He aquí la Entrevista que publicó el Diario de Ibiza el pasado Sábado 20 de enero de 2018 (el texto completo lo tenéis al final, después de las imágenes)
Enrique Lluch: «Se nos ha vendido que tener más es mejor, pero esto no ocurre»
Enrique Lluch defiende un cambio de modelo económico que esté basado en el reparto, no en el crecimiento: «Que todos tengamos lo suficiente»
daniel azagra ibiza 20.01.2018 | 22:37
Enrique Lluch Frechina (Almàssera, 1967), coordinador del Foro Creyente de Pensamiento Ético-Económico, es uno de los abanderados en España de la economía del bien común y aboga por un cambio de rumbo en la economía mundial. Ayer ofreció una conferencia en el Club Diario de Ibiza en la que abordó la situación de la economía actual y analizó las posibles alternativas.
Profesor de Economía en la Universidad Cardenal Herrera de Valencia, Enrique Lluch explica con pasión, con una «importante incontinencia verbal», bromea, las alternativas que plantea la economía del bien común al «agotado» modelo económico actual y a los graves problemas que éste último está provocando en el planeta. Lluch está convencido de que este cambio se producirá, «sí o sí, aunque no será fácil». Organizada por Cáritas Ibiza, Confer y Manos Unidas, ayer ofreció una conferencia en el Club Diario de Ibiza bajo el título ‘Otro modelo económico es posible: alternativas’.
¿De verdad está convencido de que otro modelo económico es posible o el título de la conferencia es un gancho para atraer la atención del público?
Muchos economistas llevan diciendo desde hace décadas que no, que la economía no puede ser de otra manera, que el modelo actual es el válido y que lo único que podemos hacer es acoplarnos. Nos lo venden como una ley natural y que todo aquel que no la cumpla será condenado al castigo si lo hace mal. Al final, la economía es la manera de organizarnos para cubrir necesidades y eso se puede hacer de muchas maneras, como nosotros queramos, no hay una única manera de hacerlo. El modelo actual es reciente, desde el siglo XIX , y durante la historia se ha hecho con otros sistemas.
Pero una gran mayoría de economistas dice que este es el mejor sistema, ¿no?
Hay una mayoría que asegura que así es porque dice que el objetivo final es el crecimiento económico; y como este es el modelo que más crecimiento ha proporcionado en la historia de la humanidad, pues para ellos este es el mejor sistema de hacerlo.
Usted defiende que hay que cambiar el enfoque y priorizar las personas sobre el crecimiento. Suena muy bien, pero un poco utópico.
Todo lo que nos marca una línea a seguir es una utopía y el actual sistema económico también lo es; bueno, más bien es una distopía, porque un mundo donde tengamos más entre todos no tiene por qué ser mejor, y de hecho no lo es. Nuestro modelo actual marca un camino para avanzar, un camino que marca que si este año crezco el PIB, el año que viene tengo que seguir creciendo y así progresivamente. Lo que nosotros defendemos es que no sirve tener más entre todos sino que todos tengamos lo suficiente. Con el modelo actual hemos conseguido que mucha gente se quede atrás, fuera del sistema, excluida. Lo que hay que hacer es cambiar la dirección, que no se conseguirá del todo, pero al menos lograr que todos tengan lo suficiente. Hay que organizar la economía con otro horizonte, coger otro carril?
Ese carril ya lo han cogido algunas organizaciones o bancos éticos, pero dígaselo a los que dominan el mundo en Washington, Moscú, Pekín o Bruselas…
Lo estamos haciendo. Cualquier idea novedosa en una sociedad empieza por unas minorías, por unos grupos pequeños de gente que creen que las cosas pueden ser de otra manera, que introducen una idea novedosa o no que va en contra de la corriente principal. Hay dos clases de minorías: unas con gusto por las minorías, con vocación de minoría que dicen nosotros somos los puros, los buenos, los que tenemos la verdad y el resto del mundo que se apañe porque yo estoy bien con mi gente; y luego hay otras minorías con vocación de mayorías, las que creen que tienen algo interesante para la sociedad y que sus ideas pueden transformar la sociedad.
¿Algún ejemplo?
Cuando empezaron las primeras feministas a reclamar igualdad y a querer votar, la gente decía ‘¿dónde van esas cuatro piradas?’. O en la Edad Media, cuando se acabó con el feudalismo. Nadie pensó entonces que el sistema económico liberal acabaría por cambiar la sociedad.
¿Nuestro modelo actual está agotado?
Sí, por varias razones. Primero, porque por mucho que crecemos no llega a todos, y eso es un problema gordo. Segundo, porque se nos vende que tener más es estar mejor, pero eso no pasa. Ahora tenemos más que hace 20 o 30 años. ¿Mis hijos que tienen tres veces más que yo viven tres veces mejor de lo que vivía yo cuando era pequeño? Pues no, más o menos están igual. El tener más equivale a vivir mejor solo cuando estamos por debajo del umbral de la pobreza. Y tercero, la sostenibilidad. Nos gustaría que la tierra, la humanidad, durara miles de años, pero el PIB no puede seguir creciendo durante miles de años a un 2% anual cuando los recursos que tenemos son finitos. Es imposible, tenemos que parar, el planeta no lo resiste. En la actualidad, gastamos tres veces más de recursos de lo que gastamos en los años sesenta. Así no se puede mantener.
