, siendo los años 2009 y especialmente el 2012 los dos en los que el crecimiento de esta deuda ha sido mayor. Esto ha supuesto que su valor se acerque a la producción anual de nuestro país (se espera que se alcance este valor o bien en 2014 -no contamos con los datos todavía- o bien en 2015).

Esto ya nos muestra dos realidades de estos últimos años que es necesario indicar. La primera es que a pesar de las políticas de austeridad practicadas, no hemos dejado de tener déficit y nuestra deuda pública se ha incrementado mucho. La segunda es que la partida de pago de intereses por esta deuda no solo no se ha reducido (como muchas otras partidas) sino que se ha multiplicado también por algo más de 2,5 alcanzando una cifra en 2013 de 38.000 millones de euros aproximadamente. Podemos afirmar, por tanto, que la única partida en la que la austeridad no ha llegado ha sido precisamente el pago de intereses de la deuda y que además, ha crecido muchísimo.

Lo primero que habría que contestar es el porqué de este incremento de la deuda, ya que sin conocer cuáles han sido las causas para que esta aumentase tanto, no podemos realizar un análisis certero de este tema. Los motivos son varios y la mayoría están relacionados (al igual que sucedió en otros momentos históricos parecidos) con la gran recesión económica que hemos vivido. Ya que a pesar de ser una crisis de claro origen privado, los problemas financieros y económicos han acabado deteriorando los resultados presupuestarios del sector público. Pasemos a un más análisis detallado.

Las principales causas de un incremento de la deuda son o bien desajustes entre los ingresos y los gastos públicos, es decir, el déficit anual del Estado. O bien cualquier otra clase de endeudamiento que no esté directamente derivado del presupuesto del Sector Público. Pues bien, en nuestro caso se ha dado una combinación de estos dos elementos. Comencemos por los gastos. Los gastos del sector público se han incrementado estos últimos años especialmente (si exceptuamos la partida ya nombrada de los intereses de la deuda) por el subsidio de desempleo y por las pensiones. Es por ello que desde el gobierno hablan de que el gasto social se ha incrementado (ambas partidas están incluidas en este gasto social).

Tanto una partida como la otra no dependen de la voluntad del gobierno de turno, sino de la situación económica el primero y de la cantidad de jubilaciones y de la cuantía de las mismas el segundo. El incremento de personas que han engrosado las filas del paro en estos últimos años ha provocado un incremento elevado del pago por subsidios de desempleo. Sin embargo, este crecimiento se ha frenado en los últimos años debido, sobre todo, al agotamiento de esta prestación por parte de aquellos que llevan ya mucho tiempo desempleados. En cuanto a las pensiones ha habido una gran cantidad de personas que se han jubilado en el último lustro y un gran porcentaje de ellas que lo han hecho con la pensión máxima o con pensiones elevadas, lo que ha llevado al incremento del gasto en estas dos partidas.

Sin embargo, el elemento que más ha influido en este aumento del déficit ha sido el descenso de la recaudación por impuestos. Las bajadas de impuestos que se realizaron en época de bonanza han resultado letales cuando la crisis ha arreciado fuerte. Los ingresos se han reducido en una cuantía superior a lo que ha sucedido en otros países europeos. Si a ello unimos que nuestro punto de partida era también el de una recaudación inferior a la que tienen la mayoría de los países de la Unión Europea, nos encontramos con una carencia de ingresos públicos que nos hace estar siete puntos por debajo de la media europea de los 15 países más ricos (un 34% del PIB en España y un 41% en la UE de los 15) mientras que en 2007 esta diferencia era tan solo de tres puntos (38% a 41%).

En cuanto a los otros factores ajenos al déficit que han influido en el incremento de la deuda, ha habido uno que ha sido clave y que hizo que 2012 fuese el año de toda la historia moderna de España en el que más se elevó el déficit público: el rescate bancario. En él socializamos deuda privada a través de prestar fondos a los bancos intervenidos (para que pagasen sus deudas al sector privado) con dinero que tuvimos que pedir en los mercados internacionales. Es decir, transformamos deuda privada en deuda pública.

Todo ello nos dibuja un panorama poco esperanzador en cuanto a la situación de la deuda. Ya que con la escasa recaudación que tenemos, con las promesas de bajadas de impuestos, con una conciencia social poco favorable al pago de impuestos y con una situación de crisis que aunque parece que ya ha tocado fondo (y esto es positivo) no se percibe un despegue rápido en un breve espacio de tiempo, no parece muy factible luchar contra el déficit si no es a través de reducciones del gasto público.

Ante esta situación cabe preguntarse qué dice la Doctrina Social de la Iglesia sobre este tema. Para ello, creo que lo mejor es recordar unas líneas la Encíclica Centesimus annus (35) sobre esta cuestión: “Es ciertamente justo el principio de que las deudas deben ser pagadas. No es lícito, en cambio, exigir o pretender su pago, cuando éste vendría a imponer de hecho opciones políticas tales que llevaran al hambre y a la desesperación a poblaciones enteras. No se puede pretender que las deudas contraídas sean pagadas con sacrificios insoportables. En estos casos es necesario —como, por lo demás, está ocurriendo en parte— encontrar modalidades de reducción, dilación o extinción de la deuda, compatibles con el derecho fundamental de los pueblos a la subsistencia y al progreso” Es evidente que esta frase está escrita pensando en la crisis de la deuda externa que se dio a finales del siglo XX, pero creo que las afirmaciones que en ella se contienen son aplicables también a nuestro caso.

La cuestión clave se centra en saber si una deuda tan elevada como la que estamos teniendo en nuestro país que supone un pago de intereses cercano al 4% del PIB, está provocando situaciones de necesidad y está condenando a parte de la población española a situaciones de pobreza y exclusión que se podrían evitar en el caso de que esta deuda no existiese o fuese más reducida.

Parece evidente que si la única solución que se aplica a este problema es la reducción del déficit a través la reducción del gasto público, la deuda resulta incompatible con una atención a las personas y una mejora del cuidado de quienes están peor. Esto provocaría (como de hecho ya está sucediendo) que las desigualdades se incrementarán más y más. La causa principal es que estos recortes se están dando en políticas que benefician a todos, mientras que se incrementa el gasto en partidas que benefician a los más pudientes como los intereses de la deuda (que se abonan a los prestamistas, que son quienes tienen dinero para financiar y, por tanto, un nivel económico alto).

De este modo, cabe plantearse otro tipo de políticas que puedan lograr el mismo fin sin perjudicar a la población. Por un lado, deberíamos lograr un nivel de pago de impuestos que fuese, al menos, similar a la media de la UE de los 15. Con ello el déficit público se reduciría muchísimo sin necesidad de tocar el nivel de gasto. Esto supondría un cambio del sistema impositivo que debería realizarse no solo a nivel nacional, sino también a escala internacional. Si no se hace así, las grandes empresas y fortunas tienen medios legales para evitar pagar impuestos en nuestro país. Este cambio debería lograr que las rentas altas y las grandes empresas pagasen, al menos, lo que les corresponde y no pudiesen eludir estos pagos por medios legales y, en una segunda instancia, que viesen incrementados sus tipos impositivos para cumplir con la progresividad que indica nuestra constitución para los impuestos en España.

En segundo lugar, cabe preguntarse si se podría rebajar el tipo de interés medio de nuestra deuda que estaba en noviembre de 2014 a un 3,4%. Evidentemente esto puede hacerse por el camino que se ha realizado hasta ahora, llevar a cabo las medidas que nos exigen los prestamistas internacionales para que estos sigan confiando en nosotros y prestándonos más barato. Sin embargo también existen vías alternativas.

Por ejemplo cambiar los estatutos del BCE y permitir que preste directamente a los Estados con un coste igual al que se presta a los bancos privados. Cuando Mario Draghi ha intentado comprar deuda pública de los estados europeos (lo que podría aliviar el peso de sus intereses) se ha encontrado con muchas resistencias, especialmente desde el Bundesbank. No obstante, parece no tener demasiado sentido que acepte deuda pública como garantía de devolución de los préstamos que realiza a los bancos privados y no se esté dispuesto a comprar esta deuda. La compra de la deuda por parte del Banco Central o el préstamo directo a los Estados al mismo tipo al que presta a los bancos supondría un ahorro de hasta 30.000 millones de euros en España que también sería un alivio para las finanzas nacionales. Debemos plantearnos si son las empresas privadas quienes tienen que beneficiarse de los tipos y préstamos del BCE para tener ganancias privadas, o deben beneficiarse los Estados para que obtengamos ganancias públicas.

En tercer lugar cabe preguntarse si una deuda de esta clase es sostenible. Ya no estoy hablando desde el enfoque del bien común (como he hecho hasta ahora) sino desde un enfoque exclusivamente económico. ¿Es posible que en una situación como la actual se garantice la devolución y el pago de intereses durante mucho tiempo si no se cambia nada y todo se confía a las políticas de austeridad? Algunos economistas creen que no va a ser posible y lo que estamos haciendo es ahogando las posibilidades de crecimiento para no lograr finalmente el objetivo deseado. No hay más que ver qué sucede con Grecia.

En cuarto lugar, podría generarse una inflación controlada que permitiese que la cuantía de la deuda se redujese en un lustro. Cuando suben los precios, el valor del dinero disminuye, por lo que el valor de la deuda también se reduce. Esto supone que aunque se deba lo mismo, en un breve espacio de tiempo con ese dinero se pueden comprar menos cosas, lo que supone una reducción efectiva de mi deuda. Evidentemente, esto no se puede hacer con un estatuto del Banco Central Europeo que le obliga a mantener la inflación por debajo del 2% anual. Pero es algo que se ha hecho en otros momentos históricos y que ha permitido rebajar la presión de la deuda en algunos países.

La limitación de espacio me impide profundizar más en estas políticas o aumentar el catálogo de las propuestas. Solamente quiero incidir en que el problema de la deuda viene originado, en gran parte, por la estructura financiera de la que nos hemos dotado. La construcción de un entramando financiero cuyas políticas intentan defender, sobre todo, a los financiadores de la actividad económica, una estructura del BCE que impide aplicar determinado tipo de soluciones, unos paraísos fiscales que permiten eludir el pago de impuestos, una estructura de impuestos que beneficia a los más pudientes y una manera de solucionar los problemas de posibles impagos cuyo peso recae siempre en el deudor y nunca en el acreedor, nos llevan a estos problemas que se van convirtiendo en estructurales.

Las soluciones van, por tanto, más allá de las medidas presupuestarias (que también). Deben dirigirse a cambiar la estructura de la que nos hemos dotado para que esta busque realmente el beneficio de las personas y no solo garantizar el beneficio económico a quienes pueden generarlo.

 

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¿Hemos superado la crisis?

Artículo publicado en el boletín nº 26 de primavera de 2014 de la  «Asociación Resurgir» de Huelva en su página 7

hemos superado la crisis, huelvaCrónica del encuentro de profesionales cristianos en Huelva

crónica de encuentro de Huelva

¿Hemos superado la crisis? Esta es una pregunta recurrente ante la que parece que no hay una única respuesta. Ante los mensajes optimistas del gobierno, que siempre (sea cual sea el color del que manda) va a intentar mostrar la cara más amable de su gestión, existe una población que mira a su alrededor y no ve grandes signos que justifiquen el optimismo desbordado que emana de unos políticos inmersos en una campaña electoral. La oposición, por su parte, se debate entre decir que no es oro todo lo que reluce (y pagar caro su pesimismo ante una población ávida de buenas noticias) y sumarse al carro de la recuperación para explicar que ellos podrán gestionarla bien. Ante esta realidad, quiero ofrecer un análisis sosegado y prudente sobre lo que está pasando en la economía para intentar responder a la pregunta que encabeza este artículo.

En primer lugar hay que señalar que en toda crisis (ya sea esta personal, económica, social o política) hay un momento en el que se toca fondo, en el que ya no se puede ir a peor. En la actual situación parece que hemos llegado a ese punto, que estamos en el punto inferior de la crisis. Si en lugar de estar en lo más hondo, siguiese incrementándose el paro, continuase reduciéndose el Producto Interior Bruto y creciendo la pobreza y las desigualdades durante mucho tiempo, nuestro panorama sería realmente muy desalentador. Pero todos los indicadores nos hacen pensar que esto ya no va a pasar, que realmente estamos en un punto en el que no vamos a ir a peor, y esto parece una buena noticia.

Realmente, después de siete años de un desempleo creciente y con unos niveles de crecimiento económico ridículos, parecía que era la hora de llegar a este punto. Si observamos al anterior gran crisis que tuvimos en nuestro país (la de los años setenta) esta fue la cantidad de años que necesitó la economía para comenzar a crear empleo mientras que los años de muy bajo crecimiento o decrecimiento fueron solo cuatro. Sería pues deseable que, si se confirma lo que todos los indicios parecen mostrarnos, estemos en la base del comienzo del despegue hacia una etapa de mejora económica.

Sin embargo, los datos macroeconómicos siguen sin ser demasiado buenos. Estamos en un panorama de bajadas de precios que no ayuda a la recuperación (si los precios bajan se aplazan las compras no necesarias, se compra menos y la economía no avanza), la deuda pública es más alta que nunca, el déficit estatal sigue siendo algo, el crecimiento económico se recupera pero sigue siendo muy bajo y se sigue destruyendo empleo a pesar de las cifras de paro registrado del mes de abril (que reflejan el crecimiento de la semana santa como las de diciembre reflejaron el de las vacaciones navideñas).

Sin embargo, estas malas cifras no han sido óbice para que hayamos recuperado la confianza de los prestamistas/inversores internacionales. Esto, además, es un motivo de alegría para algunos y una prueba del éxito de las políticas gubernamentales. Y digo esto, porque desde el principio, el principal objetivo de todas las políticas económicas del gobierno español (comandado por la Unión Europea) ha sido este, que los prestamistas/inversores internacionales no perdiesen y volviesen a invertir en nuestro país. Es evidente que esto se ha logrado. Por un lado, muchas de las deudas que se tenían con ellos, ahora se tienen con el Estado. Este pagó a los prestamistas/inversores con el dinero público y ahora es él a quien se le debe el dinero. Por otro, los precios han bajado tanto en España que los prestamistas/inversores extranjeros vuelven a ver atractivo comprar o financiar en España a precios de ganga para vender en un futuro no muy lejano logrando (eso esperan al menos) pingües beneficios.

Además, los prestamistas/inversores internacionales han disipado sus dudas iniciales. Cuando comenzó la crisis tenían una gran desconfianza en nuestro país y en el resto de la Unión Europea, pensaban que se podían tomar decisiones para solventar al crisis que fuesen en contra de sus intereses y que les hiciesen perder dinero. Ahora ya saben que esto no ha sido así, que de los posibles caminos que se podían tomar para superar la mala situación, se tomó aquel que menos problemas les suponía y con el que iban a minimizar las pérdidas. No solo eso, sino que han conseguido garantizar que esto va a seguir siendo así durante los próximos años lo que les permite volver a financiar con seguridad y garantías.

Los cambios que ha propiciado esta crisis y sobre los que se ha asentado la incipiente recuperación, han ido encaminados a que los inversores-prestamistas sigan teniendo un entorno favorable para materializar en beneficios sus negocios financieros con el mínimo riesgo. Cabe preguntarse, con toda legitimidad, si este era el camino más adecuado, si la refundación del capitalismo de la que habló Nicolás Sarkozy cuando comenzó esta crisis es esto: un mundo más fácil para aquellos que se dedican a las finanzas.

Y también cabe preguntarse por aquellos que están asumiendo los costes de esta situación desastrosa. Sabiendo que los niveles de empleo previos a la crisis de los años setenta tardaron veinte años en volverse a alcanzar ¿Podemos esperar un ritmo rápido de recuperación en nuestro país? Y si avanzamos pero muy poco a poco ¿Qué va a pasar con todos aquellos que siguen en una situación crítica? ¿No siguen ellos estando en crisis y hundiéndose a pesar de la situación general?

 

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Pobreza y privación en España: el impacto de la Gran Recesión en las CCAA

Desde el Observatorio de Investigación sobre Pobreza y Exclusión en la Comunidad Valenciana hemos publicado a través de Cáritas Española un estudio en el que se analiza la evolución de la pobreza y la privación en cada una de las Comunidades Autónomas de España (exceptuando la Comunidad Valenciana de la que ya hicimos un estudio más detallado hace dos años)

Páginas desdeInforme completo de todas las provinciasSi queréis acudir a él podéis hacerlo en el siguiente enlace: http://www.foessa.es/publicaciones_compra.aspx?Id=4568&Idioma=1&Diocesis=42

 

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PARA ENTENDER QUÉ PASÓ CON LAS PREFERENTES

Artículo publicado en la revista Icono Junio 2013, páginas 10 y 11

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Una historia local

Recuerdo que hace un tiempo mi padre me vino a consultar sobre un producto que le habían ofrecido en su oficina bancaria. Le habían propuesto que sacase dinero de sus depósitos para ponerlo en un producto denominado “preferentes” en el que le iban a dar un rendimiento mucho mayor sin demasiado riesgo. Quería saber qué de verdad había en esto. Le expliqué de una manera sencilla que las preferentes eran una especie de acciones de la caja de ahorros (esto no es muy riguroso pero es fácil de entender) y que podía perder todo su dinero o pasar a ganar poco, ya que los rendimientos que daban dependían de la marcha del banco.