Aquí en Ibiza sabemos mucho de aumentar el PIB y agotar los recursos naturales.
¿Conoces el drama de la isla de Pascua? Fue una crisis ecológica. Era una isla que funcionaba muy bien, equilibrada, pero en un determinado momento entre las tribus de la isla empezaron a competir por quién hacía más moáis (las gigantescas estatuas monolíticas) y para hacerlo necesitaban madera, piedra y muchos otros recursos. Así que acabaron agotándolos y al ser una isla ya no podían hacer más; entonces, llegaron las enfermedades, las muertes y al sobreexplotar se quedaron sin posibilidad de mantenerse.
Como con los moáis, ¿puede pasar lo mismo con nuestra industria turística?
Puede pasar si no se controla. ¿Nosotros qué queremos, ganar más dinero y que siga subiendo el PIB? Si queremos eso pues lo que hay que hacer es que venga más gente, recalificar terrenos, aumentar el aeropuerto… Agotar nuestros recursos.
En eso estamos en la isla…
Eso tiene un fin seguro y también puede pasar que la gente que venga en verano esté tan embotellada y colapsada y que diga que no vuelve.
¿En un sitio como Ibiza, donde la ostentación y el lujo ya forman parte del paisaje, no le parece que su discurso es como predicar en el desierto?
No tengo esa sensación; es más, hay que insistir en ello. Vamos a ver, ¿si tus vecinos son más ricos, son más felices? Se lo digo mucho a mis alumnos. Les pregunto si al que conocen que tiene más, está mejor o se le ve más feliz, si ven que esa gente está satisfecha, contenta del todo, si vale la pena compartir con ellos porque es gente feliz, satisfecha, que transmite felicidad y que da gusto estar con esa persona. ¿El que tiene más dinero es más feliz? Pues no tiene por qué, el bienestar no lo da el dinero.
En Ibiza hay gente que está haciendo mucho dinero con los alquileres de los pisos.
Bueno, si una persona tiene un alquiler y puede alquilarlo por más turísticamente para ganar más dinero… No me parece mal si esa persona no es ambiciosa y lo hace para poder costearse los estudios de sus hijos, etc. ¿Esa persona lo hace mal éticamente? No me atrevería a juzgarla.
¿Pero eso no contribuye a avivar la sociedad especulativa en la que vivimos?
Aquí lo importante es cómo hacemos el sistema, cómo regulamos los alquileres. No es lo mismo una familia que tiene dos pisos porque ha heredado uno a una persona que compra 20 pisos para hacer negocio. ¿Cómo se regula a nivel global? ¿Permitimos que alguien lo haga como negocio? ¿Articulamos que haya alquileres sociales, a precios asequibles porque creemos como colectivo que es conveniente? Nos debemos plantear como sociedad que necesitamos que estas personas que no encuentran vivienda puedan alquilar esos pisos porque queremos que vengan aquí a trabajar.
Y mucha gente se queda en la calle.
Claro, como nuestro objetivo es el crecimiento cumplimos el objetivo y los que no aguantan, que se queden. Nos dicen que la economía de Ibiza va bien, que en la crisis crecíamos, ¿pero qué pasa con los más desfavorecidos? Por eso necesitamos cambiar el enfoque, los objetivos. Vale, ahora tenemos más crecimiento, pero necesitamos políticos que planteen que hay que pasar de tener más entre todos a tener todos lo suficiente.
¿Ha llegado el momento de aumentar los salarios?
Nos venden el cuento de que se pueden comprar artículos más baratos y eso es mentira y que no hace falta subir los sueldos. Hay una poeta sudamericana que tiene un poema que cuenta que detrás de una camiseta de tres euros hay dos pobres, el trabajador que la fabrica en un país subdesarrollado con un sueldo de miseria y el que la compra por ese precio. Y en medio está el explotador, que une la necesidad de las dos pobrezas para hacerse más rico. Los salarios no suben y eso provoca que desde el punto de vista social estemos peor. No ha habido mejora.
En España cada vez hay más gente en el umbral de la pobreza, mientras que el número de millonarios ha aumentado un 60% desde 2018.
El último informe de la Fundación Foessa, de la que soy miembro, refleja que, por ejemplo, en Valencia la pobreza laboral ha aumentado un 30%. Es decir, que cada vez hay más gente trabajando a la que no le da para pagar las necesidades básicas. Y otro dato: un 40% de los empleos nuevos que se crean no sacan a la gente de la pobreza.
La era digital está acabando con el comercio tradicional y ha modificado las relaciones personales.
Estamos en un momento en que el comercio on line ha entrado con fuerza. Pensábamos que los avances tecnológicos iban a estar al servicio de las personas, que nos iban a ahorrar mucho tiempo y la verdad es que tenemos menos tiempo que nunca en la vida. Nuestros abuelos tenían menos avances tecnológicos y tenían más tiempo que ahora. Además, nos han dicho que seamos egoístas, que pensemos solo en nosotros. Y como nos dicen eso, desconfiamos de las personas. La venta on line tiene eso, que todo es más barato, más cómodo, que no me muevo de casa y encima no me tengo que relacionar con nadie.