Mi padre no quería riesgos sino seguridad para su dinero así que volvió al banco, le dijo a la directora que declinaba su ofrecimiento y que, desde su punto de vista, estaba engañando a la gente ya que las preferentes no eran productos seguros. Evidentemente, no todas las personas de mi población tienen un economista en la familia, ni todas consultan estas cosas con alguien que sepa un poco sobre ellas, por lo que algunas pasaron sus pequeños ahorros de siempre a las preferentes y, cuando se dieron cuenta de que habían perdido su dinero se sintieron estafadas y descargaron su ira contra la directora de la oficina (hubo hasta amenazas verbales y momentos muy tensos).

 

¿Por qué sucedió esto?

El análisis de esta estafa a pequeños ahorradores que compraron un producto que no entendían pensando que era seguro nos lleva a tres causas que confluyeron en ella:

  1. Las cajas de ahorro querían expandirse y prestar más para ganar más y no tenían financiación para hacerlo. Este era un buen sistema para conseguirlo

  2. Los directores de las sucursales bancarias trabajan por objetivos, de modo que la alta dirección les puso un objetivo de colocación de preferentes entre sus clientes y ellos se vieron obligados a cumplirlo para no perder su trabajo o su puesto. Además, muchos de ellos no entendían bien qué era ese instrumento financiero, solo leían la información de venta que les venía preparada e intentaban alcanzar las cifras de venta que les venían dadas.

  3. El ahorrador se veía atraído por la alta rentabilidad que le ofrecían con las preferentes. Pensaba que esto le iba a llevar a ganar más y además estaba engañado con respecto a la seguridad que tenían. Por ello prefería sacar su dinero de los depósitos atraído por estos rendimientos superiores.

 

¿En qué nos equivocamos?

No voy a entrar en los puntos uno y dos, ya que estos hablan de la responsabilidad que tuvieron las cajas de ahorro a la hora de comercializar estos productos. De ello se ha hablado mucho y no es este el foro para insistir en este aspecto sino en el nuestro, en el de los clientes de una entidad bancaria. Se nos ha metido en el fondo de nuestro ser que el objetivo del dinero que tenemos en el banco es el de lograr el máximo rendimiento posible. Por ello miramos los intereses que nos dan y si estos son bajos y tenemos algún amigo o familiar que nos dice que gana más, nos sentimos mal, nos parece que estamos haciendo el tonto con nuestro dinero y no le estamos sacando el rendimiento que podríamos. Esto hace que, cuando nos ofrecen un producto financiero con el que podemos ganar más, nos ceguemos y pensemos que por fin ya vamos a ganar lo que nos merecemos.

 

Exigir transparencia y ética

Sin embargo no es esto lo que nos va a llevar a darle el verdadero sentido a la actividad bancaria y financiera. Benedicto XVI nos ha llamado a construir una estructura ética de los mercados financieros y los clientes podemos participar en esta labor. Para ello, debemos exigir transparencia a los bancos para que nos informen hacia donde dirigen el dinero que les dejamos. Así, podríamos elegir el banco o el producto, no por el rendimiento que este nos da, sino por a quien se le va a prestar nuestros ahorros.

Esto también supone que dejemos en un segundo plano el criterio del rendimiento. Si sabemos que con nuestro dinero el banco está financiando causas justas o proyectos positivos para la sociedad, podemos estar dispuestos a recibir menos rendimiento porque esto supone que, a su vez, se le está cobrando menos a quien se le presta. Así, ganaremos nosotros, aunque no tanto; ganará el que pide prestado, porque le saldrá más barata la financiación; y saldrá ganando la sociedad porque se potenciarán proyectos positivos para ella. Esta exigencia de transparencia y ética con la amenaza de llevar el dinero a otro banco, será nuestra colaboración a una regeneración ética de los mercados financieros y nos inmunizará ante posibles estafas futuras amparadas en unos rendimientos superiores.

 

 

 

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Compra un libro para una causa solidaria

En esta ocasión, aprovechando la feria del libro de Madrid, os ofrezco la oportunidad de haceros con dos interesantes libros a unos precios realmente bajos (5 y 3 euros según queráis la versión impresa o la online) y en los que la totalidad de la recaudación va destinada al Programa de Atención a la Mujer CASABIERTA (Uruguay)

El libro que he escrito junto a Rafael Junquera de Estefani se titula «Reflexiones: Aportaciones a la Crisis económica y Moral» y el otro es «Orar con los Salmos» de Alfonso Sánchez CSsR.

Puedes solicitar tu ejemplar en el email: fundraising@funderetica.org

y la transferencia con el donativo la puedes hacer a la cuenta del Banco Popular Español:
LAICOS REDENTORISTAS 0075-0562-41-0600309804 Ref.Libro Solidario

encuentro solidario libros

 

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Ayuda alimentaria y alimentación de calidad

Artículo publicado en suplemento El Mercantil Valenciano EMV del periódico Levante EMV el domingo 24 de Marzo de 2013 en su página 16

Ayuda Alimentaria y de Calidad

La virulencia y la duración de la crisis que estamos viviendo, está llevando a que la ayuda alimentaria esté tomando una importancia vital en nuestro país y en otras naciones europeas que están pasando por situaciones similares a la nuestra. Una cantidad cada vez mayor de personas ven sus ingresos tan mermados que comienzan a necesitar ayuda para lograr una alimentación básica que les permita sobrevivir. Esto hace que ONGs que hasta ahora dedicaban gran parte de sus esfuerzos a la promoción de las personas más desfavorecidas (a enseñar a pescar siguiendo el famoso proverbio confuciano) ahora hayan pasado a utilizar sus recursos para ofrecer ayuda alimentaria (dar el pez en lugar de la caña)

Esta circunstancia plantea varios interrogantes o dilemas que voy a intentar describir en este breve artículo. El primero tiene que ver con la naturaleza de la necesidad. Muchas de las personas que necesitan fondos para comer tienen ingresos mensuales aunque sean bajos. El problema no es la falta absoluta de ingresos, sino que tienen unos gastos que deben asumir antes que el alimentario: la hipoteca, la luz, el seguro del coche, el agua y el gas, el teléfono, etc. Es decir, no es que no tengan ningún ingreso, es que para poder vivir con algo de dignidad en el entorno en el que se encuentran, hay una serie de gastos fijos de los que no pueden prescindir (porque se quedarían sin casa, sin luz, sin comunicación, sin posibilidades de encontrar trabajo…). Por ello, la primera cuestión que se nos plantea es ¿Hay que ofrecer ayuda alimentaria o lo que habría que hacer es dispensar de otros gastos mientras la situación de pobreza se mantuviese? ¿Cabría articular otros sistemas que garantizasen un mínimo suficiente para poder cubrir todos los gastos necesarios para una vida digna?

En segundo lugar hay que analizar la manera en la que se distribuye la ayuda. Si cualquiera de nosotros se encontrase en la situación de necesitar recibir ayuda alimentaria, no querríamos que nuestros amigos y compañeros percibiesen esta situación, por lo que nos disgustarían aquellos sistemas de reparto en los que todo el mundo viese que nosotros nos vemos obligados a recibir esta clase de ayuda. La publicidad que tendría que hacer de mi situación menesterosa, podría impulsarme a rechazar una ayuda que necesito para poder mantener la dignidad en el entorno en el que habitualmente me muevo.

Distribuir la ayuda de una manera digna para el necesitado puede hacerse de muchas maneras, pero hay una experiencia en Italia que me parece particularmente interesante. Una cadena de supermercados que tiene tarjeta de fidelización, ha realizado convenios con ONGs de manera que un porcentaje de la compra con esta tarjeta va a ayuda alimentaria. Sus receptores la reciben en forma de recargas en la tarjeta de la cadena, de manera que van a comprar al supermercado y se llevan los productos necesarios sin que nadie pueda distinguir entre quienes ayudan comprando con esta tarjeta y quienes están recibiendo la ayuda.

En tercer lugar está el tema de la calidad de los alimentos. El sistema de distribución de la ayuda alimentaria exige, con frecuencia, que se trate de alimentos no perecederos. De hecho, es habitual que cadenas de alimentación o empresas productoras donen alimentos cercanos a la fecha de caducidad que acaban en manos de los receptores de esta ayuda. Ello lleva a que, por un lado, las condiciones de los productos puedan no ser los adecuados (la fecha de caducidad está por algo) y, por otro, a que la dieta que siguen aquellos que comen de esta clase de ayuda no sea equilibrada al quedar excluidos de ellos determinados alimentos (especialmente los frescos). Articular sistemas para que la ayuda alimentaria cumpla unos parámetros nutricionales correctos o para que se puedan incluir productos frescos y otros necesarios para llevar una dieta equilibrada parece conveniente.

Esto se podría hacer siguiendo las indicaciones de especialistas en nutrición y articulando sistemas que permitiesen mejorar el acceso a los productos frescos por parte de la población más desfavorecida. En algunos países esto se hace a través de descuentos en estos productos que se dan en los momentos en que menos personas entran en el supermercado. Los niveles de precios son variables y todo el mundo sabe que puede encontrar esta clase de alimentos más baratos a determinadas horas del día.

Por último, creo que hay que añadir el dilema que presenta un sistema económico que produce más de lo que se consume. Esta sobre-producción se tira, con mucha frecuencia. Los productos no vendidos y caducados, acaban en la basura ya que no se pueden reutilizar. Cuando en lugar de esto se donan a ONGs encargadas de reparto de comida, las estructuras de redistribución paralelas organizadas por estas consumen muchos recursos para duplicar algo que ya hacen correctamente los supermercados y las tiendas, es decir, llevar los alimentos desde los productores a todos los rincones del país (aunque en este caso, los destinatarios sean solamente los que peor están). Por último, hay que recordar el problema casi endémico de la gran diferencia entre los precios de venta al público de los alimentos y el que reciben sus productores. La distribución, la puesta en el estante del supermercado y el sobre-coste que supone el producto no vendido, se lleva la práctica totalidad del precio del bien. Ello lleva a que exista una horquilla que permitiría rebajar los precios si los sistemas de distribución fuesen más directos del productor al comprador. Apostar por sistemas que pudiesen distribuir directamente del productor al consumidor podría, no solo mejorar la remuneración de agricultores y ganaderos, sino al mismo tiempo facilitar el acceso a estos productos para la población de menor capacidad adquisitiva. La cercanía del productor al consumidor y la bajada de precios podría también evitar la gran cantidad de alimentos que acaban deteriorándose por no haber sido vendidos a tiempo.

 

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La permanencia en el Euro y su coste social

Artículo aparecido en Desigualdades y Derechos Sociales, Análisis y Perspectivas 2013, pág: 56-65, Cáritas Española Editores, Madrid, ISBN: 978-84-8440-556-6

Podéis encontrar el texto completo de la publicación en: http://hdl.handle.net/10637/9440

euro

Cuando uno lee artículos y libros que hablaban sobre la moneda única en los años previos y contemporáneos a su implantación en la Unión Europea1 puede sorprenderse al ver previstos los actuales problemas de la eurozona con una exactitud asombrosa. La descripción que aparece en ellos sobre por qué podía considerarse que Europa no es una “zona monetaria óptima” y cómo esto podría provocar disfunciones como las que estamos observando en la actualidad, nos muestran que lo que está pasando estaba dentro de las posibilidades que se barajaban previamente.

Esta constatación hace que exista una corriente de opinión que se plantee seriamente si es conveniente mantenerse en el Euro o abandonarlo y seguir una senda nacional como la que se llevaba con anterioridad. Ante esta la corriente principal del pensamiento (representada por nuestros gobernantes en toda Europa) pone al euro como la prioridad de nuestra política económica común y no se plantea en ningún caso abandonarlo.

Este artículo pretende partir de las ventajas que han llevado a la implantación del Euro. Una descripción detallada de las mismas nos permitirá saber qué es lo que ha motivado el entusiasmo de multitud de estadistas ante este proceso de integración económica2. En segundo lugar se verán los problemas que genera la manera en la que hemos articulado esta moneda única, refiriéndonos tanto a la organización económica derivada de la Unión Monetaria Europea (UME) como al papel que juega en la misma el Banco Central Europeo (BCE). Por último, ante estas dos realidades contrapuestas (ventajas y desventajas) y la situación de crisis social que estamos viviendo con un claro incremento de la pobreza, la privación y las desigualdades en nuestros países, se introducen las opciones que tenemos para afrontar esta difícil situación

Ventajas del euro

A la hora de describir las ventajas que tiene el euro para la Unión Europea, creo que el Banco Central Europeo (2008:13) las sintetiza de una manera muy clara:

  • La rebaja de costes de cambio de divisas y de aseguramiento de riesgos ligados a estas

  • La eliminación de barreras a la libre circulación de personas, bienes, servicios y capitales, así como el fomento de la competencia dentro de la UE

  • La transformación de los mercados financieros y de los resultados macroeconómicos del conjunto de la Unión Europea

  • El incremento de las transacciones y de la inversión entre países de la Unión Europea

  • La importancia de la moneda a nivel internacional en la medida que se incrementan los flujos financieros en euros

Todo ello se consigue a través de una política de mantenimiento de los precios y de lucha contra la inflación que es el principal objetivo de la política monetaria del BCE: “la estabilidad de precios es la contribución más importante que la política monetaria puede ofrecer para conseguir un entorno económico favorable y un elevado nivel de empleo” (BCE, 2004: 10)3

Resulta evidente que la estabilidad de precios se ha conseguido en la Eurozona durante los años de implantación del Euro. Su tasa de inflación solo superó el 3% en 2008 (Eurostat, 2011:84) y ello, además, se ha conseguido con unos tipos de interés oficiales bajos4 que favorecieron, a su vez, el alto nivel de endeudamiento que se dio durante los años previos a la crisis. Sin embargo, no es tan evidente que esta política de estabilidad de precios esté consiguiendo un entorno económico favorable y un elevado nivel de empleo, y si no, a la realidad que observamos día a día me remito para justificar esta afirmación.

Si se analizan con más profundidad las ventajas que se han defendido para justificar la moneda única, podemos observar como la práctica totalidad de ellas se centran en el sector financiero y en la mejora del entorno empresarial. Sin embargo, la moneda única no se pone al servicio de ningún objetivo social. La moneda única no pretende mejorar las condiciones de vida de los que peor están, ni asegurar un nivel de vida digno para toda la población de la Unión Europea, sino mejorar el funcionamiento del sistema financiero de modo que se traduzca en incremento de la inversión en estos mercados y asegurar una mayor competencia entre las empresas europeas.

Problemas de la moneda única

Desde el momento en el que se plantea la posibilidad de crear una moneda única para la Unión Europea, se abre un amplio debate sobre las consecuencias que esto podría tener sobre las economías de los países que se sumasen a la misma. Desde el principio se ve que no todo son ventajas en este proceso. Sus principales inconvenientes se agrupan en tres dimensiones: la pérdida de la autonomía para realizar determinadas políticas, la estructura del Banco Central Europeo y la falta de condiciones para que la Eurozona se considere una “Zona monetaria óptima”

Pérdida de autonomía

Los dos principales costes en los que incurre un país cuando entra en una moneda única son que pierde la posibilidad de actuar sobre su tipo de cambio y de tener una política monetaria autónoma. Esto supone que el país renuncia a la posibilidad de realizar devaluaciones competitivas de su moneda que le permitan abaratar sus exportaciones e incrementar sus ventas en el exterior para compensar, así, la falta de demanda interna y el incremento del desempleo. Aunque a largo plazo, esta política puede no tener grandes consecuencias, a corto sí que puede evitar una reducción elevada de la producción que lleve a unos niveles de desempleo elevados (De Grauwe, 2003: 35-37)

En cuanto a la política monetaria, renunciar a ella impide que el Estado en cuestión pueda realizar una política expansiva para estimular la demanda y lograr mejorar el crecimiento y el empleo o una contractiva cuando el crecimiento provoca problemas de sobrecalentamiento de la economía. Del mismo modo, impide el señoreaje, es decir, la financiación del sector público a través de emisiones de dinero, que puede bajar, en un determinado momento, el nivel de deuda y el montante de intereses que tiene que pagar el Estado.

Esta pérdida de instrumentos de política económica por parte de un Estado puede llevarle, en el caso de que tenga una situación de contracción de la economía sufrida solamente por él y no por el resto de los países que tienen la misma moneda, a que sufra una contracción económica exagerada con unos altos niveles de desempleo que no pueda ser compensada a través de estas políticas. Ante esta realidad el Estado puede realizar una política fiscal expansiva incrementando su déficit, confiando en que el mercado financiero único le permita encontrar fácilmente financiación barata. Sin embargo, si los mercados no confían en el país (por la circunstancia que sea), la prima de riesgo que tiene que pagar puede incrementarse mucho5 y llegarse a cerrar los mercados financieros (como le sucedió a Grecia) dando al traste con sus intentos de recuperación económica.

El Banco Central Europeo

El mandato que tiene el Banco Central Europeo es el de lograr la estabilidad de precios, teniendo en cuenta el crecimiento económico y el desempleo siempre que estos no vayan en contra de su principal objetivo (BCE, 2004: 9-10). Ahora bien, cuando se decidió qué modelo de Banco Central se seguía para organizar el BCE, se optó por el modelo alemán de un BCE que priorizase la estabilidad de precios y que además fuese independiente de la política, frente a otro modelo (el de la Reserva Federal Estadounidense, por ejemplo) en el que el grado de independencia del poder político es menor y tiene como objetivos añadidos la estabilización del ciclo económico, el mantenimiento del empleo y la estabilidad financiera (que era el mayoritario en los países de la UE). Por ello, ante problemas económicos graves, la actuación del Banco Central Europeo se centra en mantener baja la inflación, sacrificando cualquier medida que no ayude a este fin.

El hecho de que los gestores del BCE sean independientes, no dependan del poder político y no tengan unos órganos de control y fiscalización fuertes dificulta mucho quitarlos de su posición en el caso de que no lo hagan bien o cambiar el modo de funcionamiento de la institución. Ello nos lleva a una institución difícil de reformar y que está marcando la manera de realizar política económica en la eurozona. De hecho, como afirmaba De Grauwe (2003: 163) “Es difícil ver cómo los políticos europeos pueden continuar apoyando una institución a la que han delegado un gran poder y sobre la que tienen muy poco control. Los conflictos entre el BCE y los gobiernos europeos se incrementarán cuando se perciba que el BCE hace poco o nada para evitar recesiones y un incremento del desempleo”6

¿Una zona monetaria óptima?

Los desequilibrios que se dan en uno de los países de la Unión Europea y que no se dan en otro, podrían compensarse a pesar de la pérdida de las políticas anteriormente nombradas, si existiesen dos condiciones que convertirían a la eurozona en lo que se denomina una “zona monetaria óptima”:

1.- Flexibilidad de salarios y movilidad laboral

2.- Transferencias fiscales en el área que compensaran los desequilibrios.

Ante unos desequilibrios económicos entre unas regiones y otras de la eurozona, la movilidad laboral permitiría que aquellos trabajadores que no encontrasen empleo en una de las naciones del área euro, se fuesen a otros países que sí tuviesen posibilidades de emplearlo, lo que reduciría el porcentaje de desempleados en el Estado con problemas. Además, la flexibilidad salarial permitiría que sus salarios se redujesen, gracias a lo cual recuperaría competitividad perdida y podría generar de nuevo empleo (a costa, evidentemente, de unos salarios inferiores).

La Eurozona no cumple este requisito. A pesar del incremento de emigrantes (especialmente jóvenes y formados) que está abandonando nuestro país, la cuantía total de esta emigración no es significativa. Además, si tenemos en cuenta que la Unión Europea en su conjunto tiene más inmigrantes de fuera de la propia UE que de dentro (Eurostat 2011: 150), no podemos más que confirmar que la movilidad internacional dentro de las fronteras de la UE no es la norma ni lo más habitual entre sus ciudadanos.

Del mismo modo, los salarios no son tan flexibles como para recuperar en un corto plazo la competitividad perdida. A pesar de los intentos para lograr una mayor flexibilidad en nuestro país, los niveles salariales no se bajan con tanta facilidad como sería necesario según esta teoría. A esto hay que añadir que, si bien es verdad que se recupera competitividad para poder vender más barato al extranjero, también lo es que unos menores salarios reducen la capacidad adquisitiva de los trabajadores nacionales y esto lleva a estrechar la demanda interna acrecentando su recesión.

Por otro lado, se encuentran las transferencias fiscales dentro de una zona monetaria. Tal y como muestran Sala i Martín y Jeffrey (1998) la política fiscal única de Estados Unidos y su capacidad para transferir dinero de unos estados a otros, es la que logra que los problemas económicos de uno de ellos no sean tan elevados como podrían serlo de no existir estas transferencias. Sin embargo, en la Unión Europea no existe un sistema fiscal único ni un mecanismo de transferencias o de pago de impuestos a la administración central de la UE tan desarrollado como en EE.UU7. Estos autores defienden que es más útil un sistema progresivo de impuestos (que rebaja las aportaciones al gobierno central cuando un Estado tiene graves problemas) que las transferencias que este pueda recibir del gobierno central.

Por otro lado, compensar este trasvase de rentas a través de un sistema financiero integrado que lleve a que las regiones que están en buen momento financien a las que lo están pasando peor, no tiene por qué funcionar siempre. Mientras que en momentos buenos estas financiación pueden ser suficientes, en otros, la prima de riesgo se eleva en exceso ahogando a los Estados con problemas (Eichengreen, 1998).

Hacia dónde podemos avanzar

De todo lo hasta aquí analizado, podemos deducir que las consecuencias perniciosas que está teniendo esta crisis sobre los sectores más desfavorecidos de la población española (y de muchas otras zonas de la eurozona), se ven incrementados por la estructura que configura la moneda única y la eurozona. Por un lado, esta no ha podido evitar la llegada de la crisis. A pesar de haberse logrado la estabilidad de precios en estos años, esta ha tenido un claro origen financiero que el Sistema Europeo de Bancos Centrales ha facilitado (incrementando la cantidad de dinero de la economía, no controlando el riesgo de los mercados financieros y no poniendo coto a las exageradas subidas de precios de los activos financieros e inmobiliarios).

Por otro lado, la capacidad de reacción de la estructura sobre la que se asienta la moneda única es limitada y produce un desempleo elevado en los países que más problemas tienen8 junto con desequilibrios financieros (intervenciones, prima de riesgo) y una falta de crecimiento preocupante.

Reafirmar lo que ya tenemos

Ante esta situación caben varios tipos de estrategias. La primera es la que se está aplicando en líneas generales en estos momentos. Su fundamento es que la estructura de la moneda única es correcta, que nos ha dado muchos beneficios y va a seguir dándolos en el futuro9, que “La Eurozona no puede decepcionar a los mercados”10 y que, por lo tanto, queremos seguir priorizando el euro como el más importante horizonte de la política Europea.

Esta postura lleva a mantener todo tal y como está y a buscar medidas que intenten que el sistema financiero europeo no se venga abajo del todo. Para ello se inyectan fondos a las entidades financieras y a los Estados con problemas (siempre teniendo mucho cuidado de que estos préstamos no produzcan inflación) y se imponen gravosos programas de ajuste que lleven a que estas entidades e instituciones limiten sus déficits y garanticen su futura viabilidad financiera.

Es evidente que estas políticas tienen un elevado coste social ya que este es el sacrificio necesario para lograr los objetivos deseados. Las reducciones de gasto y los incrementos de ingresos recaen sobre los trabajadores y sobre aquellos que no ganan su dinero en los mercados financieros.

Tender hacia una zona monetaria óptima

Otra posible salida (que es compatible en parte con la anterior) sería la de intentar acercarse a lo que se denomina una zona monetaria óptima. Para ello caben dos caminos: actuar sobre los mercados laborales a través de una flexibilización de los salarios y de un incremento de la movilidad de trabajadores entre países o centralizar la política económica en un gobierno europeo que tuviese una fuerte capacidad de redistribución gracias a un elevado presupuesto.

En cuanto a los mercados laborales, puede ser relativamente sencillo flexibilizar salarios para lograr que estos tengan capacidad de descender. Sin embargo, mejorar la movilidad de los trabajadores no es tan sencillo. Como demuestra la experiencia estadounidense (Eichengreen, 1998) la movilidad laboral no depende solamente de cuestiones legislativas. Un único mercado laboral puede tener barreras que impidan la movilidad, por lo que las medidas estatales tienen difícil hacer alcanzar avances significativos en este campo.

Con respecto a construir un gobierno con una capacidad presupuestaria suficiente para llevar adelante redistribuciones de renta eficaces a nivel europeo, parece bastante alejado del horizonte de la UE en estos momentos y difícil de conseguir a corto plazo.

Cambiar las prioridades y la estructura de la moneda única

Otro de los caminos sería cambiar las prioridades de la Unión Europea para orientarlas hacia los ciudadanos (y en especial a los más desfavorecidos) en lugar de hacia el mantenimiento de los mercados financieros. Ello se traduciría en un cambio del modelo de Banco Central Europeo, para que este priorizase entre sus objetivos la lucha contra el desempleo y la consecución de un mayor crecimiento, aceptando niveles superiores de inflación (sin provocar claro está, episodios de hiperinflación) e incorporando entre sus objetivos la lucha contra la inflación inmobiliaria o financiera.

Habría que acabar con los apoyos al sector financiero y utilizar estos para garantizar los depósitos de los ciudadanos de aquellas entidades que cayesen por sus problemas. Esto supondría, por lo tanto, un ajuste brutal del sistema financiero en el que aquellos que mayores inversiones tienen en él, perderían una gran parte de su dinero y solo quedarían aquellas entidades que han realizado políticas más conservadoras y menos arriesgadas. Al mismo tiempo habría que cambiar la regulación de los mercados financieros para garantizar que no se volviesen a dar los altos niveles de endeudamiento y de riesgo que se asumieron antes de la crisis.

Deberíamos aceptar la posibilidad de quiebra, de renuncia a una parte o a la totalidad de la devolución de la deuda por parte de los acreedores o de financiación directa por parte del BCE, a cambio de unos planes de ajuste que impidiesen futuros déficits elevados. La diferencia esencial con los planes observados en la primera estrategia es que el principal ahorro se daría por la eliminación del pago de intereses lo que permitiría reducir el déficit sin afectar a la demanda agregada y sin altos costes sociales. Del mismo modo, los prestamistas deberían dejar de ser los acreedores preferentes del sector público, esto sería una medida que también impediría al sector público endeudarse excesivamente ya que las instituciones financieras se lo pensarían dos veces antes de financiarlo con excesiva alegría.

Todo ello debería complementarse con una profunda unión fiscal y financiera (que fuese más allá de la unión bancaria aprobada hace poco). Comentar todas las implicaciones legales que debería tener este cambio de prioridades excede la amplitud de este artículo, pero sí que podemos afirmar que precisaría de un elevado grado de consenso a nivel de la eurozona para poder ser realizado.

Salir del euro

La última estrategia es la ruptura con el euro. Esta busca conseguir la independencia para plantear de una manera nacional, aquellos objetivos que no se consiguen de una manera conjunta. Esta posibilidad, una vez pasado el desastre financiero que podría suponer en un primer momento (Definida por Eichengreen, 2010:22 como “la madre de todas las crisis financieras”) permitiría al país tener su propia política monetaria, económica y de tipo de cambio que le llevase a lograr aquellos objetivos que la nación se plantease. Sin embargo, si esto rompiese al mismo tiempo la Unión Europea, se acabaría con todas las ventajas no económicas de la misma que han sido reconocidas por el premio nobel de la paz que acabamos de recibir y que han garantizado más de medio siglo de paz en los países incorporados a la misma.

Conclusión

La moneda única en Europa tiene unos objetivos claros que vienen bien definidos en los tratados de la UE y en los reglamentos y directivas pertinentes. Los principales gobiernos de la Eurozona también parecen compartirlos. Para lograrlos se dejan a un lado otras metas y por ello las políticas practicadas tienen estos costes sociales tan elevados. Se está dispuesto a asumirlos en la medida que no están dentro de las prioridades actuales.

Solamente si se cambian los objetivos prioritarios de la moneda única, se podrán establecer reformas que busquen mejorar la situación social en la UE. Ello supondría, claro está, sacrificios que recaerían sobre otros sectores, en especial el financiero, y sobre los países más ricos de la UE.

En este pequeño artículo he pretendido explicar los mecanismos que rigen en nuestra moneda única y porqué los ajustes planteados tienen estos elevados costes sociales. También he intentado esbozar algunas estrategias posibles ante la situación actual. Pienso que la política a practicar depende de las prioridades que nos marcamos y de qué estamos dispuestos a sacrificar. En estos momentos, se está dispuesto a asumir costes sociales para que la situación de los financiadores no empeore demasiado. Dejo a la opinión del lector la decisión sobre qué priorizaría él y qué clase de estrategia seguiría para mejorar la difícil situación en la que nos encontramos.

Bibliografía

Banco Central Europeo (2004) La política monetaria del BCE, Frankfurt, BCE

(2008) Boletín Mensual, 10º Aniversario del BCE, Frankfurt, BCE

Blanchard, Olivier Jean; Muet, Pierre Alain (1998) “La competitividadpor medio de la desinflación: valoración de la estrategia macroeconómica francesa” en Lecturas sobre unión económica y monetaria europea. Áreas monetarias óptimas. Evidencia empírica en Europa, Pág: 105-154, Madrid, Ediciones Pirámide

Calvo Hornero, Antonia (1999) “Los efectos económicos de la UEM: el efecto anticipación y el efecto sistémico” en Peinado Gracia, Mª Luisa (coord) Los mercados financieros españoles y la UEM, pág:47-69, 1ª Edición, Madrid, Editorial Cívitas.

Cinco Días (2001) El Euro en CincoDías, Madrid, CincoDías 2001

Dastoli, Virgilio (2002): “El euro en el proyecto federal europeo” en El Euro como expresión de modelo federal y social europeo, pág: 47-53, Bilbao, Consejo Vasco del Movimiento Europeo

De Grauwe, Paul (2003): Economics of Monetary Union, Fifth Edition, Oxford University Press

De Grauwe P. and Vanhaverbeke, W. (1990): “Exchane Rate Espeirneces o Small EMS Countries. The Cases of Belgium, Denmark and the Netherlands” in V, Argy and P. De Grauwe (eds) Choosing an Exchange Rate Regime, Washington, DC: International Monetary Fund.

EC Comission (1990): “One Market One Money”European Economy, 44

Eichengreen, Barry (1998) “¿Es Europa un área monetaria óptima?” en Lecturas sobre unión económica y monetaria europea. Áreas monetarias óptimas. Evidencia empírica en Europa, Pág: 21-52, Madrid, Ediciones Pirámide

(2010) “The Breakup of the Euro Area” en Europe and the Euro, Alberto Alesina and Francesco Giavazzi, editors, Pág:11-51, National Bureau of Economic Research- The University of Chicago Press, http://www.nber.org/chapters/c11654.pdf

Eijffinger, S. y de Haan, J, (2000) European Money and Fiscal Policy, Oxford, Oxford University Press

El País (2001) El país del Euro, Madrid, Diario el País S.L.

Eurostat (2011) Europe in figures. Eurostat Yearbook 2011, Luxembourg, Publications Office of the European Union.

Institute For New Economic Thinking (2012) Breaking the Deadlock: A Path Out of the Crisis, http://ineteconomics.org/sites/inet.civicactions.net/files/ICEC_Statement_23-7-12.pdf

Mundell, R (1961): “A theory of Optimal Currency Areas”, American Economic Review, 51

Sachs J. and Wyplosz, C. (1986): “The Economic consequences of President Mitterand”, Economic Policy, 2

Sala i Martín, Xavier; Sachs, Jeffrey (1998) “Federalismo fiscal y áreas monetarias óptimas: enseñanzas para Europa de la experiencia de EE.UU” en Lecturas sobre unión económica y monetaria europea. Áreas monetarias óptimas. Evidencia empírica en Europa, Pág: 155-189, Madrid, Ediciones Pirámide

1En la bibliografía se puede encontrar la referencia a alguna de estas publicaciones

2Para hacerse una idea de esta confianza, se puede acudir a dos publicaciones que se realizaron en el año 2001, financiadas por el ministerio de economía y por algunas importantes empresas privadas, que nos dan una idea de este entusiasmo por la moneda única de autoridades y responsables económicos de nuestro país (El país, 2001 y Cinco días, 2001)

3El Banco de España ofrece una relación de las ventajas de la estabilidad de precios que puede encontrase en el siguiente enlace: http://www.bde.es/bde/es/areas/polimone/politica/Los_beneficios_d/Los_beneficios__33560642abac821.html

4Que alcanzaron un máximo de 4,75% en 2000 pero que desde entonces han tendido a la baja y se hayan en cifras mínimas en este momento http://www.ecb.int/stats/monetary/rates/html/index.en.html

5Tal y como preveía Antonia Calvo en 1999 (Calvo, 1999:65) y como hemos experimentado en nuestro país durante los últimos años

6Traducción propia

7Hay que tener en cuenta que el presupuesto de la UE ronda el 1% del PIB de la Unión, mientras que el presupuesto de EEUU multiplica por treinta, aproximadamente, este porcentaje.

8Para ver las cifras del desempleo acudir a: http://ec.europa.eu/eurostat/product?code=une_rt_a&mode=view

9Ver las declaraciones al respecto emitidas por Mariano Rajoy en dos momentos distintos del año 2012: El presidente se contiene: El gran ganador es el Euro” ABC, Sábado 30 de Junio de 2012, pág: 20 y Gobierno de España, La Moncloa, El presidente lanza un «mensaje contundente» en defensa del euro, lo más importante que han hecho los europeos juntos en muchos años”http://www.lamoncloa.gob.es/Presidente/Actividades/ActividadesNacionales/2012/160512declaracionrajoy.htm

10Declaraciones de Ángela Merkel aparecidas en la noticia de la agencia EFE recogida por la sección de noticias económicas de Univision: http://dinero.univision.com/economia-y-negocios/noticias-economicas/article/2012-09-17/merkel-improbable-autoridad-bancaria-lista-enero

 

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¿Es útil el rescate?

¿Es útil el rescate? esta es la pregunta más importante que nos hacemos cuando escuchamos hablar de los rescates. La experiencia con otros países rescatados parece hablarnos de la inutilidad de un rescate, pero conviene matizar esta primera impresión.

Para saber si es útil caben dos preguntas que nos guiarán ¿Qué clases de rescate existen? Y ¿A quién benefician y perjudican cada una de ellas?

Dos clases principales de rescate

Los rescates más habituales son de dos clases principales. La primera es la que se denominaría perdón o condonación de la deuda. Por ella, son los propios deudores los que rescatan al endeudado perdonando la totalidad o parte de la deuda. De esta manera, no se le presta más dinero al prestatario, sino que se le exime de pagar la totalidad o una parte de lo que debe.

Hay que diferenciar esto de una simple quiebra o situación de impago. En esta última es el deudor quien decide no pagar sus deudas, mientras que en el perdón, es el acreedor quien toma la decisión y libera a quien le debe dinero de sus obligaciones.

La segunda clase es la ya descrita en la entrada “¿Qué es un rescate?” por la cual el deudor recibe dinero de una tercera entidad para que pueda hacer frente al pago de sus deudas y de los intereses que estas generan. Esta aportación suele tener también forma de préstamo aunque con unas condiciones más favorables a las anteriores.

Las condiciones para que se de el rescate

En ambos casos, aquellos que toman la decisión de perdonar o de volver a prestar a unos tipos de interés inferiores, exigen unas condiciones a quien ha sido rescatado. En el primer caso trata de aceptar un propósito de enmienda y pedir una penitencia: te perdono porque has demostrado que no quieres que se vuelva a repetir esta situación y porque estás poniendo medidas para que así sea. Se trata, por tanto, de condiciones que buscan que el deudor no se vuelva a encontrar en la misma situación en el futuro.

Sin embargo, las condiciones que se imponen en el segundo caso pretenden garantizar que el nuevo préstamo sea devuelto. Es decir, el mensaje para los rescatados es: te presto dinero para que atiendas a tus obligaciones pero a condición de que pongas las medidas pertinentes (que son las que yo te digo) que garanticen que me podrás devolver en un futuro lo que te estoy prestando ahora.

Los beneficiados y perjudicados por las dos clases de rescates

En el primer caso, el claramente beneficiado es el rescatado ya que se queda sin la obligación a la que tenía que hacer frente y puede volver a comenzar sin cargas añadidas. Sin embargo los acreedores quedan doblemente perjudicados ya que, por un lado no cobran el dinero que les era debido y, por otro, pierden la posibilidad de cobrarlo en un futuro. En cuanto a las condiciones, en la medida que están destinadas a no volver a encontrarse en esta mala situación y esto se puede hacer sin cargas añadidas (ya que ha sido eximido de la obligación) no deberían ser perjudiciales para el rescatado (aunque pudiesen ser duras), sino todo lo contrario.

En el segundo caso no sucede esto. Los primeros beneficiados son los acreedores ya que gracias a la intervención de un tercero logran cobrar lo que sospechaban podría convertirse en un impago. El deudor sale beneficiado en la medida que las condiciones del nuevo préstamos son mejores que las del anterior, aunque con frecuencia esta medida solamente sirve para incrementar la deuda del rescatado. Por ejemplo, si antes debía 100 y se tenía que pagar 6 de intereses, ahora se debe 106 (que es lo que le han prestado para atender a estas deudas) y tiene que pagar intereses sobre esta cantidad. En cuanto a las condiciones, estas son impuestas por el nuevo acreedor que solamente quiere con ellas garantizarse el pago futuro de su rescate, lo que no garantiza necesariamente que sean positivas para el rescatado.

¿Es útil el rescate?

Parece evidente que un rescate será útil si mejora la situación real del rescatado, esto es, del deudor. Cuando se rescata a alguien a través de una liberación de sus obligaciones, parece evidente que esto es así. La condonación o perdón de la deuda tiene este primer efecto positivo. Si además, esto viene acompañado de una batería de medidas elaboradas por el deudor y destinadas a mejorar su desempeño económico de modo que no se vuelva a dar la situación que ha dado lugar al rescate, no cabe más que pensar que el rescate ha sido útil.

Ahora bien, cuando el rescate deja más endeudado al rescatado (aunque sea a unos tipos de interés inferiores y a un plazo mayor y por tanto tenga que pagar menos anualmente) y las medidas que se toman solamente pretenden garantizar que siga devolviendo lo que debe y pagando los intereses, no tiene por qué ser tan positivo. El hecho de que la prioridad en este caso no sea el rescatado, sino que el resto de implicados no pierdan, puede llevar a que las medidas no tengan resultado positivo para quien, en un principio, debería ser el mayor beneficiado. La utilidad del rescate en este caso, queda en entredicho.

 

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Qué es un rescate

Según dice el diccionario de la Real Academia de la Lengua en su tercera acepción, rescatar es “liberar del peligro, daño, trabajo, molestia, opresión, etc.” Y esta es la oferta que parece que recibimos cuando se habla de rescatar a España o a nuestros bancos, parece que esto va a permitir que los peligros que nos acechan desaparezcan. Ahora bien, cabe preguntarse por dos cuestiones principales a la hora de hablar de rescate, por un lado cuál es el peligro del que van a liberarnos y la segunda cuáles son los sistemas que van a utilizar para hacerlo. En esta primera parte de esta serie vamos a ver qué es un rescate, para en una segunda entrada que pondré en breve analizar, las distintas clases de rescate y ver quiénes salen beneficiados con cada una de ellas.

En el caso español se ha hablado de dos casos de rescate, el que ya se ha solicitado para mejorar la situación del sector financiero y el rescate país, que sería el que hipotéticamente se podría recibir en el momento que se escriben estas lineas (otoño 2012). Voy a analizar someramente qué supone un rescate en cada uno de los dos casos.

 

Los bancos necesitan ser rescatados de una situación en la que prestaron mucho dinero al sector inmobiliario para comprar terrenos, construir edificios, adquirir pisos, etc. Ese dinero no lo pueden recuperar en estos momentos debido al parón del sector inmobiliario, la reducción de precios de estos activos y la insolvencia de muchas empresas y personas que recibieron este dinero y ahora no lo pueden devolver. Al mismo tiempo, estas entidades financieras tienen que hacer frente a pagos y no tienen bastante dinero para hacerlo (devoluciones de depósitos, intereses a aquellos que les prestaron dinero a ellos, etc.) Estas empresas tienen, además, problemas para pedir prestado los fondos que necesitan para pagar lo que deben debido a que otras entidades financieras conocen su situación y no quieren arriesgarse a no recuperar su dinero. El peligro del que se pretende liberar a la entidad es, por tanto, la quiebra, esto es, la imposibilidad total de hacer frente a todas las obligaciones que tiene la entidad financiera.

Un rescate para estos bancos supone darles dinero barato que les permita hacer frente a sus deudas mientras consiguen recuperarse y vender esos activos inmobiliarios que tienen. De alguna manera les da tiempo para poder hacer frente a sus obligaciones de devolución y pago actuales, hasta que vengan tiempos mejores y ya puedan pagar sus deudas. Del mismo modo, al contar con estos fondos, son más seguros de cara a otros posibles financiadores y pueden lograr que otras entidades financieras decidan prestarles más dinero.

Un rescate a un Estado es algo parecido. España tiene una gran deuda que le supone pagar una cuantía elevada de intereses y al mismo tiempo un déficit que le impide hacer frente a esta deuda si no vuelve a pedir prestado. Los posibles financiadores conocen esta situación y no están dispuestos a prestarles más dinero (o exigen para hacerlo unos intereses excesivamente altos). El rescate pretende prestar dinero barato a ese país para que pueda hacer frente a esas deudas y para que rebaje la cuantía de los intereses que tiene que pagar. Además, al garantizar dinero para el país, puede inspirar confianza y hacer que los prestamistas puedan volver a prestar a esa nación. Se pretende evitar también la quiebra del país, el que no pueda pagar sus deudas…

Dejo para una segunda entrada que titularé “¿Es útil el rescate?” los matices sobre de qué manera se articulan estos rescates, sobre quiénes salen beneficiados y quiénes perjudicados y sobre su utilidad en el medio y largo plazo.

 

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La prima de riesgo

Dentro del vocabulario financiero y de la economía del sector público, ha tenido una cierta resonancia durante estos últimos tiempos el concepto de “prima de riesgo”. Los periódicos no dejan de nombrarla y se ha convertido en un término habitual en las noticias económicas semana tras semana. Este término se refiere al sobre-coste que tiene endeudarse debido a la falta de confianza que genera quien pide prestado. Dicho de otra manera, como se ha visto en el término “tipo de interés” aquel deudor que tiene más riesgo tiene que ofrecer un mayor tipo de interés para que la gente le preste a él en lugar de a aquel que es más de fiar. Esa diferencia de tipo de interés es a lo que se denomina prima de riesgo.

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Esto mismo sucede con los Estados. Los intermediarios financieros tienen dinero para prestar a los diferentes Estados y estos ofrecen productos que en principio son similares entre ellos, por ejemplo bonos a tres años (se le presta al Estado y este paga intereses durante tres años y al finalizar estos devuelve la cuantía prestada). La única característica que distingue unos bonos de otros es el riesgo que el prestamista atribuye a cada uno de los Estados que los ofrecen. Esta diferencia determina a quienes están dispuestos a prestar su dinero. Si un Estado considerado inseguro quiere conseguir financiación, deberá ofrecer mayor tipo de interés que otro que sea visto como seguro.

En el caso europeo, la comparación se realiza con los bonos alemanes. Cuando se habla de la prima de riesgo de la deuda española, griega o italiana, se refleja la diferencia de tipos de interés que tienen que pagar estos Estados por su deuda con respecto a la que paga Alemania. Así, si España tiene una prima de riesgo de 500 puntos básicos, quiere decir que paga un 5% más de interés que Alemania por el mismo dinero prestado. Es decir, que endeudarse le sale más caro.

Motivos:Los motivos que generan la falta de confianza de un país con respecto a otro pueden ser justificados, pero no tienen por qué serlo. Sucede igual que en las personas, podemos desconfiar de alguien con razón, pero también podría suceder que hubiese una sensación global de que alguien no va a devolver sus deudas o que no es de confianza sin unos motivos justificados que sustentasen esta desconfianza.

Consecuencias:La consecuencia más grave de esto es que la deuda le sale mucho más cara al país de lo que le supondría en el caso de que generase confianza en sus acreedores. Esto se traduce en muchos miles de millones de euros de sobre-coste por estar endeudado. Podemos aproximar que una prima de riesgo de 500 puntos puede suponer un coste adicional de unos 24.000 millones de euros anuales con respecto al que tendríamos si mantuviésemos unos tipos de interés similares a los de Alemania.

 

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Tipo de interés

Hoy comienzo una serie de términos que voy a denominar DICCIONARIO DE LA CRISIS

Se trata de una explicación sencilla de términos que se utilizan habitualmente en los medios de comunicación y que estamos acostumbrados a oir, pero que en muchas ocasiones no tenemos claro qué quieren decir.

El diccionario está abierto a sugerencias o a peticiones de términos para poder ampliarlo.

Es un proyecto que se incluye en la página www.piensaenello.org a la que puedes acudir si tienes prisa en ver más términos ahora.

En el futuro iré ampliando este vocabulario con términos como «prima de riesgo», «deuda pública» «los mercados» etc.

Tipo de interés

El tipo de interés es el alquiler que se paga por poder disponer de un dinero que no es nuestro. Al igual que cuando alquilamos un piso, cuando pedimos prestado dinero nos dejan este para que lo utilicemos durante un tiempo con el compromiso de que pasado esto se lo restituyamos a sus legítimos dueños. Por este motivo, al igual que por el piso pagamos un alquiler durante el tiempo que lo utilizamos, por el dinero también abonamos una cantidad mientras podemos utilizarlo: el tipo de interés. Este pago se determina como un tanto por cien anual sobre la cuantía total prestada. De este modo, si se prestan 10.000€ a un tipo de interés de un 5%, el prestatario (quien recibe el préstamo) está obligado a pagar 500€ cada año que tenga en su poder la cuantía prestada (sin que esto vaya en detrimento de la devolución total del montante prestado).

Los tipos de interés se fijan libremente entre el prestamista (quien concede el préstamo) y el prestatario (quien lo recibe). Ahora bien, a nivel doméstico suele ser la entidad financiera la que ofrece un tipo de interés y el particular o lo coge o lo deja sin posibilidad de negociación alguna. El que este tipo de interés sea más alto o más bajo depende de varios elementos:

  • Riesgo: Es el principal factor que determina que los tipos de interés sean mayores o menores. Supongamos que tenemos dos amigos, uno de los cuales tiene siempre una conducta intachable y responde de una manera responsable a todos los compromisos que adquiere, mientras que el segundo es menos serio y nunca sabemos por donde nos va a salir o si va a cumplir aquello a lo que se ha comprometido. Si los dos nos pidiesen 10.000€ para devolvérnoslos al cabo de un año pagándonos un interés de un 5% ¿A quién se lo prestaríamos? Seguramente a la persona seria y responsable ¿Qué podría hacernos cambiar de opinión? Posiblemente que nuestro amigo más irresponsable nos ofreciese en lugar de un 5% un 10%. Tal vez la remuneración mayor nos impulsase a correr el riesgo de que no cumpliese, atraídos por unos beneficios mayores. Esto nos dice por qué cuanto más riesgo, más tipo de interés y viceversa. Explica por ejemplo, por qué es más caro un préstamo para comprar un automóvil o un electrodoméstico, que otro para una casa. Este último tiene menos riesgo porque si el prestatario no devuelve, el prestamista se queda con la casa y puede recuperar su dinero.
  • Plazo: Normalmente estamos más dispuestos a prestar una cantidad con un plazo de devolución corto que con uno largo. Por ello, los tipos de interés suelen ser superiores para préstamos a largo plazo e inferiores para préstamos a corto plazo. Esto se ve claramente en la deuda pública, si prestamos al Estado para un plazo de 18 meses, normalmente recibiremos un interés menor que si lo hacemos para tres años.
  • Liquidez: Si un banco nos ofrece un depósito en el que podemos sacar el dinero en el momento que queramos sin ninguna traba, no necesitaremos una gran remuneración para estar dispuestos a depositar nuestros euros allí. Ahora bien, si ese mismo banco nos dice que no podemos sacar el dinero hasta una determinada fecha y que si lo hacemos antes tendremos una penalización, le exigiremos una mayor remuneración para que estemos dispuestos a prestarle el dinero en estas condiciones. Por ello, los depósitos a plazo tienen un tipo de interés mayor que las cuentas corrientes.
  • Gastos administrativos: A un banco le sale más barato prestar un millón de euros a una sola persona, que prestar mil euros a mil personas. Por ello, normalmente va a cobrarle menos interés a la persona que recibe esa alta cuantía que a las mil personas que reciben los préstamos pequeños (a pesar de que la cuantía final es la misma).

En cada préstamo u operación de financiación se combinan estos cuatro factores para determinar al final los tipos de interés particulares de cada uno de ellos.

 

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